domingo, 29 de mayo de 2016

La Junta de Castilla y León ante la ordenación territorial



Los diferentes ayuntamientos de Castilla y León están ultimando estos días las alegaciones que presentarán a la ordenación territorial que ultima el Gobierno de la Comunidad. La verdad es que poco hay que alegar; yo diría que nada. Porque el contenido sustantivo de la propuesta de la Junta para la prestación de los servicios de su competencia se reduce a un mapa que segmenta la Comunidad en 176 áreas rurales más 15 urbanas. En Segovia una urbana y 14 rurales. Rayas, rayas y rayas, pero ni una sola propuesta de cómo afectará la distribución de los recursos de las diferentes áreas funcionales al bienestar de los ciudadanos.

Para la determinación de los mapas se ha tomado como referencia en cada provincia la organización sanitaria. La idea es hacer pivotar en torno a la cabecera de comarca o zona en la que se hallan los centros de salud la prestación también del resto de los servicios competencia de la Junta: educación, servicios sociales, salud pública y agricultura. La cuestión de fondo no es el mapa, sino con qué recursos asistenciales se va a contar y cómo va afectar la nueva distribución y asignación a la calidad del servicio prestado a corto, medio y largo plazo en los diferentes municipios –por lo general muy pequeños- de la Comunidad. 

La aprobación del mapa, que requiere dos terceras partes de las Cortes regionales, no significa nada en sí. Lo importante es cómo se asignan y distribuyen a futuro los recursos sanitarios, educativos, asistenciales, el transporte… en función de las necesidades. Con la aprobación de los mapas la Junta espera un cheque en blanco que le permitirá reestructurar la asignación de recursos. Con carácter previo ha abierto alegaciones por parte de la Diputaciones, y el resultado no puede haber sido más desalentador. En lugar de requerir un plan de impacto de la nueva ordenación a la Junta en cada una de las zonas y municipios para poder pronunciarse, se han limitado a dar una larga cambiada y a reivindicar tímidamente sus competencias en materia de servicios municipales mancomunados. 

La Junta tiene enormes desequilibrios presupuestarios en la prestación de sus servicios, en especial en los sanitarios y educativos. Con la nueva ordenación va buscando agrupar servicios y reducir costes, con independencia de las necesidades. Pero gran parte de los municipios de la Comunidad se quedan vacíos y la población envejece. Se necesita una ordenación realista que asigne y determine el alcance de unos servicios de calidad y eficientes para los próximos años en cada una de las zonas y municipios. En esto debiera consistir la propuesta de ordenación del territorio. No se trata de ganar tiempo y enmascarar los auténticos problemas con la propuesta de un mapa sin contenido y sin haber analizado con carácter previo la evolución de las necesidades en cada zona y la planificación de su oferta.

La casa hay que empezarla por los cimientos, no por el tejado. Observo que, ante esta propuesta tan enigmática y vacía, gran parte de los ayuntamientos están perdidos. No saben qué alegar, y diría incluso que algunos tienen dificultades para visualizar su alcance. Aunque algunos ante esta situación manifiestan su profesión de fe a ciegas hacia las propuestas de los de su partido, el PP.   Así también se gana el cielo.

Algunos pensamos que en esta materia la Junta está actuando con frivolidad y mucha superficialidad. Da la sensación que se metieron en su momento en un tema que no saben muy bien cómo abordar a pesar de la necesidad objetiva que existe. 

De la ordenación de los servicios mancomunados municipales, mejor realizar una enmienda a la totalidad. La Junta debiera respetar el papel de las diputaciones y pedirles que, en el marco de la autonomía local, aborden la mejora y eficiencia en la prestación de sus servicios. Hay margen, mucho margen pero las actuales diputaciones están en otras cosas.


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