sábado, 30 de julio de 2016

Esquizofrenia docente



Esta semana se conocía la noticia de que en la asignatura de Resistencia de Materiales y Elasticidad en las Escuela de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) sólo aprobó el 0,8 por ciento de los alumnos que se presentaron en julio. ¡Sorprendente!, ¿verdad? Más bien el titular debiera haber sido que los profesores de esa asignatura “suspenden” a casi todos y se suspenden a ellos mismos en docencia y dignidad personal. Una manifestación clara de su esquizofrenia docente.

A mí esta situación no me resulta desconocida, ni indiferente. La sufrí en diversas ocasiones en el desarrollo de mis estudios de Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Madrid. Me ocurrió con Calculo II, en Segundo, cuando, después de acertar en el examen de junio cuatro problemas de cinco de “idea feliz” –rebuscados y con un cambio de variable inimaginable, que lo encontré -, me suspendieron con un dos, como a la práctica totalidad de mis compañeros; pero me aprobaron en septiembre, a pesar de haber hecho bien sólo dos problemas de cinco. En Tercero nos ocurrió lo mismo en Campos y Ondas y en Resistencia y Elasticidad de Materiales. Creo que de 450 alumnos aprobaron cinco en junio.

A pesar de ello, conseguí terminar la carrera curso por año. Sé bien lo que vale un peine. Lo reseño porque algún “pintamonas” de estos que caricaturizan en la prensa y se creen dios, pero que rezuman ignorancia y superficialidad,  ha puesto en duda mi esfuerzo personal en la vida, no porque uno sea vanidoso. Pero, al mismo tiempo, sentí toda la indignación que se puede sentir. Eran otros tiempos. Estábamos en plena Transición y la cultura docente era otra. Se competía por quién suspendía más en las ingenierías. Flaco favor hacían a la enseñanza, que, por lo general, era muy teórica y con una gran deficiencia práctica. Pero no había cauces para protestar.

Por suerte estos alumnos de Aeronáutica han encontrado un cauce para denunciarlo. La prensa libre. Y vaya con ellos mi solidaridad, como alumno que lo sufrí en su momento, pero también como docente que fui en la Carlos III en Ingeniería Industrial. Sin duda, lo que pone de manifiesto este caso es un fallo en los sistemas de evaluación docente. A mí no me extraña. Conozco bien la Politécnica donde hice mi carrera y cursos de doctorado, y muchas cátedras siguen impregnadas del sabor rancio y endogámico de  la cultura docente de otros tiempos. Se puede ser exigente y riguroso en la evaluación. Algunos lo fuimos, y mucho, a través de exámenes extensivos e intensos, pero jamás el aprobado bajó del 30 por ciento en junio, periodo en el que se suele ser más exigente.

Por último, hay denunciar el papelón que ha hecho el vicerrector defendiendo lo indefendible. Hay cuestiones que caen por su propio peso, y el departamento correspondiente está bajo sospecha docente. Me temo que visto lo visto el mal se extiende a otros. Algunos departamentos universitarios en nuestro país tienen que cambiar de orientación: no se trata de tener el récord de suspensos, sino de mejor acreditación docente por resultados.

En la universidad española algunos siguen anclados en la esquizofrenia docente. Va siendo hora de ponerlos un tratamiento y de establecer protocolos en las universidades que nos los tengan para que esto no vuelva a ocurrir, por respeto y dignidad a los alumnos que estudian y se sacrifican para labrarse un futuro. Y también por justicia.       

   

domingo, 24 de julio de 2016

Olla a presión



Estando ya marcadas las fechas para el encuentro del Jefe del Estado con los líderes de las diferentes formaciones políticas, la presión de la olla política sube día a día en nuestro país. Rajoy no tiene claro si irá a la investidura en la primera semana de agosto, mientras el resto de las formaciones políticas hacen el “don Tancredo”. A ello se une la necesidad de iniciar los trámites del presupuesto para su tramitación en el otoño y los requerimientos de la Comisión Europea para cumplir con el déficit público.

La ciudadanía contempla atónita el panorama político y no sale de su asombro al comprobar que el escenario político se encuentra en una situación similar a la de la última legislatura. Un dejà-vu. Y ante todo clama para no volver a las urnas. “Entenderos vosotros –los políticos-, que nosotros ya hemos votado”, me decía un segoviano hace unos días en la calle.

