El panorama
político español presenta una volatilidad sin precedentes. Los estudios de
opinión varían de un día a otro con gran rapidez. Lo que se valora hoy se
desprecia mañana. La crisis económica parece haber trastocado todo, incluido
los referentes sociales y la percepción de la acción política. Los partidos
políticos no sólo han perdido aceptación
y referencia, sino que para algunos segmentos de la sociedad han entrado en
sospecha.
La vieja
división entre derechas e izquierdas para algunos no está tan clara, en
especial para las nuevas formaciones políticas que intentan acuñar la
distinción entre “viejos partidos” y “nuevos partidos”. Una diferenciación
interesada, al margen de la ideología y de la realidad social, que intenta
presentar lo nuevo como atractivo y lo viejo como caduco.
Los españoles
hoy buscan opciones políticas que les ofrezcan confianza y credibilidad.
Quieren políticas y políticos consistentes, que trabajen por y para los
ciudadanos. Que participen en la “cosa pública” para servir al interés general
y no a sí mismos, y que sean limpios y trasparentes. Partidos como el PSOE,
UPyD y Ciudadanos tienen un 10 en transparencia. Aunque la sociedad no lo
reconozca, hoy los partidos políticos y sus políticos son mucho más exigentes
en su compromiso público que antaño. En especial en materia de trasparencia y
compromiso ético, lo que no impide que se arrastren los problemas del pasado.
Otra cuestión es
la tarjeta de presentación social de sus políticas. En un momento de máxima
competitividad electoral, la mayor parte intentan presentarse como partidos de
centro para poder acceder al gran granero de los votos. Pero esa actitud puede
conllevar la pérdida de sus señas de identidad y traducirse en unos efectos
contrarios a los deseados.
Esta es la
posición en la que se encuentra actualmente Podemos. Han pasado en cuestión de
unos meses de posiciones leninistas a socialdemócratas, abrazando todo lo que
no hace mucho denostaban. Lo mismo ocurre con el PP. No tiene ningún empacho en
presentarse como partido de centro, pero sus políticas de gobierno lo delatan
como un partido conservador con escasa sensibilidad social.
Ciudadanos ha
emergido como la alternativa moderada a la derecha, y se presenta como un
partido de centro. Su política económica y su radicalidad no difieren mucho de
la casi extinta UPyD. Y, al igual que en esta formación, basta ver la
procedencia de sus cuadros para comprobar que no son lo que nos quieren vender.
Y el PSOE aún
sigue purgando su capacidad de respuesta ante la crisis y la quebrada promesa
del presidente Zapatero de no efectuar recortes. Una posición que se tradujo en
términos de credibilidad y votos.
El centro no es
la centralidad. La centralidad tiene que ver con la capacidad de ordenar el
juego político, de articular las diversas fracturas que producen las dinámicas
de nuestra sociedad. En un momento de máxima fragmentación social se necesita una
opción de gobierno que permita fraguar acuerdos y ser capaz de dialogar con los
partidos representativos.
Hoy por hoy, el
PSOE es la opción más realista para gobernar un país tan fracturado como la
España de hoy, o del año que viene. Es mucho lo que nos jugamos para echarnos
en manos de oportunistas sin escrúpulos y sin sentido de Estado.
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