
No hay palabras para calificar a este personaje, que le lleva a presumir de su promiscuidad y éxito con el sexo femenino.
No sé el atractivo que puede tener para muchas mujeres, pero a mí la verdad es que me parece repugnante. No sólo por el sadismo que refleja su expresión corporal, sino también por el postmodernismo que intenta rezumar con el devenir de los tiempos, y que no es más que la manifestación de su empanada mental aún no clarificada; y una manifestación más de su ‘esnobismo’.
Pero si el sadismo de Dragó no tiene nombre, la defensa del personaje ante este episodio por parte de la presidenta de la Comunidad de Madrid, la señora Esperanza Aguirre, es cuando menos impresentable. En lugar de condenar los hechos, lo que ha hecho ha sido justificar su actuación bajo el paraguas de un relato literario. Aguirre, con esta actuación, se muestra tal y como es: una persona sin escrúpulos y sin convicciones políticas y fundamentos éticos. Un persona extrema, que encaja perfectamente en estos tiempos en la filosofía del ‘Tea Party’ americano; o en lo que identificamos como ‘extrema derecha’ en la Europa contemporánea.
Es difícil entender que la presidenta de más de cuatro millones y medio de madrileños carezca de una mínima sensibilidad y salga en defensa de un sádico. Y mucho menos que éste haya sido durante un tiempo el presentador del Informativo de la Noche en Telemadrid y ahora presente en la misma cadena un programa literario. Algo debe fallar cuando este señor tiene todo el respaldo mediático de los medios de comunicación que controla la presidenta de la Comunidad de Madrid; y ésta cuenta con un alto respaldo de los madrileños. Sin duda, mi reino no es de este mundo.