domingo, 8 de mayo de 2016

Llamar la atención como sea


Kotler, en su libro de Marketing Social, explica el fenómeno de jerarquía de efectos en comunicación. En síntesis, el proceso consiste en buscar cómo retener en la memoria de personas el producto, servicio o idea sobre la que queremos persuadir a la sociedad o a los clientes. En la medida que el mensaje sea más emocional, llamativo o extravagante, más se recordará y el público objetivo se interesará por él. La escena política no está ajena a este fenómeno.

La nueva política pone ante todo énfasis en el mensaje emocional y en la extravagancia. El debate en muchos casos se sustituye por alguna manifestación que llame la atención como sea y permita un titular, una foto o un corte de televisión. Todos los españoles pudimos comprobar en la sesión de constitución de las Cámara Baja de la  última legislatura cómo todo estaba ensayado y bien preparado para conseguir los titulares tanto de los periódicos como de las televisiones de ese día. Y lo consiguieron. No aportaron nada sustantivo; pero llamaron la atención e invirtieron en conocimiento de su marca política.

Hoy, el centro de gravedad del debate político se ha trasladado a lo estrafalario. Un parlamentario puede dedicar horas y horas a hablar con colectivos y personas para identificar y evaluar un problema. Puede haber profundizado durante mucho tiempo en la lectura de la problemática asociada al tema de su propuesta o debate. E incluso puede elaborar y desarrollar un debate brillante con propuestas que puedan dar una respuesta satisfactoria al problema debatido, y, sin embargo, no tener ninguna repercusión pública frente a las otras partes que han decidido devaluar el debate para llamar la atención como sea: bien desnudándose en la tribuna con cualquier tipo de manifestación al uso para lo que se persigue; bien dándose un  beso con el compañero…

Pena, auténtica pena sentimos algunos, que vivimos y sentimos la política como la mejor herramienta para la defensa de los más débiles con lo que está ocurriendo. Los medios de comunicación optan por esta manifestación de la antipolítica. Posiblemente porque venda más, a la vez que disuade del debate serio y riguroso de lo que necesita el País, perfectamente compatible con una carga emocional.     
  
Tanto en la precampaña, como en la campaña que se avecina de las nuevas elecciones, nos volveremos a encontrar con más de lo mismo. Frivolidad y superficialidad en la aproximación y tratamiento de los temas que preocupan a los ciudadanos.

Yo simplemente les quiero decir que me niego a jugar ese papel más propio de un actor oportunista, sin un rol definido nada más que la búsqueda del poder y con deprecio a los ciudadanos. La ética política también cuenta, y los ciudadanos se merecen un respeto.   




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