domingo, 25 de mayo de 2008

Otra forma de hacer política


Acaba de concluir una legislatura en la que hemos sido testigos de un periodo político muy agitado, quizás sólo superado por la tensión que se vivió en la última etapa de gobierno del presidente Felipe González. En ambas ocasiones, el terrorismo ha subyacido como problema de fondo, pero con orientaciones opuestas: En la década del los noventa el problema fue la forma de abordar la lucha contra el terrorismo; ahora, hay quien ha puesto sobre el tapete la legitimidad del proceso de paz y los problemas territoriales, entre otros. En fin, una legislatura donde los grandes avances sociales y económicos que ha conseguido el Gobierno socialista se han visto enmascarados por ruido exacerbado de la oposición.

Y es que no siempre los temas de la agenda política se corresponden con las preocupaciones reales de los ciudadanos. Durante estos cuatro últimos años las técnicas de marketing político de la oposición han conseguido generar angustia e intranquilidad en muchos españoles; han trasladado problemas que se basaban en lemas como ‘Se rompe España’, que nada tenían que ver con la situación real, como se ha demostrado después con posterioridad. El objetivo era otro: Distraer la atención de aquellas cuestiones donde se tenía inferioridad política, a la vez que fidelizar a sus votantes, un objetivo que sin duda han conseguido las filas populares.

Esta forma de entender la política no está exenta de riesgos. En primer lugar, porque desvirtúa la propia esencia de los partidos políticos y su razón de ser: La defensa de los intereses de los ciudadanos y la búsqueda de su bienestar, frente a la búsqueda del poder por el poder. Y en segundo lugar, porque genera hastío y descrédito de los ciudadanos hacia los partidos, los políticos y las instituciones. El desgaste del tejido democrático en este tiempo ha sido muy alto a pesar de la alta participación en las elecciones del pasado día 9.

La política del PP en esta legislatura ha estado exenta de propuestas de futuro. Ha fundamentado toda su acción en el desgaste del contrario y en la crítica destructiva. Ha motivado tensiones territoriales innecesarias y ha creado problemas donde no existían. Así es difícil ganar las elecciones, como es difícil que, en un partido de fútbol, quien no crea juego y ocasiones de gol acabe ganado el partido. Así le ha ocurrido a Rajoy. Han confiado todo su resultado a un contraataque que sorprendiese al contrario. Pero esto no ha ocurrido.

Los resultados alcanzados por el PSOE ponen de manifiesto que hay otra forma de defender los intereses de los ciudadanos. Sin ruidos, sin estridencias, sin crispación. Se da la paradoja de que aquellas comunidades autónomas con representación más beligerante hacia el concepto de Estado, y para las que el PP pedía recortes competenciales, son las que han apoyado mayoritariamente al PSOE, en detrimento de los partidos nacionalistas de corte más radical. Hoy, España está más cohesionada territorialmente que nunca. Las políticas de cooperación se revelan más eficaces ante los problemas territoriales que las políticas de confrontación que desarrolló el gobierno del Aznar. Nunca los dos grandes partidos tuvieron tanta representatividad en las comunidades históricas y en España.

La legislatura que está apunto de comenzar puede ser una espléndida oportunidad para evitar los errores del pasado; los de todos. Las cuestiones de Estado, como la seguridad, la política exterior, o las cuestiones territoriales… han de estar fuera de la contienda política. La lealtad institucional y el respeto a la verdad han de presidir el futuro de toda acción política. Sólo de esta forma se revitalizará el sistema democrático y el respeto de los ciudadanos hacia sus políticos en el ejercicio de sus funciones constitucionales.

Las controversias de la inmigración

La inmigración vuelve a estar estos días en la agenda política, si es que alguna vez ha salido de ella. Los 25 países que integran la Unión Europea intentan buscar un acuerdo que permita endurecer la lucha contra la inmigración irregular. En Europa se calcula que hay ocho millones de ‘sin papeles’. La cifra en España asciende a 250.000, y en Segovia puede estar en torno a 2.500, en especial los ligados a la atención de las personas mayores en sus domicilios.

