Hemos tenido la
oportunidad de contemplar la semana pasada como la Mesa del parlamento catalán,
y después los diputados de corte nacionalista, hacían de su capa un sayo y
cambiaban las reglas de juego democrático fundamentadas en el Estatut y la
Constitución española, para sacar adelante el referéndum y la denominada ley de desconexión. La respuesta del Gobierno, del Fiscal General del Estado y del Tribunal
Constitucional no se ha hecho esperar, utilizando para ello de forma diligente
todos los medios que el Estado de Derecho pone a su alcance. El Gobierno, con
su presidente a la cabeza a la vez que presiente del PP, el líder de la
oposición y CD´s han articulado una mayoría de respaldo a la acción del
Gobierno frente al esperpento secesionista y en defensa del estado de Derecho.
Era lo obligado, pero creo que se queda corto, salvo que la táctica de la
acción política contempla un proceso gradual de respuesta a futuro. No se
entiende sino, que no se haya pedido públicamente un posicionamiento claro de
Podemos y sus confluencias a favor del Estado de Derecho, y de rechazo a las
prácticas antidemocráticas del Junts pel Sí y la CUP. No se entiende que en el
Pleno del Congreso más cercano a estos eventos las únicas iniciativas sobre la
“cuestión catalana” correspondan a los partidos de corte independentista. No se
entiende que no se proyecte una imagen unitaria de todas las fuerzas políticas
constitucionalistas y que tienen vocación de gobierno, y no se descare a quien
sólo apuesta por su oportunismo electoral. Es una cuestión de trasladar la
fortaleza y dignidad del Estado, a la vez que confianza, a la ciudadanía.
Ante el mayor
desafío democrático que haya tenido nunca el Estado español, las fuerzas
constitucionalistas han de dar respuesta comedida, proporcional y firme al
desafío secesionista. Han de proyectar un futuro que permita corregir los
errores del pasado, en la búsqueda de la mayor cohesión y solidaridad entre los
pueblos y territorios que se integran en el Estado, y con pleno respeto e
integración a sus costumbres, lenguas y tradiciones. Hoy más que nunca se
requiere “paso firme y mirada larga”, que es tanto como afirmar que se ha de
superar el corto plazo, respetando y haciendo respetar la dignidad del Estado, y
creando futuro.
La acción
política ante el process tiene dos
tiempos: uno hasta la fecha de celebración del anunciado referéndum el día 1 de
octubre; y otro que comienza el día 2 de octubre. En el primer tiempo sólo cabe
parar el esperpento programado con el menor daño colateral y social posible, a
la vez que exigir responsabilidades a quienes con su actitud están
contribuyendo a impulsar esta situación. En este estadio sólo procede, desde mi
punto de vista, la defensa de la constitucionalidad y el apoyo al Gobierno.
Nada más, y nunca oportunismos electorales; en el segundo tiempo, es el momento
de situar propuestas encima de la mesa y construir un nuevo marco político para
ganar el futuro. La salida del process
a partir de dos de octubre requiere obligadamente otras elecciones en Cataluña
que permitan recuperar hasta donde se pueda la cordura política y trabajar con
el Parlamento nacional en la búsqueda de una salida a la crisis institucional,
territorial y política por la que estamos atravesando. Las soluciones mágicas
no existen, y las heridas son tan profundas que tardarán tiempo y tiempo en
curarse. Se pueden buscar culpables, que los hay, pero casi todos los partidos
y organizaciones sociales tienen su parte de culpa alicuota de alguna u otra
manera. El peor tratamiento posible contra el problema será buscar una
rentabilidad electoral a este proceso.
Quien lo haga antes o después será penalizado.
La Diada y el
posicionamiento del Estado sobre el proceso secesionista van a servir al
independentismo catalán para alimentar el conflicto social y tensar aún más la
cuerda con el resto del Estado. Saben que el simulacro de referéndum no va a
ninguna parte, ni ofrece ninguna garantía, y lo saben, pero les permite
deteriorar más el clima social y avanzar hacia el objetivo independentista,
aunque ello deteriore sus expectativas económicas y de bienestar. A lo que
tampoco está ajeno el resto de los pueblos de España. Todo un esperpento
político más propio de quién ha perdido el juicio que de quienes con vocación
política trabajan día a día para construir un futuro mejor para su pueblo.
El paso firme, mirada
larga se requiere hoy también para los temas sustantivos que contribuyen a la
felicidad de los españoles. Estos últimos días hemos tenido conocimiento de la
fuerte desaceleración del mercado laboral en junio y julio pasado. En este
último mes hemos perdido cerca de dos cientos mil afiliados a la Seguridad
Social, situándose el paro registrado en cerca de cuatro millones de personas. No sólo se invierte la tendencia de la que
venía sacando pecho el Gobierno, sino que se vuelve a demostrar una vez más la
vulnerabilidad del patrón de crecimiento, basado en la flexibilidad, los
salarios bajos y trabajos precarios. Es urgente impulsar un cambio en el modelo
productivo que permita un crecimiento y desarrollo económico más consistente.
El trabajo debiera ser el tema prioritario de la agenda política española. Pero
nos empeñamos en hacer un gran problema en nuestro país de lo que otros muchos
países de occidente considerarían una frivolidad. Trabajemos para ganar el
futuro con “paso firme y mirada larga”.
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