Todo indica que Rajoy con sigilo está moviendo ficha. Otra cuestión es que pueda llegar con un acuerdo cerrado a la sesión de investidura prevista para el día 2 y 3 de agosto. Si no lo tiene, no irá. Es evidente que está hablando con los nacionalistas vascos y catalanes. Prueba de ello son los apoyos en la constitución de la Mesa de los vicepresidentes del PP y C’s.  “Si Aznar hizo en su día importantes concesiones a los nacionalistas por qué no va a poder hacerlo Rajoy”, me decía hace unos días en el Congreso una persona allegada al presidente en funciones. No cabe duda de que el PP va a poner de su parte lo que haga falta, incluso lo que ha recriminado al PSOE. La “santa desvergüenza” siempre ha funcionado bien en el PP.  

Para ello no está dudando en meter presión mediática a C’s y demonizar al PSOE. Y también a la conciencia colectiva de los ciudadanos. Ellos, que han incumplido sistemáticamente el déficit, ahora nos recuerdan la necesidad de tener aprobado el techo de gasto cuanto antes y tener el presupuesto para 2017 en el Congreso antes del 23 de septiembre. Y también recuerdan a la ciudadanía los efectos perversos que puede tener una prórroga de los presupuestos para las pensiones, los funcionarios, las actuaciones públicas…

Los ciudadanos sensatos somos conscientes de ello, pero nos sorprende su insensatez cuando aprobaron medidas electoralistas de corte fiscal que están suponiendo hasta una merma en los ingresos en lo que va de año de 7.000 millones. Y les ha obligado a suspender cualquier expediente de gasto que no se haya iniciado antes del 20 de julio de este año, lo que se traducirá en más austeridad y un enfriamiento del consumo notable con el consiguiente reflejo en la creación de empleo.  

Rajoy sabe que C’s no puede ir bajo ningún concepto a una terceras elecciones, y acabará claudicando. Esta es la cuestión por la cual C’s presiona al PSOE para que le acompañe con la abstención. El PNV tiene elecciones autonómicas próximamente y pintan bastos. Es posible que no le sea suficiente el apoyo del PSOE para suplantar a Podemos y Bildu y requiera el del PP. Sus 5 votos en forma de abstención bien vale el acercamiento de los presos vascos, la mejora del concierto o la solución a la Y vasca en la entrada a las tres ciudades. Lo de PDC –antigua CiU- ya lo hemos visto esta semana.

Es posible que Rajoy no llegue en agosto, pero sí en septiembre. Y en este caso siempre quedará la opción de las palabras de Sánchez: “Nosotros no formaremos nunca parte del problema sino de la solución”. Lo que el PP tiene claro es que no va a retirar a Rajoy. Le quiere como sea, aunque el Gobierno no sea estable. Y con tal de conseguir su investidura mete presión en la olla. De lo contrario se jugará la baza de la mayoría absoluta en unas terceras elecciones.  El poder es el poder para el PP.



martes, 19 de julio de 2016

Inestabilidad



Nos encontramos en un momento de máxima inestabilidad económica, social y política. El atentado de Niza y el intento de golpe de Estado en Turquía son dos pruebas inequívocas de esta situación. Pero a ellas se une el Brexit y la situación de miseria y hambre por la que atraviesan muchos pueblos del continente, unido a la violencia indiscriminada en muchas partes del mundo. El problema es cómo salir de esta situación.

No es fácil. Lo más preocupante en el momento actual es el choque de civilizaciones. La sociedad occidental frente a la oriental; o la ira y el rencor de una sociedad que se siente discriminada y explotada  por la sociedad occidental y manifiesta su resquemor con actos de violencia indiscriminada para sembrar el terror. Bien es cierto que ambas civilizaciones no están enfrentadas de forma abierta, y que los actos de violencia física y lógica responden a acciones aisladas de grupos de interés que se atribuyen la representación colectiva.

La solución policial no es solución. Acaso los servicios de inteligencia pueden entrar en la cabeza de un loco que padece de forma sobrevenida un ataque de radicalismo y por su cuenta decide matar a un grupo de personas socialdemócratas, como ocurrió en Dinamarca hace unos años. No, no es fácil. Pero sólo se puede avanzar con mayor cohesión social, más tolerancia y respeto a lo diferente y diferentes. Todo un reto.

