domingo, 3 de abril de 2016

Al desnudo



Si algo está poniendo de manifiesto el proceso de negociación para la constitución de Gobierno es: quién es quién. Y de una forma muy evidente en Mariano Rajoy. Su espejo refleja el desnudo que ven todos los españoles; y él y su séquito nos quieren ocultar.  
    
La situación recuerda a la parábola del “rey  desnudo”. Como relató el danés Christian Andersen, un rey ensimismado y prepotente compró a un sastre filibustero la idea de un vestido maravilloso que sólo podrían ver aquellas personas que fuesen hijos de quienes todos creían que era su padre. El rey participó de la ilusión, para al igual que su corte de aduladores y seguidistas no caer en la afrenta que suponía no ver lo que los demás veían.   

El rey se vistió con el supuesto vestido y montado en su caballo salió en procesión por las calles de la villa. Un  niño de corta edad dijo en voz alta y clara "el rey va desnudo". Ese grito removió las conciencias de todos. Los cortesanos del rey y el mismo rey se dieron pronto cuenta del engaño, y es que realmente el rey iba desnudo. 

Hemos visto en estos últimos meses cómo Rajoy no tomaba la iniciativa para formar Gobierno a pesar de la petición del Jefe del Estado. Hemos comprobado cómo sus mentiras sobre su gestión una vez más salían a la luz. Ahora se encuentra en la fase de la eterna llamada a Pedro Sánchez que nunca llega. Éste es el verdadero Rajoy. El de la inacción, el de la mentira. Ése que su corte de aduladores y cortesanos nos ha querido presentar como el hombre sensato y capaz para llevar las riendas de España. Pero hoy está más desnudo que nunca. 

Hoy sabemos que la desidia, la inacción y la mentira han constituido las señas de identidad de su Gobierno. Un Gobierno que siguiendo la senda del líder ha pensado más en sus intereses y los de su grupo de seguidores que en los españoles.  Como decía Lincoln, “puedes engañar a todos algún tiempo y algunos todo el tiempo; pero no puedes a todos todo el tiempo”.    
    
La moraleja del “rey desnudo” nos enseña que no por el hecho de que una mentira sea aceptada por muchos tenga que ser cierta. En el caso de Rajoy, la casuística evidencia los hechos. Hoy una gran parte de los españoles podemos gritar “Rajoy está desnudo”. 






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