La inmigración es un tema polémico donde les haya, en torno a la cual pueden aparecer las tensiones y odios más recónditos del ser humano hacia los diferentes. También despierta el recelo de los ciudadanos de origen hacia la inmigración, que ven en ella un recorte de sus derechos y una quiebra de sus costumbres. Pero el problema tiene múltiples aristas, a veces difíciles de entender. Les contaré una anécdota: Unos días antes de las últimas elecciones generales una señora me abordó en barrio de La Albuera. Se confesó votante del PSOE hasta ese momento, pero me anunció que no votaría a este partido. Le pregunté por qué y me explicó que “los vecinos de su hijo, en una zona céntrica de la ciudad, eran polacos, y le molestaban con ruidos continuamente, día y noche”. Le pregunté si habían formulado denuncia, y contestó que no. Su actitud no es muy distinta a la de otros muchos segovianos y españoles.

En la última legislatura el Gobierno socialista ha avanzado notablemente con respecto a las anteriores en dos cuestiones que considero son claves para que los españoles no tengan la sensación de pérdida de derechos y se evite la explotación de inmigrantes, y otros muchos efectos perversos asociados al fenómeno de la inmigración. Estas son: la ordenación de la inmigración y el refuerzo de los procesos de integración. Aún así, la realidad percibida es muy distinta. Y el Gobierno de España, como actor principal del proceso, se lleva la peor parte.

Durante los últimos cuatro años la ordenación de la política de inmigración del Gobierno socialista se ha sustentado en dos pilares: inmigración unida inexcusablemente a un puesto de trabajo; y repatriaciones y refuerzo de fronteras. Para ello se llevó a cabo un proceso de regularización que normalizó la situación administrativa de un millón y medio de inmigrantes en España, en Segovia 1.600. Esta situación, generada en gran parte por la ausencia de una política en materia de inmigración de los anteriores gobiernos, permitió sacar a este colectivo de la economía sumergida –en Segovia representaba el dos por ciento de la población activa-, y evitar la competencia desleal entre empresarios. A su vez, se ha repatriado a 350.000 inmigrantes, un 43% más que la anterior legislatura. Pero aún así, pintan bastos.

En materia de integración se ha avanzado pero no lo suficiente. El Gobierno en los últimos cuatro años ha incrementado casi un 800 por ciento su presupuesto para este fin. Sin embargo, la empresa es difícil. Requiere el liderazgo de las comunidades autónomas, a las que compete la materia, y coordinación e implicación de las corporaciones locales y de la comunidad educativa. En esta materia es clave el respeto a las reglas del juego, que no son otras que la ley y el ordenamiento. El inmigrante que delinque o quiebra el marco normativo sabe que se expone a la expulsión. Así lo hemos hecho quienes hemos tenido competencia en la materia en los últimos años. Por eso suena a oportunismo político el denominado ‘contrato de integración del inmigrante’. Esta figura, si algún día llegase a materializarse, sería redundante con la legislación y sólo aumentaría la carga burocrática. Algunos ven en ella un importante rédito político –que sólo sería a corto- para su opción política; pero nada más.

No hay que olvidar que España, pero también Segovia, tienen un importante déficit demográfico y un alto envejecimiento de la población. Vamos a seguir necesitando inmigrantes para mantener nuestro nivel de bienestar. Pero la inmigración siempre ha estar ordenada e integrada, con garantía plena de sus derechos civiles, que son los nuestros recogidos en la Constitución. Por eso es lógico que Europa a través de una directiva quiera ampliar los plazos para garantizar la repatriación de aquellos que no acceden a nuestro territorio respetando el marco normativo.

sábado, 24 de mayo de 2008

Juan Muñoz


La muerte de Juan Muñoz deja un vacío importante para todos aquellos que de alguna u otra manera mantuvimos una relación muy estrecha con él. Siempre fue un referente, tanto en el ámbito personal, como en el político y profesional. Juan era una persona brillante, a la vez que sencillo y austero. Amigo de sus amigos, y de fuertes convicciones políticas. Porque la política fue la gran pasión de su vida: primero en la dictadura, donde defendió su fuerte compromiso con los valores democráticos durante su época de estudiante de económicas en la Universidad Complutense; y después durante la transición y hasta el momento actual, donde ha sido un actor principal de la vida pública prácticamente hasta los últimos días de su vida.

