domingo, 31 de mayo de 2015

Coyuntura electoral



Las elecciones del día 24 de mayo depararon una voluntad firme de cambio de los españoles. España reclamó otra forma de gobernar, lejos del frentismo y el clientelismo político que durante estos años han venido practicando los gobiernos del PP. Los españoles están hartos de la corrupción y quieren políticos comprometidos, limpios y con vocación de servicio público. Que vengan a servir y no a servirse.

Con las elecciones municipales y autonómicas se abre una nueva etapa. Los españoles lo han querido así. Una etapa no exenta de dificultades. Los ciudadanos han optado por una representación plural, lo que hace mucho más difícil la gobernabilidad. Y exige generosidad  y altura de miras. La diversidad política que han deparado las urnas se ha de traducir en estabilidad política en base a los acuerdos y pactos de gobierno.

Desde el punto de vista de convergencia hay dos lógicas, la conservadora o de derechas, representada por el PP y una buena parte de Ciudadanos, y los restos de UPyD; y la progresista o de izquierdas, representada mayoritariamente por el PSOE, Podemos e IU. Ambas visiones de la política debieran converger en gobiernos compactos de derecha o izquierda, por el bien de los intereses ciudadanos.

No va a ser fácil. El populismo y el oportunismo de algunas fuerzas emergentes pueden dar al traste con la voluntad de cambio de los españoles. Gobernar requiere evitar el cortoplacismo y el dogmatismo. Requiere de personas competentes  y capaces de generar confianza y seguridad. La política no es un juego, en contra de lo que piensen algunos recién llegados. La política representa la esperanza de muchas personas que no tienen otra forma de mejorar su vida y transformar la sociedad que con su voto.

Si el resultado plural de estas elecciones se manifiesta en inestabilidad, el desafecto hacia la política de gran parte de la población seguirá creciendo. Los que se titulan “partidos nuevos” no debieran hacer gala de las peores prácticas de los “partidos viejos”, más cuando el partido tradicional de la izquierda ha dado pruebas evidentes de aprender la lección. Su código ético y el portal de transparencia así lo ponen de manifiesto.

La coyuntura política, como consecuencia de los resultados electorales, es complicada, más cuando las elecciones generales están a la vuelta de la esquina. El PSOE es un valor seguro. Es el único partido capaz de ganar y dar estabilidad al futuro. No necesita el miedo que ya está empezando a infundir la derecha, ni el rencor ni las viejas prácticas antisistema. Nuestro país necesita esperanza, rigor y gobiernos para la mayoría, y eso lo da la izquierda seria y realista, el PSOE.   
  

    

domingo, 24 de mayo de 2015

Insulto a la democracia



La campaña electoral de estas elecciones autonómicas y locales es el periodo más sucio que recuerdo desde la Transición. La derecha estaba y está nerviosa. Y se ha notado. ¡Vaya que se ha notado! En esta campaña el PP ha ido a por todas. Y para ello no ha tenido ningún reparo en utilizar todos los resortes que el gran poder institucional que posee le depara.

Siempre me molestó que a las fuerzas conservadores se les denomine “derechona”,  por el carácter despectivo de término para quienes se identifican con una línea de pensamiento radical en el polo opuesto a la izquierda moderada, pero en esta ocasión he sentido con plenitud lo que significa, y lo que es la pléyade de “logreros” que se mueven en su entorno.

Es más, hasta he tenido tentaciones de entender el “radicalismo” que profesan algunos hacia estas actitudes de poder que no respetan derechos y libertades, que manipulan y compran todo, y que carecen de principios con tal de llegar al poder y con sus cuitas beneficiarse de él. Una actitud muy peligrosa para garantizar la armonía y convivencia social. Una situación que genera desánimo, pero con la que nos van a seguir teniendo en la brecha y peleando por la solidaridad y la justicia social más que nunca. Por suerte las redes sociales y los medios de producción propia nos evitan depender del poder de la “derechona”.

En estos días hemos podido ver cómo el Gobierno del PP anunciaba, el último día de campaña electoral y con repercusión mediática en el día de reflexión, la licitación de obras paradas desde hace cuatro años, como el desdoblamiento de la variante de la SG-20 en Segovia; o el anuncio por parte de la candidata del PP de la construcción de un centro de salud en el barrio de Nueva Segovia en la ciudad si gana ella -¿y si no gana?-. Lo anuncia porque se lo ha comunicado el presidente de la Junta telefónicamente en una clara connivencia partidista. Y con un claro desprecio a la institución que representa de Juan Vicente Herrera. Una actitud indigna de un presidente que debe  representar a todos los castellanos y leoneses.

Durante estos días también hemos podido comprobar como algunos medios de comunicación apostaban en Segovia por el PP de forma descarada y grosera. La alcaldesa ya no existía y el futuro estaba en esa chica sosita y sin ninguna capacidad de persuasión, que parece que los temas de la ciudad no van con ella, pero a la que ya le denominaban “alcaldesa”, e incluso le han dedicado titulares y algún día hasta 11 fotos en el mismo periódico, y por supuesto siempre las páginas impares. Todo tiene una explicación: apostar por el PP para ordeñar la vaca institucional de la Diputación más de lo que ya se hace y tratar de hacer lo mismo con el Ayuntamiento.

