sábado, 23 de junio de 2018

Declive demográfico

El INE ha publicado recientemente los datos provisionales de población en España. Los datos confirman el declive demográfico que se inició en 2015, cuando por primera vez las defunciones superaron a los nacimientos. La tendencia continúa y se agrava. En 2017 hubo 31.245 fallecimientos más que nacimientos. Los fallecimientos se incrementaron un 2,3 por ciento respecto al año anterior mientras que los nacimientos disminuyeron en un 4,5 por ciento. Castilla y León y Segovia siguen la misma línea. Segovia en 2017 alcanzó la tasa más baja de natalidad por mil habitantes desde 2003 (6,96) y la tasa más alta de mortalidad (11,21). Esta situación aboca al país y a la provincia a que se agrave el problema de la despoblación y la pérdida de potencial económico.
Al analizar las series proporcionadas por el INE se constata la estrecha relación que existe entre economía y demografía. En los años de fuerte crecimiento económico en España el número de nacimientos se disparó, alcanzándose el máximo en 2008 con 519.779 (máxima tasa de natalidad ese año también en Segovia, 9,36 nacimientos por mil habitantes) y las defunciones se estabilizaron. Ese año Segovia alcanzó  9,99 defunciones por mil hab, incluso por encima de la tasa de nacimientos). La incertidumbre económica es el principal factor del declive demográfico. Si no hay un futuro claro los jóvenes no se emancipan y no procrean, y el reloj biológico no perdona. El nivel de correlación de la tasa de natalidad y el crecimiento del PIB per cápita es total (se aproxima a una correlación de 1, el mejor indicador estadístico). En el caso de Segovia se constata así. En 2008 con un PIB per cápita por segoviano de 22.266 euros -el máximo de la serie- se alcanza también la máxima tasa de natalidad-.
¿Qué hacer pues para revertir la situación? La respuesta es clara: promover el crecimiento económico y garantizar que ese crecimiento genere desarrollo y permita ofertar servicios complementarios para compatibilizar la crianza y el cuidado de los menores. El segundo factor, siempre que se generen recursos es fácil, prueba de ello son la red de guarderías y bonificaciones públicas que han desarrollado los países nórdicos; el problema se encuentra en el primer factor: la búsqueda de un modelo económico de crecimiento que no se fundamente en la precariedad laboral y los bajos salarios para poder competir en el mercado y crecer generando recursos abundantes.  Un modelo que no se construye de la noche a la mañana y que requiere tiempo para poder conjugar nuevos nichos de productos con la innovación tecnológica. En una palabra desarrollar y expandir la nueva era digital a los procesos productivos. El nuevo Ministerio de Ciencia debiera servir de revulsivo de esa línea estratégica de país a la que no pueden estar ajenas las empresas españolas. Una inversión que tardará en cristalizar, aun orientando bien la acción, y cuyos efectos demográficos serán tardíos.
Mientras tanto el panorama es crudo. El saldo vegetativo demográfico conllevará un crecimiento negativo progresivo hasta la desaparición de los nacido en la generación del ‘baby boom’ de los 70. El envejecimiento de la población será también progresivo e intenso, con el problema añadido de la escasez de recursos para cofinanciarlos solidariamente los servicios de atención. A ello se añadirá el problema de despoblación de amplias zonas del territorio nacional con lo que ello implica, y cuyos efectos actuales se pueden multiplicar exponencialmente. Nos encontramos ante un problema de Estado ante el que se debe buscar una solución de consenso que permita paliar sus efectos negativos en el futuro. Un problema que día a día se va dilatando en el tiempo y que aún no ha entrado en la agenda política. Un problema que incide y está en la base sustantiva de otros, como las pensiones.
En este escenario la escasez de factor humano para capitalizar la economía productiva y generar riqueza nos llevará inexorablemente en el futuro a flexibilizar las condiciones para acoger inmigrantes jóvenes que suplan la carencia de personal en occidente y en nuestro país. Es difícil vislumbrar otra situación que permita dar respuesta al problema de otra manera, salvo milagro súbito. En los años de máximo crecimiento -de 2004 a 2008- el número de inmigrantes creció mucho en nuestro país y su contribución a la mejora de la renta fue fundamental. En Segovia podemos dar buena prueba de ello. Hubo algún momento que incluso con inmigrantes legales no se cubría la oferta de puestos de trabajo en esos años. Sin duda el mundo cambiará mucho en los próximos años, y el declive demográfico de occidente generará corrientes de difusión que globalizarán más el asentamiento de la población en el territorio y la redistribución de la riqueza, aunque hoy a algunos les cueste verlo, asumirlo y entenderlo. 


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