miércoles, 26 de febrero de 2014

Debate sordo y estéril


El Debate del Estado de la Nación se ha caracterizado por la sordera del presidente del Gobierno. Rajoy, con este debate, iniciaba la campaña de las europeas. Desde el primer momento hizo un discurso triunfalista, centrado en la venta de la recuperación económica y de la herencia recibida. Un debate para lanzar mensajes a la ciudadanía que en los próximos días amplificará el ejército mediático del PP. En ningún momento Rajoy ha asumido el peso de la responsabilidad de llevar las riendas del país. Ha actuado más en su papel de jefe de la oposición que de presidente del Gobierno. Sobre todo en la réplica.

EL jefe de la oposición, el Sr. Rubalcaba, expresó de una forma muy gráfica, en su primera frase del primer turno, el sentir de muchos españoles con respecto a la visión que tiene de nuestro país: ¿En qué país vive usted? Un país que no es el de ‘Alicia en el país de las Maravillas’. Si no desde que gobierna el PP todo lo contrario. La crisis no solo está haciendo estragos en las personas, sino que como recordó Rubalcaba le está sirviendo al PP para restringir derechos y libertades, cambiar nuestro modelo.

En la réplica, Rajoy volvió a tirar de las fichas y a usurpar el papel de jefe de la oposición. En esta ocasión ya no se conformó con echar la culpa de todo lo que ocurre al PSOE, sino que le exigió respuestas a presuntas preguntas formuladas. El descaro y la desfachatez de Rajoy alcanzaron su valor más alto. Pero lo peor vino cuando Rubalcaba le recordó un artículo suyo en el Faro de Vigo en el que defendía la esencia de la estirpe para sustentar que el hombre es esencialmente desigual. Le puso banderillas. Y salió la agresividad de Rajoy.

Con el resto de los grupos, Rajoy se creció en la réplica. En especial con IU, hacia los que en algún  momento mostró desprecio; pero también con UPyD.

De propuestas, pocas. Cabe destacar la tarifa plana de 100 euros para la contratación fija. Una medida controvertida que puede quebrar aún más las arcas de la Seguridad, y que se mantienen gracias a la herencia del Fondo de Reserva que dejaron los socialistas. El presidente también vendió su reforma fiscal. Una reforma incierta y populista. Rajoy sabe muy bien que para algunos, como él, en política una cosa es lo que se dice y otra es lo que se hace. El sabe que este debate en 15 días está borrado de la memoria colectiva de los españoles. Su juego es a corto.

El presidente del Gobierno ha perdido una gran oportunidad para escuchar a los diferentes grupos, integrarles en la lucha contra la crisis y demostrar su liderazgo social y político en nuestro país para salir de la situación en la que nos encontramos. Algo que no ha hecho. Rajoy prefiere el papel de actor secundario de líder de la oposición al de líder de nuestro país.

domingo, 23 de febrero de 2014

La marca de Esperanza



Creo que nadie duda de los dotes de Esperanza Aguirre en materia de seducción. Al menos para sus seguidores. Tampoco para convertir la necesidad en virtud; o presentar ante la opinión pública lo malo como bueno, o lo bueno como malo, según le interese. Para ello no ha tenido ningún problema en “vestir las ideas menores con las palabras mayores”, como definía Abraham Lincoln la demagogia. Arte que la actual presidenta del PP en Madrid domina a la perfección, como hemos podido comprobar estos días con el “affaire Granados”.

Granados es uno más de la amplia colección de cargos públicos nombrados y seleccionados por Esperanza que han contribuido a quebrar la esperanza de los madrileños y los españoles en la política y en los políticos. Todos ellos una panda de desaprensivos y otras cosas que jamás debieran haber tenido el honor de ocupar cargos de alta responsabilidad en la Administración.

López Viejo, Martín Vasco - consejeros de sus gobiernos-, González Panero y Ortega, ambos alcaldes de Boadilla y Majadahonda, respectivamente, han abierto cuentas en Suiza posiblemente para ocultar sus desfalcos. Esperanza sin ningún rubor ahora les descalifica, pero fue ella quien les nombró o dio el visto bueno a sus candidaturas. Lo mismo ocurre con el actual presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, o el que fue alcalde de Pozuelo de Alarcón, el Sr. Sepúlveda, envueltos en sonados escándalos de corrupción. Todos ellos llevan la marca de Esperanza. Y, como premio, a Aguirre se la ha situado al frente de la selección de personal en una gran empresa. Su éxito está garantizado, y si por alguna circunstancia fracasasen no duden en que se desmarcará.

Pero la marca de Esperanza es mucho más amplia. Accedió a la Presidencia de la Comunidad de Madrid en más que extrañas circunstancias. Y su acción de gobierno no ha sido menos controvertida. Llegó con la promesa populista para ganar votos de construir siete hospitales, y la cumplió. Los efectos no se han hecho esperar mucho, más cuando la crisis económica ha manifestado sus peores efectos. Seis de los siete hospitales en la Comunidad de Madrid están operativos. El de Collado Villalba está terminado pero se mantiene cerrado, aunque la empresa concesionaria que lo construyó recibe sus retornos. Aquella decisión ha conducido a que gran parte de los grandes hospitales de Madrid estén a un 60 o 70 por ciento en el rendimiento de su capacidad instalada, pero manteniendo sus gastos fijos –los de personal-.

Una decisión poco meditada que ha servido a su vez para intentar ensayar el experimento de la gestión privada con el objetivo de reducir los costes asociados al personal como consecuencia de unos menores salarios y de dar negocios seguros a las empresas amigas. Esas en las que después se colocan los exconsejeros de Sanidad de la Comunidad de Madrid. En definitiva, despilfarro.  