La corrupción y la manipulación son los cánceres del sistema democrático. Siempre que hay un corruptor y un manipulador hay un agente dual que los suscita. El problema es mayor si viene del gobierno de una institución pública. Entre todos daremos pasos para erradicar de las instituciones a quienes entienden la "vida pública" bajo el prisma del clientelismo político y su utilización en beneficio propio. Un insulto a la democracia.  


domingo, 17 de mayo de 2015

Lo importante en Castilla y León



Si hay un problema importante en Castilla y León que puede lastrar su futuro, ese es la despoblación. Sólo en cuatro años hemos perdido 87.000 habitantes, el 3,4 por ciento de su población. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), hasta 2023 se perderán 195.000 habitantes.
Gran parte del medio rural de muchas provincias lleva camino de convertirse en un auténtico desierto. Sin vida y con abandono de sus recursos naturales y  patrimoniales. El problema se acentúa en Zamora, Soria, Salamanca, León y  Palencia, sobre todo. Pero no es ajeno a provincias como Segovia, Ávila y Burgos. Esta situación es la más triste que se puede producir en una Comunidad, más si tiene el arraigo histórico de los dos viejos reinos de Castilla y León. Con ello se erosiona el legado de las señas de identidad de un pueblo a futuras generaciones. La inanición nos hace morir poco a poco. 
La despoblación debiera ser el problema más importante de la agenda política del Gobierno autonómico. No lo es. Y me temo que tampoco está en la agenda oculta. En plena campaña electoral apenas se ha debatido. Y, cuando alguno lo hemos intentado, los medios de comunicación proclives al Gobierno clientelar del PP en la Junta lo han ocultado bajo otros temas.
En 2010 la ‘Agenda de la Población’ propugnada por la Junta intentó enmascarar el problema presentándolo como un problema de “dinámica de población”, de equilibrio entre nacimientos y defunciones, para cuatro años más tarde echar balones fuera y catalogarlo como “problema de Estado”. Lo cierto es que la inacción es la seña de identidad del Gobierno del PP en la Junta después de 28 años al frente de la institución. Ni están ni se les espera, más allá de la tinta de calamar que en momentos críticos proyectan  para tapar el tema.
El problema de la despoblación no se resuelve con las ayudas para el “desarrollo rural”, que por cierto han disminuido un 50 por ciento desde que gobierna el PP y las utiliza de forma clientelar con los grupos de acción local afines. No. No se trata de asignar ayudas para iniciativas inconexas y sin norte de 6 M€ al año. El problema es mucho más profundo. Allí donde no hay mercado, porque no hay consumidores y la poca población que existe esta muy envejecida, la solución no viene por poner dinero encima de la mesa para que oportunistas puedan buscar posibilidades de negocio cortoplacista.
Se requiere diseñar un ‘plan de acción económica’ para cada una de las zonas catalogadas  como prioritarias por su nivel de despoblación y evolución futura. Un plan que debe contemplar actuaciones indicativas en cuanto a las características del desarrollo a realizar. Dada la situación se requiere muchas más actuaciones complementarias ligadas a ese plan de acción.
Los pobladores y empresas que desarrollen su actividad en estas zonas deben contar con un marco fiscal que les otorgue ventajas dada su contribución social. De la misma manera se han de asignar fondos de forma prioritaria y selectiva a estas zonas. Para fomentar la inversión y revertir la situación en un horizonte temporal, a la vez que se ha de ajustar el índice de participación en los Tributos del Estado para hacer frente al problema y garantizar la solidaridad y equidad del Estado en su actuación.
El problema de la despoblación en Castilla y León atañe en primer lugar a la Junta pero requiere la acción concertada de los agentes económicos y sociales, del Estado español y de la Unión Europea. El problema es muy serio para frivolizar o mirar al tendido como está haciendo el PP.  





  




domingo, 10 de mayo de 2015

Distorsión de la gobernanza



Ayer, paseando con las calles de Segovia, un viejo amigo me decía que la puesta en escena de estas elecciones municipales y autonómicas le recordaba a las primeras de la transición democrática del 78. Y lo cierto es que el reflejo en la calle es el mismo, al menos en cuanto a la diversidad de la cartelería. Otra cuestión es la ilusión. En aquella época la había, ahora no se percibe. Puede ser que la madurez enmascare la percepción de la juventud. Pero me temo que no.

Sólo en la ciudad de Segovia se han presentado 11 candidaturas diferentes. Y en las autonómicas otras tantas. Esto debiera ser un indicador de salud democrática; pero, cuando uno se pregunta y analiza cuál es la motivación de las mismas, las conclusiones resultan preocupantes.

