domingo, 26 de julio de 2015

Mas frustración



La Constitución Española lo deja claro: la unidad de España es indisoluble. Así lo recoge su artículo 2. El artículo 1, en su apartado 2, determina que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. El proceso secesionista del Sr. Mas carece de legitimidad. No tiene cabida en el actual marco normativo español. Y conduce irremediablemente hacía la frustración de un pueblo como el catalán que puede convivir perfectamente con el resto de los españoles respetando sus diferencias  en el marco de un Estado plurinacional como es el español.

¿Hacia dónde va el actual president de la Generalitat, el Sr. Mas? Sin duda hacia su ostracismo político, más pronto que tarde. Un problema menor el de este señor, si no fuera porque puede arrastrar a la inestabilidad social, política y económica de España y sobre todo a la Comunidad Autónoma catalana, generando graves tensiones sociales, que acabarán traduciéndose en un freno al crecimiento económico y al descrédito político y económico de nuestro país, mucho más en un momento de tanta dificultad económica como el actual.

Lo que comenzó como un juego y una maniobra disuasoria para desviar la atención de la grave crisis económica y social por la que atravesaba Cataluña bajo su primer mandato –como ya tuve la oportunidad de valorar en otra entrada de este blog-, se ha convertido en un problema de Estado que afecta al bienestar futuro de todos los españoles, catalanes y no catalanes. Un divertimento cuyo liderazgo guarda un rasgo común con dantescos próceres de la historia política: “Su egocentrismo en el ejercicio del poder”. Un veneno que inocula odio y frustración.

El falso proceso plebiscitario que el president Mas convocará para el próximo 27 de septiembre es en realidad fraudulento. Se trata de unas elecciones autonómicas orientadas a buscar la mayoría en el bloque electoral que aboga por el “sí a la independencia de Cataluña”. Sea cual sea el resultado el lío está montado. La mayoría absoluta para el bloque nacionalista sólo significará que han ganado las elecciones autonómicas y podrán seguir profundizando en la destrucción social y económica de Cataluña. España seguirá, y Cataluña en España; si ganan los otros, las tensiones independentistas no desaparecerán y el desánimo crecerá en un importante sector de la población lo que hará más difícil la convivencia. Presenta un cierto paralelismo con el referéndum griego convocado por Syriza y el Sr. Tsipras.

Es el momento de la sensatez. Todas las personas de buena fe esperamos y deseamos que el PP y el Gobierno no utilicen este dislate como instrumento electoral en beneficio propio, pero no sería de extrañar, visto lo visto. Podemos y su entorno más cercano, incluida la alcaldesa de Barcelona, están en el populismo. No se puede esperar nada salvo ambigüedad. Y el PSOE sigue en su tercera vía: la reforma federal del Estado. Creo que es el único camino en el que la esquizofrenia del Mas y sus seguidores pueden encontrar una salida. Pero para ello se requiere que las aguas estén tranquilas. La frustración del día después requerirá un largo periodo de sosiego. Todos debemos contribuir a él: catalanes y resto de los españoles.       



domingo, 19 de julio de 2015

Responsabilidad del populismo



La crisis económica ha generado miedo e incertidumbre en una gran parte de la población. La pérdida de trabajo o la bajada de las retribuciones constituyen una de sus señas de identidad. Pero también el copago por servicios esenciales que años atrás, y en especial los más jóvenes, jamás hubieran pensado que pudiese ocurrir. La crisis nos ha empobrecido a todos, ha agrandado las diferencias sociales y ha puesto en tela de juicio el Estado del Bienestar que tanto nos costó desarrollar.

La crisis es y ha sido el cultivo perfecto para los populismos y el abono para el radicalismo de uno y otro extremo. Ante la dificultad de entender por parte de la ciudadanía las difíciles decisiones que conforman la realidad económica en un mundo globalizado y cambiante, el populismo ha encontrado su caldo de cultivo. Una forma de dar respuesta a problemas complejos con soluciones fáciles, con independencia de su viabilidad y su consistencia. Propuestas que calientan el oído, pero que no dan respuesta a los problemas reales de la gente.

Esto es lo que ha ocurrido en Grecia con Siryza y el Sr. Txipras a la cabeza. O en España con el Sr. Rajoy. Ambos se presentaron a las elecciones asegurando que con ellos se solucionaría la crisis en sus respectivos países. Y ambos mintieron a sus ciudadanos. Rajoy sabía perfectamente que no podría bajar impuestos y ocultó su reforma laboral. Sabía que el déficit de España crecería, porque dos terceras partes de ese déficit procedía de comunidades autónomas gobernadas por el PP. Y Txipras sabía que la única forma de garantizar la liquidez de su economía era aceptando las condiciones del Eurogrupo para recibir dinero.

