domingo, 23 de diciembre de 2018

El pulso catalán


El pulso de Quim Torra al Gobierno de España, a través de su referencia a la vía eslovena para alcanzar la independencia, y la celebración del Consejo de Ministros del Gobierno de España en Barcelona han reavivado estos últimos días la tensión política sobre el problema catalán. Así lo pudimos comprobar en la sesión de control del Gobierno del último pleno del año en una interpelación de la portavoz del Grupo Popular a la ministra de Administración Territorial, la catalana Meritxell Batet. En ella se puso de manifiesto dos formas diferentes de entender esta cuestión: una, de enfrentamiento e instrumentalización política en beneficio propio; y otra, de buscar un marco de diálogo y respeto a la ley que evite la espiral independentista y permita recuperar la normalidad en Cataluña. Batet recordó que el problema de fondo es la fractura social. Una situación que se retroalimenta a medida que crece la tensión. De ahí que sea urgente cuanto antes buscar el concurso e implicación de todas las fuerzas políticas y ciudadanos de los diferentes bloques, constitucionalistas y nacionalistas-independentistas, para avanzar en la resolución del problema con pleno respeto a la ley, y sólo en el marco de la ley. El futuro de Cataluña es una cuestión de todos.

La polarización social en Cataluña ha ido creciendo en los últimos 40 años de forma desigual. El 6 de diciembre 1978 el 90,5 por ciento de los votantes catalanes (67,9 por ciento de participación) votaron afirmativamente el texto constitucional. Hoy los independentistas en Cataluña llegan al 48 por ciento, y según diferentes fuentes hasta un 80 por ciento del censo electoral en ese territorio estaría a favor de la celebración de un referéndum por la autodeterminación. El número de escaños de las fuerzas independentistas en el Congreso ha crecido con intensidad después de los gobiernos de derechas. Todo indica que los 17 escaños actuales del independentismo catalán en el Congreso -9 de ERC y 8 del PDeCAT-, la más alta que nunca hayan tenido, se verá incrementada aún más en unas próximas elecciones generales. Aznar y Rajoy han sido máquinas de construir independentistas. Hay que tener en cuenta que la biología juega a favor del secesionismo. La Generalitat, desde el inicio de la Transición, ha tenido una hoja de ruta clara para potenciar el espíritu independentista, desde la escuela y las instituciones, ante la inacción efectiva del Estado ante estas políticas de descohesión territorial. Bien es cierto que el nuevo marco territorial que alumbró la Constitución y el sistema electoral les daba muchas ventajas para sus intereses espurios.

La cuestión es qué hacer para dar respuesta a la actual situación. No podemos olvidar que dos millones de catalanes se declaran independentistas. Considero que en primer lugar debiéramos evitar agudizar el problema. El lenguaje de confrontación y descalificación que practican los independentistas, y siguiéndoles el juego los partidos de derechas, no contribuyen a sentar las base para la solución del problema. Para ello es necesario voluntad de entendimiento entre los catalanes, y entre ellos y el resto de los españoles. El diálogo y el respeto a la ley y a las instituciones son fundamentales. La presidenta del Congreso nos recordaba hace unos días en el acto de celebración del 40 aniversario de la Constitución: “Tenemos el método y el marco. El método es ese espíritu de acuerdo, concordia, diálogo y colaboración que hemos practicado con éxito en los momentos de avance y recuperación de nuestro país, y el marco es nuestra Constitución”. Muy lejos de este planteamiento de encuentran quienes defienden para Cataluña insistentemente la aplicación del 155 de la CE a la vez que la convocatoria de elecciones generales. La aplicación de ambas medidas son incompatibles “per se”. ¿Cómo se van a disolver las cámaras y aplicar una medida excepcional como es la suspensión de una autonomía sin control legislativo y con un gobierno en funciones? Una propuesta que descalifica a quienes la hacen y que sólo se justifica por una cuestión de guiño político hacía muchos españoles ante la situación que vivimos. Una medida que busca votos y no soluciones a los problemas de España, hecha por antipatriotas.

La solución al problema territorial no es fácil y requerirá mucho tiempo. Sería deseable un acuerdo unánime de las fuerzas constitucionalistas para una mayor garantía de éxito. A tal fin es necesario agotar la posibilidad del diálogo en el marco de la ley. Es lo que ha intentado el presidente del Gobierno con su encuentro con Quim Torra con carácter previo al Consejo de Ministros en Barcelona. Es cierto que el comunicado es ambiguo, pero no se pasa de la nada al todo en un problema complejo de un día para otro. Me consta, porque he hablado con ellos, del importante papel que están jugando los empresarios catalanes para que el agua vuelva a su cauce, como se puso de manifiesto en una cena con el presidente del Gobierno y Quin Torras. Me consta que ERC quiere salir de este atolladero como sea, y volver a la normalidad, sin ser humillados. Me consta, porque me lo ha dicho alguno de ellos, que una amplia mayoría de los diputados del PDeCAT en el Congreso (el 75 por ciento) quieren enterrar el procés.

Los independentistas catalanes, y creo que hasta el Sr. Torras y Puigdemont, saben que tiene que buscar una vía de escape para salir del avispero en el que se han metido y evitar la bancarrota de Cataluña. Vale la pena intentarlo y dejarles una vía de salida digna, porque de lo contrario la tensión y el problema se puede enquistar con enormes problemas sociales. Si llegado el caso, en unos meses se constata el fracaso de esta vía el independentismo vuelve a las andadas del unilateralismo, el presidente del Gobierno se la habrá jugado políticamente y no quedará más remedio que aplicar, entonces sí, el 155, espero que con el acuerdo de todos los grupos políticos. Esa solución que no es descartable ante las sentencias que pueden recaer sobre los políticos presos, no será neutra y tendrá sus costes políticos, sociales y económicos, en especial en Cataluña pero también en el resto de España. Mucho más si la coyuntura económica no acompaña. Cataluña hoy más que nunca es una cuestión de todos. Nadie debe utilizarla en beneficio propio. El pulso catalán requiere una respuesta inteligente y gradual muy lejana a la acción cruenta y abrupta que reclaman algunos salvapatrias. Nunca un problema complejo se resolvió con medidas simples.




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