Hoy más que nunca necesitamos pensamiento positivo. Necesitamos una cultura más colaborativa a la hora de abordar la resolución de los problemas. Las organizaciones supranacionales tienen un papel fundamental para impulsar nuevas políticas que contribuyan a la erradicación del hambre y den respuesta a las fuertes tensiones territoriales.

Necesitamos en definitiva un mundo sin fronteras, en el que la globalización se convierta en una herramienta para la integración del hemisferio norte y el sur; del occidente y el oriente; de la cohesión social y territorial. En definitiva, un sueño. Pero si no se sueña, jamás se conseguirá lo que necesita el mundo en este siglo: Paz y armonía para combatir la inestabilidad. Empecemos a soñar ya construirla poco a poco.       


domingo, 10 de julio de 2016

¡Que hable Rajoy!



Después de más de 200 días de un Gobierno en funciones parece como si la cosa no fuese con Rajoy. ¡Que hable Rajoy! Ha llegado el momento de que tome la iniciativa para formar Gobierno y no trasladar a la opinión pública que esto no depende de él sino de otros. 

Han pasado más de 15 días desde las últimas elecciones generales y ni tan siquiera se ha llegado a reunir aún con todos los líderes políticos. Su partido y equipo mediático se han encargado en este tiempo de hacer descansar sobre el PSOE la responsabilidad de formar Gobierno, de la misma manera que en la corta legislatura anterior jugó desde el primer momento a responsabilizar a otros y a polarizar la vida pública preparando unas elecciones generales, en las que en términos relativos le ha ido mejor que a nadie. 

En este momento, todo apunta a que Rajoy y el PP no descartan unas terceras elecciones y se mueven en esa táctica, de lo contrario no se puede entender esa inacción manifiesta para sacar adelante y pactar un Gobierno. Ellos saben que unas terceras elecciones, aderezadas con una buena campaña mediática de la inmensa mayoría de medios que controlan, les puede situar por encima del 35 por ciento y a los otros tres partidos por debajo del 20 por ciento. Eso sería mayoría absoluta para el PP y miseria para los españoles. Más de lo mismo. Pero sería una situación idílica para el PP y en especial para Rajoy, que salvaría con certeza su cabeza. La culpa de la convocatoria elecciones ya la tendrían otros.  
          
No está claro que Rajoy vaya aceptar el encargo del Jefe del Estado para formar Gobierno. Antes, en el tiempo de descuento en el que nos encontramos en este momento, debiera trabajar acuerdos con las fuerzas conservadoras afines. Necesita 39 diputados adicionales a los 137 que tiene para alcanzar la mayoría absoluta y dispone de 46 diputados de otros partidos que por afinidad le podrían dar su voto. Pero hasta el momento no se ha despeinado.  No ha hecho ofertas concretas ni a C’s, ni a PNV, ni a CDC. Parece ser que con CC con un diputado hay acuerdo. Por tanto pintan bastos. 

Si Rajoy no tiene la certeza absoluta de apoyo en el primer proceso de investidura no pondrá en marcha el reloj de la democracia. Él, que durante estos últimos cuatro años ha sido incapaz de negociar nada con nadie, sabe que genera desconfianza y rechazo en las otras formaciones. Someterse a la investidura en primera instancia supone un rechazo a Rajoy, tanto en la primera votación como en la segunda. Y eso representa un riesgo muy grande para él.  Se abrirá el debate, incluso en su partido, sobre la idoneidad de su perfil para presidir un Gobierno que requerirá mucho diálogo y consenso. Y, sobre todo, un cambio radical de políticas, muy diferentes a las que ha practicado para llegar acuerdos. El perfil del nuevo presidente del Gobierno no es ni de cerca el de Mariano Rajoy. 

La constitución de Gobierno no va a ser tan rápida como algunos pensaban o incluso el propio presidente en funciones ha verbalizado. Sus declaraciones vuelven a buscar el tacticismo electoral y a demonizar al PSOE, al que pide responsabilidad y altura de miras –la que ellos no han demostrado propinando la división de la izada-. Pero Rajoy debe empezar a moverse y hacer ofertas para cristalizar acuerdos. Sólo así lo constituirá. Salvo que, como algunos nos tememos, vaya buscando otra cosa. ¡Que hable Rajoy! Le toca.  

