sábado, 29 de agosto de 2009

Los novillos

Durante estos días de verano la fiesta de una gran parte de los pueblos de Castilla gira en torno al toro. Son muchos los pueblos que tienen encierros por el campo o corridas populares. Sangarcía, mi pueblo, es uno de ellos.

Los novillos de Sangarcía tienen historia. Desde hace más de trescientos años se vienen celebrando corridas de toros en una de las hermosas plazas del pueblo. Es una plaza construida con carros de labrar, sustituidos posteriormente por remolques de labor, donde la delimitación del ruedo se hace con una empalizada. Son los mozos, y menos mozos del pueblo, quienes siempre han lidiado y estoqueado a los bravos, si bien con el devenir del tiempo, y algún que otro percance, los novillos se han convertido en añojos más o menos maduros. Ya desde hace tiempo, la corrida se complementa con un encierro por las calles del pueblo, donde los toros y las vacas hacen un recorrido de unos 200 metros, casi de manera continua durante la noche del 24 de agosto y la mañana del 25, lo que llega a ser algo tedioso y cansino, cuanto más para los pobres animales.

Los toros representan el punto álgido de la fiesta. En mi pueblo, como en otros muchos pueblos de Castilla y de otras partes de España, durante todo el año gran parte de la conversación de los mozos se ve monopolizada por la fiesta taurina del último año y la organización del siguiente. Mucho más, cuando las administraciones, como este último año, han cambiado la norma taurina impidiendo a los lugareños matar a sable a los toros, salvo acreditación previa: toda una tragedia para la tradición y la costumbre popular.

El deterioro de los espectáculos taurinos es notable vayas por donde vayas. Monotonía, tedio, maltrato de toros y brutalidad son denominadores comunes de muchos de ellos. Las administraciones competentes, dada la imposibilidad que tienen muchos ayuntamientos para la normalización de los espectáculos, tienen que poner orden en la materia. Y ¡qué decir de los encierros por el campo! Por lo general, toda una batería de caballistas y ejército motorizado va tras los toros no sólo con grave riesgo para los toros, sino para ellos mismos. Eso sí, acompañados de varios coches y motos de la Guardia Civil a los que dicha ocupación detrae gran parte de su tiempo en verano, con gran satisfacción de alguno de sus mandos, que les convierte en protagonistas principales del espectáculo.

No podemos seguir teniendo espectáculos en el siglo XXI con características propias del siglo XVII. España ha cambiado mucho; y, en esta materia, incluso en algún caso, vamos a peor. Aun respetando y entendiendo la fiesta taurina, es necesario huir de lo chabacano y poner orden e imaginación para que ésta resulte vistosa y respetuosa con los animales bravos.

Los novillos de Sangarcía seguirán emocionado a todos los que nos hemos criado en una cultura taurina desde niños y hemos vivido la fiesta del pueblo en torno a ellos. Pero bienvenidos sean los nuevos bríos. Tenemos que dar un nuevo enfoque a nuestra fiesta si en un futuro queremos que persista y no nos avergoncemos de ella fuera de nuestro medio. Y eso nosotros, que al fin y al cabo no estamos tal mal. ¿Qué decir de aquellos que invitan al espectáculo de la barbarie colectiva tomado como base el toro bravo?





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