El
pasado 2 de marzo el Gobierno aprobó el techo de gasto, con un objetivo de
reducción del déficit menor del previsto por el Pacto de Estabilidad de la
Unión Europea para España en 2012. Así, del 4,4 por ciento previsto se pasaba
al 5,8 por ciento. Con esta decisión Rajoy asumía la tesis del Rubalcaba de que
era necesario flexibilizar el déficit público, que ya le expuso tanto en el
debate electoral en RTVE como en el debate de investidura. Ante esta decisión,
Rajoy sacó pecho en defensa de la soberanía de España.
La
decisión fue acompañada de grandes palabras grandilocuentes. El PP, con Rajoy
como portavoz, recordó a los españoles que, con el nuevo Gobierno popular,
España es un país soberano, que no está al dictado de Europa y defiende lo que
nos interesa. Ya Aznar, en la precampaña electoral, había declarado que España
era un país intervenido por la UE. Las declaraciones de Rajoy no hacían más que
poner en valor un nuevo estilo de gobierno y reafirmar el patriotismo español.
Sin embargo, “dura poco la alegría en casa del pobre”.
El
12 de marzo Europa le dijo al Gobierno de Rajoy que rebajaba el objetivo de
déficit público del 5,8 por ciento aprobado por el Consejo de ministros dentro
del cuadro macroeconómico al 5,4 por ciento. La soberanía que día antes habían
vendido los populares al pueblo español se volatizaba en cuestión de segundos
sin ningún tipo de reacción por los populares, y lo que es peor la decisión
soberana del Eurogrupo suponía a los españoles 5.000 millones de euros más de
recortes. Una mala noticia que viene a asfixiar aún más a los españoles que se
someten día a día a la subida de impuestos, la política de despidos y la falta
de medidas para reactivar la economía española, que está imponiendo el Gobierno
del PP.
La
propaganda y el marketing que practican los populares son malos compañeros de
viaje en la acción de gobierno. No hace mucho tiempo Rajoy decía: “Hoy nos dan órdenes, nos dicen lo que tenemos que hacer. Esto no había ocurrido nunca en la historia de España y yo os aseguro que no volverá a ocurrir nunca, porque el PP hará las cosas como hay que hacerlas” (Rajoy. 5 de junio de 2010). Ahora la situación es muy
diferente. Las palabras huecas no sirven para gobernar y los indicadores de
confianza de la economía española caen en picado.
Desde
noviembre de 2011 hasta hoy han caído los indicadores de confianza económica y
de consumo de los españoles. El índice de confianza del consumidor ha bajado 10
puntos en un solo mes. El estudio del CIS refleja tanto la brusca caída de la
confianza como las menores expectativas
de los ciudadanos, que han perdido
21 puntos, desde noviembre de 2011. Y esto ocurre gobernando el PP. Ellos
que decían tener la recta para sacar a España de la crisis demuestran día a día
que están desbordados por la situación. Ya no sólo es preocupante que el
ministro de Economía reconozca que al final de este año habrá 600.000 parados
más, sino que, más allá de las medidas drásticas de ajuste, no se atisba ni por
asomo que el Gobierno del PP tenga en cartera un plan de dinamización
económica. Ideas lo que se dice ideas, no se ven.
Ahora
que el sentido patriótico de la soberanía de los populares se ha esfumado y las
recetas que decían tener contra la crisis en caso de gobernar no parecen
existir, el Ejecutivo del PP ha de buscar urgentemente un programa de gobierno
alternativo a sus planes de ajuste fiscal. De lo contrario, su credibilidad se
irá como vino.
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