      

viernes, 1 de julio de 2016

Encrucijada



Los resultados de las elecciones del 26J nos devuelven a la pesadilla del pasado, como era previsible. Ninguno de los dos bloques principales el centro-derecha y de izquierda consigue sumar 176 diputados, aunque la diferencia entre ellos sea ahora de 13 a favor de los primeros; 169 frente a 156, cuando era de dos el 20D. Si bien ambas sumas ni fueron ni son homogéneas. Una encrucijada en toda regla.

Rajoy parece haber despertado del letargo de la pasada legislatura y, al menos, escenifica que tiene prisa para formar Gobierno. Pero me temo que es todo puro postureo. Hay una enorme contradicción entre sus palabras en la última semana de campaña, en la que llegó a afirmar que sólo iría a la investidura si era para salir, y lo que está trasladando a la opinión pública estos días. A estas alturas ya le conocemos todos. Le gusta jugar binomialmente: buenos y malos; ser o no ser; ganar o perder. No da puntadas sin hilo. Sabe que unas terceras elecciones serían catastróficas para el país y que nadie va querer ir a esa situación. Y por tanto, es el momento de asumir el papel que le corresponde y que no asumió para la constitución de Gobierno. Resistirá pero no le será fácil.

Un pacto entre PP, C’s, PNV y CC (175) no será fácil. EL PNV se enfrenta a unas próximas elecciones autonómicas y puede salir con las cartas marcadas, salvo que su apoyo se visualice de forma muy notable, como puede ser el compromiso de acceso del AVE a las tres ciudades vascas y la terminación urgente del corredor transatlántico; lo mismo ocurre con CC. En todo caso se requiere un enorme compromiso de aplicación de recursos de forma asimétrica con lo hace más difícil aún si se tiene en cuenta que hay que realizar un reajuste presupuestario de 8.000 M€ más 2.000 de sanción. A los que hay que añadir 4.000 M€, si se cumple la promesa de bajada del IRPF del PP.  Aun así hace falta un escaño más.

Ante este panorama, el papel del PSOE es determinante. Hay tres posibles caminos. Uno, una gran coalición con el PP a la que se unirían C’s. Este es el planteamiento que hace el PP y que parece impensable, por lo que significarán para el futuro del PSOE teniendo en cuenta su programa y señas de identidad; dos, plantear una negativa cerrada a dar facilidades de gobierno al PP con su abstención, como se ha venido planteando; tres, abstenerse en la investidura del PP en la segunda votación, con lo que el  PSOE pasaría a ser el primer partido de la oposición al frente de una izquierda plural y complicada, pero siendo el PSOE el líder de esa oposición parlamentaria.

La abstención del PSOE ha de ir acompañada, si se da el caso, de una condicionalidad clara, concreta, entendible, y sobre todo, con el compromiso claro de su seguimiento y evaluación.

Encima de la mesa hay grandes reivindicaciones laborales, sociales y económicas que no se pueden pasar por alto. Hay más de 10 millones de ciudadanos que han votado en contra de las políticas del PP y de su forma de gobierno; de su corrupción y de su impunidad; en suma, de su absolutismo.

Si se avanzase en este complejo camino, queda lo inevitable. Las personas que deben conducirlo. Parece evidente que no puede ser Rajoy quien conduzca esta nueva etapa. No puede ser creíble para ningún ciudadano ni opción política progresista que el PSOE sea responsable activo de la continuidad de Rajoy, que es la clara expresión de la inacción frente a un sistema de corrupción sistémico que se ha presidido su etapa de Gobierno. Si el PP no está dispuesto a cambiar a Rajoy es que no está dispuesto a luchar contra la corrupción y apuesta por un modelo de gestión política fundamentado en la inacción frente a los grandes problemas del país.

España necesita un Gobierno reformista que busque el equilibrio social, político y económico ante los grandes problemas de desigualdad, crecimiento consistente y regeneración demográfica. Ante esta encrucijada Rajoy no puede estar al frente, y los socialistas no lo podemos permitir.