domingo, 25 de diciembre de 2016

El móvil



Hace unos días Willian Chistie, director de orquesta, en el Auditorio Nacional de Madrid,  decidió parar ‘El Mesías’ de Haendel cuando se estaba interpretando  ante el insistente sonido del timbre de un móvil. “Go out” (fuera) dijo a los músicos mientras miraba con enfado hacia la tribuna lateral. La decisión fue muy aplaudida por un público, no sin antes comprobar que no era el suyo el que sonaba.
El teléfono móvil está presente en nuestra vida cotidiana. No es de extrañar que en un espectáculo al que asisten más de 2.000 personas que requiere silencio el sonido de un teléfono se convierta en protagonista. Lo raro es que sólo fuera uno. Me atrevería a asegurar que un porcentaje importante de los asistentes al concierto estarían grabándolo con su móvil. 

El móvil nos ha cambiado la vida. Se ha convertido en un compañero inseparable. Si por alguna circunstancia no lo llevamos con nosotros, su ausencia se convierte en un motivo de inseguridad e incomodidad. Nos hemos convertido en personas ‘móvil dependientes’. Quién de nosotros no ha regresado a casa a recoger el móvil ante un olvido. No sé si ustedes lo han hecho, yo sí. Es difícil vivir sin él, a su lado. 

El celular ha transformado nuestros hábitos. Uno no va a disfrutar de una actuación de un familiar, va a grabarla con el móvil. En muchos de los actos a los que asistimos estamos más pendientes de la foto, el vídeo y su inmortalización con el móvil que de su propio contenido y desarrollo. La utilización del móvil nos hace convivir con nosotros mismos, subordinando la relación social a un segundo plano. Lo importante es todo aquello que prima lo que nos interesa, y para esto el móvil es el aliado perfecto.

Los hay convulsivos en su utilización. Apenas dejan pasar treinta segundos sin requerir sus servicios. Miran el WhatsApp una y otra vez, escriben mensajes, ven fotografías… en definitiva se relacionan y entretienen con su móvil al margen de lo que les rodea. El mundo es su móvil. Su utilización a veces sirve para el aislamiento y rechazo de todo lo que está en nuestro entorno. La cultura de utilización del móvil puede llegar a ser perversa si no se controla. Nos aleja del mundo y profundiza en nuestras peores ‘virtudes’. 

El móvil ha supuesto también una profunda transformación en los quehaceres diarios. Los de última generación nos permiten acceder al conocimiento de siglos y siglos en cuestión de segundos. El banco, el kiosko, el cine, la televisión y el ordenador, entre otros servicios, han sido sustituidos o complementados por nuestro móvil. ¡Qué maravilla! 

La bondad de la utilización del terminal viene determinada por el uso que se haga de él. No es lo mismo escuchar ‘El Mesías’ de Haendel en el móvil que formar parte de la orquesta con nuestro móvil en la interpretación de la obra. Para disfrutar de la vida real, en muchos actos de la vida cotidiana, no es necesaria la intermediación del móvil.      



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