sábado, 31 de marzo de 2018

Guiños presupuestarios


El Gobierno ha presentado los Presupuestos Generales de 2018 seis meses más tarde de lo previsto. Unos presupuestos que, como el mismo ministro de Hacienda ha enunciado, “son los presupuestos de los pensionistas y los funcionarios”. Un guiño en toda regla para paliar la erosión que tiene el partido del Gobierno ante la ciudadanía, y en especial hacia estos colectivos, más cuando recientemente se han manifestado en la calle. El PP tiene un sentido patrimonial del poder y siempre que lo siente amenazado no tiene ningún reparo en mentir -véase la hemeroteca- o en utilizar los recursos públicos en beneficio propio. Mucho más cuando las citas electorales se acercan, como es el caso de las autonómicas, locales y europeas, o en su caso, llegado el momento, las generales. Rajoy, y sólo él, puede disolver las Cortes cuando lo considere oportuno. Y no tengan ninguna duda de que lo hará cuando más convenga a los intereses de su partido. Su pragmatismo le lleva a pensar que la política pasa por hacer todo aquello que te permita mantenerte en el poder; el resto es perder el tiempo.

A la zaga le anda el nuevo partido de corte liberal en lo económico y progresista, aunque menos, en lo social, como ellos se definen. Albert Rivera se ha declarado “coautor” de los Presupuestos Generales del Estado para 2018. Hemos de entender en este caso que ha persuadido al Gobierno para que incluyan en el proyecto de Presupuestos las iniciativas de las que presume y traduce como guiños a diversos colectivos: pensionistas, miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los potenciales beneficiados por la posible reducción y exención fiscal. Una nueva forma de hacer política que pasa por identificar los potenciales votantes y persuadirles con su capacidad de doblegar al Gobierno, aprovechando que no tienen mayoría. O sea, negociando. Otra cuestión es si esas bazas negociadoras son las que más le interesan al país en este momento o existen otras vías alternativas. El mismo camino seguirán los partidos canarios. Conscientes de su inferioridad numérica, pero de su importancia cuantitativa, son los más interesados en sacar el presupuesto hacia adelante. Los guiños no tuvieron desperdicio en 2017 y me temo que tampoco en 2018. Foro y UPN, sucedáneos del PP, pondrán encima de la mesa guiños testimoniales, sin más y sin recorrido.

EL PNV es la gran incógnita. He de confesarles que para mí ninguna. En el peor de los casos retrasaría la aprobación de los Presupuestos a después de verano. Es el gran ganador de todo este proceso en detrimento de la equidad del resto, pero tiene la sartén por el mango en el orden político estatuido hasta el momento. Otra cuestión es cómo lo escenifiquen. Nadie duda de su preparación y su maestría negociadora. Aún recuerdo este verano cómo Urkullo en Segovia dio una lección magistral de diplomacia jesuítica, y veo día a día cómo Esteban en los pasillos asesora a otros nacionalistas en beneficio de los intereses que representa. Sólo una hecatombe sobrevenida puede llevar al PNV a no buscar una salida negociada, y en ese caso Rajoy se tendría que pensar muy mucho si disuelve las cámaras. Lo que haría sin duda alguna si las encuestas le garantizan junto a su socio prioritario la mayoría absoluta y sitúan a su partido en cabeza.       

El resto de las formaciones han definido ya su posición. El PSOE votará en contra ya que reducen el gasto social, después de cinco años de crecimiento ininterrumpido. Los ha calificado de parche, y en realidad es un conjunto de retales. Y Podemos ha respondido, en su línea, con un exabrupto. Una vez más el PP no hace un enfoque sistemático ni los encuadra en un plan de trabajo futuro. Este es el caso de las pensiones. Su subida no da una respuesta al déficit estructural existente, ni plantea una solución equitativa de futuro en equilibrio con el desarrollo económico de nuestro país. Es un antojo o un guiño para salir del paso, pero, sin embargo, siguen sin plantear nada en el Pacto de Toledo. Lo mismo ocurre con la rebaja fiscal de 2.000 millones de euros, sólo compensada con la esperanza de que la recaudación de impuestos crezca asociada al crecimiento un 6 por ciento hasta alcanzar el récord de recaudación de 210.015 millones de euros, la mayor de la historia. Optimismo al Gobierno no le falta, pero convicción para afrontar los grandes problemas estructurales del país, como el desarrollo paulatino de un nuevo modelo de crecimiento económico, sí. Ellos van al ‘tran-tran’ del día a día y de su oportunidad política.

Las infraestructuras van a crecer un 16,5 por ciento. Son muchas las promesas del ministro de Fomento, allí por donde va, incluida Segovia con la SG-20 y el Teatro Cervantes, pero no tengan dudas de que Cataluña será la gran beneficiada con el Corredor Mediterráneo y las infraestructuras aeroportuarias y soterramientos del ferrocarril. En Segovia,me temo que las infraestructuras del agua tendrán que esperar a mejor ocasión, y el impulso de la solución al problema de la despoblación y de la generación de tejido industrial, también.

El Presupuesto contiene importantes bazas electorales para el PP, por si vienen mal dadas. Incrementa en 4.244 millones de euros los recursos que asigna a las Administraciones Territoriales, y deja todo abierto para desgastar a sus contrincantes electorales en las autonómicas y locales, y en su caso pactar. Y especialmente al PSOE. También se reserva la reducción del déficit público del 3,07 de 2017 hasta el 2,2 por ciento comprometido con Europa para cumplir los objetivos de estabilidad. Vamos la cuadratura del círculo: se incrementan los gastos, se incrementan los ingresos, se aumentan las exenciones y deducciones fiscales y todo lo que pueda ser menester. La llave la tiene Montoro. Al igual que hizo con el último Presupuesto en el mes de septiembre, o si es necesario antes, cierra el grifo. Y donde dije “digo, digo Diego” ante la pasividad de los órganos de control, que no es necesario que les diga a ustedes quiénes son. Acaso se va acordar alguien de los compromisos presupuestarios a un año vista. Hay cosas que nunca se deben aprender, pero otras que conviene corregir, por el bien de todos y sobre todo de los que miran al tendido.             


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