Tanto en Grecia como en España la respuesta más fácil a corto plazo era el populismo. Txipras engañó a los griegos con el referéndum, porque, saliese lo que saliese, no quedaba más remedio que aceptar las condiciones de Euro, so pena de asentar el corralito por un largo tiempo. Pero prefirió diluir su responsabilidad con una pregunta ambigua y sin esencia. Lo lógico es que hubiera asumido su responsabilidad convocando unas nuevas elecciones o dejando el Gobierno ante su posición contaría a las condiciones del rescate. No lo ha hecho. Ha seguido en su demagogia y populismo y a Grecia le espera un futuro incierto.

Rajoy se opuso a las medidas que anunció Zapatero para hacer frente a la crisis en 2010. Se opuso a ellas y anunció que iba hacer todo lo contrario. Su ministro de Hacienda llegó a espetar a una diputada canaria “que se hunda España que ya la levantaremos nosotros cuando gobernemos”. Un populismo rancio con un solo objetivo: hacerse con el poder como sea. Y en eso siguen, pero ahora para mantenerlo.

Los correlegionarios de Syriza en España, los Podemos, juegan día a día a lo mismo. Demagogia y mentira. Su proyecto es un proyecto de poder y de desprestigio del bipartidismo, pero con un objetivo claro de desplazar al PSOE de su espacio político. Y para ello han hecho un recorrido en pocos meses de una posición doctrinal leninista a una socialdemócrata, en la cual no creen, pero saben que es la única capaz de conquistar las clases medias y el centro político. El populismo es su arma. Y el poder es el poder y para alcanzarlo vale todo, incluso el desprecio al pueblo.

Rajoy e Iglesia Turrión representan en nuestro país el radicalismo extremo. Cada uno a su manera. Los populares, para mantenerse en el poder y desarrollar su programa neoliberal. Y los podemos, para alcanzar el poder y bajo el pretexto de preservar el Estado del Bienestar heredado del "régimen del 78", erosionar sus efectos redistribuidores en la riqueza por la parálisis que crearían su acción política en el crecimiento económico con sus medidas intervencionistas. El populismo no sale gratis, y sus efectos se pagan, aunque los ciudadanos no exijan a priori responsabilidad.                 


lunes, 13 de julio de 2015

A por el voto como sea…



La reciente conferencia política del PP ha puesto de manifiesto una vez su nerviosismo ante las próximas elecciones generales. El general Rajoy sigue dando tumbos en la táctica de la “batalla política” desde las últimas municipales y autonómicas. Yo diría que está más bien perdido. Primero anunció una amplia renovación de su Gobierno y de la cúpula del PP, después la tramitación de más de 40 proyectos legislativos antes de que termine la legislatura y, por último, la aprobación de los presupuestos de 2016 antes de disolver las Cortes.

Rajoy se mueve más en el ámbito del maquillaje político que en el diseño de propuestas reales para impulsar la economía y el bienestar del país. A estas alturas del curso cuatrienal es muy difícil que apruebe el examen. No se puede hacer en cinco meses lo que no se ha hecho en cuatro años. Él lo sabe, pero trata de ir a por el voto de los españoles como sea. Y para ello vale todo. Incluida la mentira, que ha sido su factor común denominador de esta legislatura. El proyecto del PP es un proyecto de poder, no de Estado.

Los numerosos proyectos de ley que en estos días estamos tramitando en el Parlamento carecen de sentido. Tiene como finalidad la búsqueda de titulares y trasladar a los españoles la imagen de un gobierno reformista y centrado en dar respuesta a los problemas estructurales diversos ámbitos funcionales. La realidad es muy distinta.

En estas últimas semanas he sido ponente de los proyectos de ley de Ferrocarriles y Carreteras y la tramitación ha sido penosa. Las ponencias se han constituido testimonialmente y ambos proyectos se han tramitado en una comisión con capacidad legislativa plena en menos de dos horas y media. Pero, además, su contenido era inconsistente, más propio de desarrollo reglamentario y no daba respuesta a los grandes problemas de sector. El Consejo de Estado lo puso de manifiesto, pero el Gobierno del PP va a piñón fijo e impone su mayoría absoluta en las Cortes. Con otros proyectos de ley está ocurriendo lo mismo.