A los partidos tradicionales de izquierdas y derecha, se han unido una serie de partidos emergentes, unos de ámbito nacional y otros local. Es lógico que cualquier proyecto político que se precie tenga su proyección en el campo local; lo contrario es difícil de entender por la inconsistencia del proyecto. Esto está ocurriendo. Se trata de preservar la marca y evitar riesgos ante candidatos descontrolados. Se antepone así el interés del partido al de los ciudadanos, lo que no impide que exista un sucedáneo con una toponimia similar. Eso sí, sin proyecto ni señas de identidad. Se trata de aprovechar las elecciones para ganar notoriedad.   

Otros partidos, en especial en el ámbito local,  han surgido al albur de las necesidades de sus propios candidatos. Bien sea por un efecto de notoriedad, de ocupación personal ante otra falta de alternativa e incluso de posibles futuras rentas, o incluso de odio y desprecio hacia una opción alternativa que no les ha hecho un hueco en su lista. De todo hay. Y así es la condición humana. Desde el punto de vista político poco tienen que decir. Carecen de proyecto para la ciudad y, si me permiten, hasta de la debida sensatez. La misma que demuestran militando un día en un partido político y presentándose como valedores de sus esencias, y al día siguiente militando en otro instrumental creado para la ocasión del momento.

En este concurso electoral también hay quienes se presentan como partidos  nuevos  a pesar de llevar tiempo en el ruedo electoral. Las viejas caras de distinta procedencia e incluso múltiple, les delatan. Otros y sus candidatos siguen profundizando en el odio que promovió su fundación y han intentado inocular durante todo este tiempo. Claro, que así les va.

Toda esta pléyade de oferta electoral irreal en la mayoría de los casos puede contribuir a distorsionar la gobernanza de los pueblos y ciudades de España. En esta ocasión es más necesario que nunca votar sobre seguro, no a la falsa imitación con tintes personalistas y sectarios. De lo contrario, querrán convertir a los ciudadanos en cómplices de los pillos y vividores, que no acabarán sacando nada, pero sí perjudicarán a la voluntad mayoritaria del voto y entorpecerán el futuro de los ciudadanos.     



     


sábado, 2 de mayo de 2015

Señas de identidad



El panorama político español presenta una volatilidad sin precedentes. Los estudios de opinión varían de un día a otro con gran rapidez. Lo que se valora hoy se desprecia mañana. La crisis económica parece haber trastocado todo, incluido los referentes sociales y la percepción de la acción política. Los partidos políticos no sólo han  perdido aceptación y referencia, sino que para algunos segmentos de la sociedad han entrado en sospecha.
La vieja división entre derechas e izquierdas para algunos no está tan clara, en especial para las nuevas formaciones políticas que intentan acuñar la distinción entre “viejos partidos” y “nuevos partidos”. Una diferenciación interesada, al margen de la ideología y de la realidad social, que intenta presentar lo nuevo como atractivo y lo viejo como caduco.
Los españoles hoy buscan opciones políticas que les ofrezcan confianza y credibilidad. Quieren políticas y políticos consistentes, que trabajen por y para los ciudadanos. Que participen en la “cosa pública” para servir al interés general y no a sí mismos, y que sean limpios y trasparentes. Partidos como el PSOE, UPyD y Ciudadanos tienen un 10 en transparencia. Aunque la sociedad no lo reconozca, hoy los partidos políticos y sus políticos son mucho más exigentes en su compromiso público que antaño. En especial en materia de trasparencia y compromiso ético, lo que no impide que se arrastren los problemas del pasado.
Otra cuestión es la tarjeta de presentación social de sus políticas. En un momento de máxima competitividad electoral, la mayor parte intentan presentarse como partidos de centro para poder acceder al gran granero de los votos. Pero esa actitud puede conllevar la pérdida de sus señas de identidad y traducirse en unos efectos contrarios a los deseados.
Esta es la posición en la que se encuentra actualmente Podemos. Han pasado en cuestión de unos meses de posiciones leninistas a socialdemócratas, abrazando todo lo que no hace mucho denostaban. Lo mismo ocurre con el PP. No tiene ningún empacho en presentarse como partido de centro, pero sus políticas de gobierno lo delatan como un partido conservador con escasa sensibilidad social.
Ciudadanos ha emergido como la alternativa moderada a la derecha, y se presenta como un partido de centro. Su política económica y su radicalidad no difieren mucho de la casi extinta UPyD. Y, al igual que en esta formación, basta ver la procedencia de sus cuadros para comprobar que no son lo que nos quieren vender.
Y el PSOE aún sigue purgando su capacidad de respuesta ante la crisis y la quebrada promesa del presidente Zapatero de no efectuar recortes. Una posición que se tradujo en términos de credibilidad y votos.
El centro no es la centralidad. La centralidad tiene que ver con la capacidad de ordenar el juego político, de articular las diversas fracturas que producen las dinámicas de nuestra sociedad. En un momento de máxima fragmentación social se necesita una opción de gobierno que permita fraguar acuerdos y ser capaz de dialogar con los partidos representativos.
Hoy por hoy, el PSOE es la opción más realista para gobernar un país tan fracturado como la España de hoy, o del año que viene. Es mucho lo que nos jugamos para echarnos en manos de oportunistas sin escrúpulos y sin sentido de Estado.