Esperanza ha sido adalid en políticas neoliberales y en populismo. Ha competido por ser la “más de la más”. Siempre ha abogado por la no intervención del Estado y por la hegemonía de la iniciativa privada, con independencia del estado de bienestar de las personas. Lo que no le ha impedido el intervencionismo puro en la Administración. Las obras para los cercanos y la manipulación de Telemadrid y de la radio autonómica sin ningún escrúpulo. Y todo así…

La mejor esperanza para España y los madrileños es que Esperanza abandone de verdad la vida política. Su herencia no puede ser más nefasta. La corrupción, el despilfarro, la manipulación y la falta de sensibilidad hacia las personas forman parte de sus señas de identidad. Su marca no puede ser peor. A la vista están los hechos.                 



  



domingo, 16 de febrero de 2014

La sombra de Sochi



De Sochi nos venimos de vacío. No es la primera vez que esto ocurre. Los Juegos Olímpicos de Invierno siempre han supuesto una gran desilusión para los españoles. Solo los hermanos Fernández Ochoa, en 1972 Paco, en Sapporo, y Marta en el 92 en Albertville, consiguieron respectivamente medalla de oro y bronce. Esos son nuestros humildes logros en toda la historia de las olimpiadas de invierno. En Sochi nos hemos quedado con la miel en los labios en patinaje artístico con Javier Fernández, pero no ha podido ser.

El fracaso olímpico de los deportes de invierno en nuestro país tiene profundas raíces. En lo relacionado con el deporte asociado a la nieve, del que más emblemático es el esquí, la práctica en nuestro país es más bien escasa. La posición septentrional de España hace que su práctica se limite al ámbito de los Pirineos y a Sierra Nevada. La accesibilidad a las pistas para la mayor parte de los españoles no es fácil. Mucho más cuando la nieve no siempre está garantizada. En los últimos veinte años se han impulsado las escuelas de esquí y la “semana blanca” de los colegios ha contribuído a que muchos niños hayan podido iniciar el aprendizaje en este deporte. Pero aún así es insuficiente, más si nos comparamos con los países alpinos. En definitiva, un problema estructural muy difícil de superar.

Otra cuestión son los deportes sobre hielo. Su práctica en España no es mayoritaria. Disponemos de muchos más pabellones que hace años, pero es insuficiente su práctica e intensidad. Nos queda mucho recorrido. En los colegios, la adhesión hacia este tipo de deportes es cada vez mayor. Sin embargo, insuficiente para competir. Mucho más cuando se carece de un programa estatal de preparación suficientemente dotado para poder competir en estos eventos internacionales. A partir de ahí los resultados que podamos alcanzar solo pueden responder a la capacidad innata de algún deportista excepcional sobrevenido, o las características singulares que confluyan en un determinado momento.

Lo de Sapporo en Sochi no parece que vaya a ocurrir en esta ocasión. Si así fuese no me cabe la menor duda de que el actual Gobierno de España lo presentaría como un gran logro del la política deportiva española. Y los Juegos de Invierno de Sochi hubiesen pasado de la TDP a La 1. Pero no ha sido así. Lo que sí que debe ir pensando el Gobierno es en un nuevo desarrollo estratégico de los deportes de invierno en nuestro país. Los resultados hasta el momento no pueden ser más pobres. Sochi es la sombra de la implicación y práctica de los deportes de invierno por los españoles.  








domingo, 9 de febrero de 2014

Goyas controvertidos



La edición de este año de los premios Goya de la cinematografía española se van a desarrollar con una gran controversia. El ministro de Educación y Cultura del Gobierno de España, el Sr. Wert, no acudirá a la gala. Un desplante a la industria del cine. Más cuando se ha conocido que el encuentro no estaba programado desde hace tiempo, sino que ha sido gestionado esta misma semana y por petición española, según la Oficina de Prensa del Ministerio de Universidades del Reino Unido.

La ausencia del ministro intenta evitar los abucheos y reivindicaciones que ya recibió el último año, al igual que ocurrió en el último festival de Cine San Sebastián y en la Seminci de Valladolid.

La situación de la industria del cine no puede ser más crítica en nuestro país. La facturación en 2012 cayó un 15 por ciento, y en 2013 cerca del 20. El empleo sigue la misma senda. En 2012 había un 12 por ciento menos de empleados en el sector. También se ha rodado menos. La recaudación de las películas españolas ha experimentado un descenso del 20 por ciento. Y los rodajes  han caído un  29 por ciento. Esta es la radiografía del cine español ahora cuando se celebra el 28 aniversario de los premios Goya.

¡Cómo no se va a reivindicar! Si el cine español se encuentra en la UCI. A ello hay que unir el tipo impositivo del 21 por ciento que el Gobierno popular implantó para los productos culturales, cuando algún país como Francia aplica el 5 por ciento. Un lastre que afecta al número de espectadores y pone contra las cuerdas al cine español. Por más que el mundo del cine ha reivindicado la bajada del IVA, el silencio ha sido la respuesta del Gobierno, y del ministro del sector.

La industria cinematográfica necesita incentivos fiscales y un nuevo modelo de financiación que permita dinamizar el sector y mejorar la penetración y proyección  del cine español en el exterior. El Gobierno debiera se sensible. Es evidente que no lo es. El ministro, con su ausencia en la gala, pone de manifiesto el desprecio por la cultura y la cinematografía de la derecha española y del Gobierno de España popular.