Todo indica que la misma línea va a seguir en la elaboración precipitada este verano de los Presupuestos Generales del Estado de 2016. Van a convertir el presupuesto en una herramienta de acción electoral y populista. De hecho ya han comenzado con el anuncio de la rebaja del IRPF o del precio de la luz. A partir de septiembre los anuncios se multiplicarán, favorecidos por el control que ejercen sobre los medios públicos y privados.

En el ámbito orgánico, Rajoy dice que en el futuro habrá primarias, aunque no las denomine así, y se ha limitado a designar cuatro vicesecretarios generales. Maquillaje una vez más y pavoneo, que para eso cuenta con un nuevo líder emergente, un tal Casado, que tiene como referentes a Ronald Reagan y a Sarkozy, y está encantado de haberse conocido. En definitiva, mucha superficialidad y poco proyecto. 

En esta nueva etapa final del Gobierno del PP no falta la referencia al miedo. Los mismos que prometieron sacar a España de la crisis con el mero hecho de solo llegar al poder, los mismos a los que no les importaba que cayese España con tal de acceder al poder, los mismos que no tuvieron ningún problema en prometer lo que sabían que no era posible, ahora van a por el voto como sea. Y para eso vale todo. Incluso otra vez más el filibusterismo político, la mentira y el miedo.  


       



  

miércoles, 8 de julio de 2015

Mirando al futuro de Castilla y León



Castilla y León necesita mirar con esperanza a su futuro. Los 28 años de gobierno del PP en la Junta no han servido para dar respuesta a los grandes problemas estructurales que tiene nuestra Comunidad; y los 14 años de Herrera, tampoco. Durante este tiempo la Junta se ha puesto de perfil y ha maquillado sus acciones con una política de gestos y propaganda. En este escenario,  la oposición no ha estado a la altura de las circunstancias. Se ha dedicado más a sus cuitas internas que otra cosa.  

Hoy la realidad sociológica y política es otra. No se puede seguir gobernando y haciendo oposición con viejos patrones ya obsoletos. El debate de investidura de esta semana en la Cortes debiera abrir un antes y un después en la acción política en esta tierra. La música de la puesta en escena de los dos actores principales no desafinó, a la vez que marcó la diferencia con el resto. Abramos una puerta al optimismo.   

Herrera ha demostrado ser un gran parlamentario y tener olfato político. Pero eso no basta. Él, mejor que nadie, conoce los grandes retos de Castilla y León: la despoblación, el éxodo juvenil, la falta de tejido industrial, la accesibilidad y calidad de los servicios asistenciales en el medio rural, la minería o la regeneración democrática requieren el concurso  e implicación no solo de las diferentes formaciones políticas e instituciones, sino también de la sociedad civil. No se trata de problemas de corto plazo, sino de largo. Sin un plan consistente y un consenso de acción no tendrán respuesta. 

En los años de gobierno de Herrera hemos visto mucho talante en su persona, pero no compromiso de Comunidad. Ahora solo nos queda la fe. Los hechos ponen en entredicho su credibilidad. Sin embargo, con una carrera política culminada en la que parece su última legislatura, tiene una magnífica opción para pasar de las palabras a los hechos. 

La oposición mayoritaria en esta legislatura se la juega. Tudanca debe hacer una oposición firme a la vez que constructiva. Centrada en los grandes temas que demandan los castellanos y leoneses, dejando las florituras para quienes practican una política virtual. El PSOE debe ser la izquierda que atrae al centro, y para ello necesita hacer propuestas sólidas y consistentes que empujen al PP a salir de la inacción. El liderazgo, la unidad y el trabajo del Grupo Parlamentario y del partido serán factores claves para ganar la confianza y respeto de los ciudadanos. Los errores del pasado no suman para Castilla y León, y si se cometen solo pueden conducir al ostracismo de  los socialistas.

El discurso de investidura ha demostrado que no existe un proyecto claro de Comunidad en el resto de las fuerzas políticas. Ciudadanos está perdido. Su salida natural acabará siendo converger con el PP. No aportan nada. Lo mismo que UPL. Podemos e IU en su línea, pero sin valor en sus propuestas para lo que necesitamos los castellanos y leoneses. 

Miremos al futuro de nuestra Comunidad con esperanza. Herrera y Tudanca tienen la obligación de entenderse en los grandes temas, a la vez que desarrollar sus papeles con firmeza y compromiso anteponiendo los intereses de los castellanos y leoneses a los de sus partidos. El paso del tiempo nos dará la respuesta.