Juan era hombre de pueblo. Y era segoviano de pura cepa, condición que ejercía sin estridencia alguna. Nació en Santa María de Nieva y vivió siempre que pudo en la villa. Con orígenes en Sangarcía –sus dos padres procedían de esta localidad, a la que gustaba ir en fiestas-, él era uno más entre sus gentes. La plaza del pueblo era su punto de referencia. Era fácil encontrarle en el Café España, donde con frecuencia trasladaba sus carpetas y fichas para trabajar durante las mañanas, a la vez que atendía, conversaba e invitaba en la barra del café a todos aquellos que se acercaban a saludarle. La tarde era tiempo para disfrutar con los amigos de una buena partida de cartas, oficio en el que volvía a demostrar su buen hacer, como bien lo sabían todos aquellos que jugaban contra él. Era una persona generosa, siempre dispuesto a escuchar y ayudar a quien se lo pedía con la sensatez y honestidad que caracterizaban su forma de ser.

La política era para él algo sublime. Era su forma de entender la dinámica social. El respeto a los demás en la expresión de sus ideas, el diálogo y la justicia social fueron principios que presidieron su acción política. Fuimos muchos los que nos iniciamos con él en la vida política provincial. Siempre nos aconsejó respeto al contrario y nos animó a mantener buenas relaciones con la oposición, desde el convencimiento que esa actitud era la mejor para todos, pero sobre todo para el entendimiento futuro y la solución de los problemas. La humildad era otro valor del que hacía gala. Era prudente y no le gustaba descontar los triunfos antes de tiempo. El éxito de su gestión era de todos, y el fracaso no tenía inconveniente en atribuírselo.

Trabajó mucho por Segovia, en la mayoría de los casos en silencio, y fue durante sus años de diputado un fajador nato en la defensa ante los ministerios de los intereses de Segovia. Gracias a su gestión fue posible avanzar de forma decisiva en la construcción del embalse del Pontón, la defensa de la Academia Militar en Segovia, la apertura de la calle del Coronel Rexach…, y otros muchos proyectos, como los primeros pasos en la actual variante de la ciudad de Segovia o el tren de alta velocidad.

En el Congreso de los Diputados destacó también por su gran talla política. Fue vicepresidente primero de la cámara y presidente y portavoz de distintas comisiones. Era un gran muñidor de acuerdos, gracias a sus dotes de buen conversador y paciencia infinita.

El campo académico era su gran activo. Catedrático de estructura económica, gozaba de un gran prestigio en el mundo universitario del que nunca hizo gala. Como profesor fue muy reconocido por sus alumnos. En una época donde predominaba la enseñanza memorística; él enseñaba a pensar y a ver lo que otros no veían a simple vista. Era un trabajador incansable, amante de la investigación. La elaboración de fichas era su mejor herramienta de trabajo, y para ello leía, leía y anotaba. En estos últimos de su estancia en el hospital tuve la oportunidad de comprobar como seguía elaborando fichas sobre la participación de la mujer en el mundo de la empresa. Genio y figura hasta el último día no le faltaron.

Algún compañero de partido acostumbraba a llamarle en tono cariñoso “maestro”. A decir verdad para muchos de nosotros fue un referente. Siempre nos sorprendía, y no es de extrañar que aún alguna manifestación suya en vida nos siga sorprendiendo en el futuro. Nosotros, los socialistas, siempre participaremos de su entusiasmo e intuición. ¡Adiós maestro!, hasta siempre. Te vamos a echar en falta.