sábado, 19 de enero de 2019

Un presupuesto para trazar el futuro


El Gobierno socialista acaba de presentar en el Congreso de los Diputados sus primeros presupuestos de la era Sánchez. Unos presupuestos reformistas y atrevidos que no dejan indiferente a nadie, bien sea de derechas, de izquierdas, nacionalista, independentista o nada de esto. Es un presupuesto con un claro contenido social, acorde con la naturaleza socialdemócrata del Gobierno, con el mayor crecimiento de ingresos de la etapa democrática. Un presupuesto expansivo, que tiene como objetivo dinamizar la economía y traducir la salida de la crisis a quienes más la han sufrido. Un presupuesto que marca una clara diferencia entre la forma de entender la política y el despliegue de las políticas de acción de la derecha y la izquierda. Para ello se huye de la ortodoxia merkeliana de los últimos años y sitúa al ciudadano en el centro de acción de las iniciativas presupuestarias. 

El proyecto de presupuesto de 2019 es el de mayor contenido social de los últimos años. Prueba de ello es que el gasto social alcanza el 57 por ciento del gasto total.  Se vuelve a la actualización de las pensiones con el IPC con subidas significativas para las pensiones mínimas y las de viudedad, muy por encima de la subida media estipulada. También se recupera la atención a la dependencia, el subsidio a los mayores de 52 años, el impulso a la educación infantil, la supresión del copago farmacéutico… Estas medidas van orientadas a dar respuesta al colectivo de personas más desfavorecidas. Los funcionarios experimentan también la mayor subida desde 1996, respetando el acuerdo que el Gobierno del PP firmó con los sindicatos. La redistribución de la renta y el impulso del consumo, y con ello del empleo, constituyen dos actuaciones absolutamente necesarias para nuestra economía. Por suerte seguimos creciendo por encima de otros países de la UE y cualquier impulso viene bien, en un momento en el que aparecen nubarrones en el escenario mundial. No bajar del 2,2 por ciento de crecimiento del PIB es un objetivo obligado. De ahí que el proyecto de presupuestos contemple una expansión del gasto.   

Lo que más polémica está suscitando son los ingresos. Crecen un 9,2 por ciento en relación a lo recaudado en 2018. La relajación del déficit público en cinco décimas que Bruselas autorizó no tuvo correspondencia con la aprobación en el Congreso de la senda de déficit.  El PP y Cs pusieron todo su empeño en que eso fuese así. Ello nos hubiese permitido disponer de cinco mil millones de euros adicionales, precisamente los mismos que se desvió Montoro en el último ejercicio presupuestario. Nunca es tarde para readaptar el objetivo de déficit. Las nuevas figuras impositivas permitirán dar soporte a un cuarto de ese crecimiento, gracias a las tasas Tobin y Google que otros países están implementando, así como a una mayor progresividad fiscal que no erosiona ni a las empresas medias ni a la clase media española. El nuevo Sistema de Información Inmediata de las cuentas públicas diseñado e impulsado por el anterior ministro de Hacienda permitirá regularizar la situación y disponer de otros 5.000 millones de euros adicionales provenientes de la liquidación del IVA. Y, por último, los ingresos restantes – 9.000 M€- se confían al ciclo económico, al igual que se ha hecho en los últimos siete ejercicios, si bien en el último el Gobierno del PP siguiendo las directrices impuestas por CS bajó impuestos y se permitió el lujo de presupuestar actuaciones como la subvención de los vuelos entre las islas y la península sin la correspondiente dotación presupuestaria. Algo que siempre ha formado parte de la doctrina Montoro a la hora de elaborar el presupuesto anual. 

La otra gran polémica gira en torno a la asignación presupuestaria en inversiones para Cataluña.  Es la que más crece con diferencia en el presupuesto de 2019. Ese crecimiento no se corresponde con la mayor asignación per cápita comparada. La asignación a Cataluña asciende a 270 €/habitante, muy lejos de los 458 de Castilla y León, o de los 458 de Extremadura o Aragón. Debido a la tensión existente en Cataluña se ha invertido poco en los últimos años, más teniendo en cuenta que la mayoría de los peajes de las autopistas son de pago, y carecen de alternativas, y sus infraestructuras tanto en carreteras como en ferrocarriles son muy precarias. La oferta que en su momento realizó Artur Mas al presidente Rajoy en materia de infraestructuras tuvo una respuesta cicatera. Yo mismo, como portavoz de Fomento de mi grupo en ese momento, tuve la posibilidad de informarla y los temas en los que no procedía su admisión se limitaban a muy pocas cuestiones, y todas ellas en el ámbito competencial, no económico

España necesita presupuestos para dar certidumbre a los mercados y crear bienestar para nuestros ciudadanos. El dinero siempre huye de los escenarios inestables. La nueva política entiende que es necesario tumbar al que gobierna y lo mejor es no apoyar los presupuestos, planteen lo que planteen, como rechazo a las políticas y la acción de gobierno. Es un error manifiesto, lo haga quien lo haga. Sólo sirve para erosionar el progreso y desacreditar la política, cuestionando su razón de ser. Esta actitud es propia de políticos mediocres. Por tanto, un gran acierto el de Sánchez dando este paso, no sin antes amagar e invitar a todos los grupos políticos a votar los mismos. Es deseable que se aprueben, con independencia de las modificaciones que puedan efectuarse fruto de la negociación. El hecho de que el presidente del Gobierno haya tomado la iniciativa política con su presentación ya le da en sí mismo un plus político, por su puesto si salen adelante pero también en el  caso de que no salgan. Es la obligación de un gobernante. El presupuesto siempre tiene que trazar el futuro político. Y éste lo hace.     










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