Si hay dos pueblos unidos por la adversidad, ésos son los pueblos palestino y hebreo. Ambos han estado sometidos a un proceso de exterminio, aunque en momentos diferentes y por causas bien distintas. En estos días estamos viviendo la opresión y matanza de los palestinos por parte de los israelitas en la franja de Gaza, ante la pasividad de la Comunidad Internacional y, especialmente, de la Unión Europea. Es una auténtica vergüenza, que merece el sonrojo del mundo occidental.
El pueblo hebreo es poderoso e influyente, en especial en el país más poderoso del mundo, pero también en otros muchos donde muchos judíos están enraizados y son grandes hombres de negocios. Esta circunstancia les ha facilitado siempre financiación suficiente, no sólo para fundar el Estado de Israel en 1947 y desplazar de su territorio a sus pobladores naturales, los palestinos, sino también para armarse y poder disputar y ganar diferentes guerras con sus vecinos árabes.
La Organización para la Liberación de Palestina –OLP, con Arafat al frente, no acabó de encontrar nunca la línea de la negociación política y el consenso, ni el apoyo unánime del mundo árabe. La Liga Árabe no ha movido ni un dedo hasta el momento. ¿A qué espera? Si no hace nada ahora, ¿cuando lo hará? El problema es que están muy divididos. Por una parte Irán, Siria y Líbano, y la organización Hezbolá, asentando su actuación en el fundamentalismo islámico; y por otra, Egipto y Jordania, que desde una posición más moderada, intentan buscar una salida al conflicto. Se trata de un laberinto de difícil solución, en el que el odio preside y cuyo conflicto se prorroga ya durante más de 60 años. Generaciones enteras de palestinos y judíos no han conocido la paz y han vivido en el odio permanente al otro pueblo.
Sin embargo, el conflicto es asimétrico. Los palestinos son pobres, muy pobres; viven de prestado y el desempleo alcanza tasas superiores al 70 por ciento. Además, están dispersos en las áreas asignadas en Cisjordania y Gaza dentro del Estado israelí. No tienen capacidad operativa de actuación frente a un gigante armado como es Israel. Pero desde que Hamás ganó las elecciones, el conflicto se ha complicado mucho más. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, no sólo no controla a la facción fundamentalista Hamás, sino que además se ha inhibido en el conflicto. No ha reaccionado ante la masacre, bien es cierto que la población de Gaza controlada por Hamás no acepta su autoridad, habiendo llegado en algún momento al conflicto civil entre los partidarios del Al Fatah y Hamás. Una buena oportunidad para debilitar la posición de Hamás: el hambre y el terror están haciendo mella en la población. Y la Paz, así, con mayúsculas, es el fin más deseado.
En fin, es un desastre político, cuya única salida pasa por poner freno a las acciones fraticidas de Israel ante un pueblo desarmado y empobrecido; y frenar el avance fundamentalista de Hamás, que corre el riesgo de convertirse en una facción de Al Qaeda en su posición operativa, extendiendo el conflicto por el resto del continente y en especial por el mundo occidental. Tengo mis dudas que se esté a tiempo de evitar desastres mayores.
El pueblo hebreo es poderoso e influyente, en especial en el país más poderoso del mundo, pero también en otros muchos donde muchos judíos están enraizados y son grandes hombres de negocios. Esta circunstancia les ha facilitado siempre financiación suficiente, no sólo para fundar el Estado de Israel en 1947 y desplazar de su territorio a sus pobladores naturales, los palestinos, sino también para armarse y poder disputar y ganar diferentes guerras con sus vecinos árabes.
La Organización para la Liberación de Palestina –OLP, con Arafat al frente, no acabó de encontrar nunca la línea de la negociación política y el consenso, ni el apoyo unánime del mundo árabe. La Liga Árabe no ha movido ni un dedo hasta el momento. ¿A qué espera? Si no hace nada ahora, ¿cuando lo hará? El problema es que están muy divididos. Por una parte Irán, Siria y Líbano, y la organización Hezbolá, asentando su actuación en el fundamentalismo islámico; y por otra, Egipto y Jordania, que desde una posición más moderada, intentan buscar una salida al conflicto. Se trata de un laberinto de difícil solución, en el que el odio preside y cuyo conflicto se prorroga ya durante más de 60 años. Generaciones enteras de palestinos y judíos no han conocido la paz y han vivido en el odio permanente al otro pueblo.
Sin embargo, el conflicto es asimétrico. Los palestinos son pobres, muy pobres; viven de prestado y el desempleo alcanza tasas superiores al 70 por ciento. Además, están dispersos en las áreas asignadas en Cisjordania y Gaza dentro del Estado israelí. No tienen capacidad operativa de actuación frente a un gigante armado como es Israel. Pero desde que Hamás ganó las elecciones, el conflicto se ha complicado mucho más. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, no sólo no controla a la facción fundamentalista Hamás, sino que además se ha inhibido en el conflicto. No ha reaccionado ante la masacre, bien es cierto que la población de Gaza controlada por Hamás no acepta su autoridad, habiendo llegado en algún momento al conflicto civil entre los partidarios del Al Fatah y Hamás. Una buena oportunidad para debilitar la posición de Hamás: el hambre y el terror están haciendo mella en la población. Y la Paz, así, con mayúsculas, es el fin más deseado.
En fin, es un desastre político, cuya única salida pasa por poner freno a las acciones fraticidas de Israel ante un pueblo desarmado y empobrecido; y frenar el avance fundamentalista de Hamás, que corre el riesgo de convertirse en una facción de Al Qaeda en su posición operativa, extendiendo el conflicto por el resto del continente y en especial por el mundo occidental. Tengo mis dudas que se esté a tiempo de evitar desastres mayores.
2 comentarios:
¿Desde cuándo sirve mirar para otro lado cuando hay un problema?
Por otras cuestiones, más bien relacionadas con lo literario, a finales del año pasado creé mi propio blog.
Las aterradoras circunstancias de Gaza, así como la participación en otros foros (no políticos) me ha impulsado a tomar conciencia con este problema.
Mi apoyo, humilde, pero firme a la acción del PSOE en este campo.
Soy funcionario de la Diputación y cuando Miguel Ángel Hijosa, me comentó que te habías creado un blog supuse que alguna vez entraría en el tuyo, aquí estoy.
Además, tenemos en común la amistad mutua de nuestras respectivas 'Anas'
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