domingo, 7 de febrero de 2010

Al grano

No está el horno para bollos. La pérdida de confianza de la economía española durante la última semana en los mercados internacionales; la publicación de los últimos indicadores económicos, que ponen de manifiesto la contracción del PIB un 0,1 por ciento en el último trimestre de 2009; y la publicación de la cifra de paro, con un registro de 4.048.000, hacen necesario tomar medidas de “hondo calado” que permitan devolver la confianza en nuestra economía y abordar los problemas estructurales que padece desde el siglo XIX para poder crear empleo y generar bienestar.

El Gobierno ha tenido la valentía de proponer una profunda reforma de las pensiones. Se trata de una medida muy impopular, pero es la única manera de garantizar el cobro de las pensiones más allá del 2030. Es una medida que no gusta a la población en general, ni a los sindicatos, y que se habrá de complementar con cuantas otras actuaciones sean necesarias para garantizar el equilibrio financiero del sistema de pensiones.

El Gobierno no puede dilatar la puesta en marcha de la reforma laboral. Empresarios y sindicatos llevan mucho tiempo mareando la perdiz. El paro y el deterioro de nuestras finanzas públicas hacen necesario y urgente adoptar medidas que permitan flexibilizar el mercado laboral, acabar con la dualidad del mercado, donde las personas más jóvenes y mejor preparadas están sufriendo sus efectos perversos. Pero es necesario también adaptar los convenios laborales, de forma que se garantice la competitividad y la supervivencia de las empresas, y así del empleo.

Las medidas genéricas anunciadas aportan poco. Si los sindicatos y las empresas no mueven ficha, el Gobierno debe plasmar un conjunto de medidas que permitan dar respuesta a los retos que tiene la economía española en el ámbito laboral para mejorar la competitividad y la productividad y reducir el gasto público. La reforma laboral por sí misma no crea empleo, pero es el sustrato que necesita la economía española para avanzar en un nuevo modelo productivo, dotarla de mayor versatilidad y generar confianza.

El Gobierno ha anunciado también un ‘Plan de Austeridad’ apara avanzar en el ‘Plan de Estabilidad’ comprometido con Bruselas, que conlleva reducir el déficit público de un 11,3 por ciento en 2003 a un 3 por ciento en 2013, y controlar el crecimiento de la deuda pública que pasará del 55, 2 por ciento al 74,1 por ciento en 2013. Un objetivo difícil, pero imprescindible de cumplir si queremos seguir gozando del bienestar que tenemos.

La crisis ha puesto de manifiesto las debilidades estructurales de la economía española durante muchos, muchos años. La entrada en Europa hace necesario converger nuestra economía con las economías occidentales más avanzadas. Aznar dio pasos a costa de vender empresas públicas y colocar amiguetes en su dirección para garantizar su futuro y el de su hija –una vergüenza total-, y poco más; ahora se requieren grandes reformas que, sin duda, serán impopulares, pero son necesarias y urgentes. Es posible que los sindicatos y los empresarios no las entiendan, pero tampoco muchos de los que tienen trabajo.

Gobernar es decidir, y el Gobierno está tomando ya las decisiones que tiene que tomar. Ha de seguir avanzando y poner su mirada en el horizonte, que no es precisamente la fecha electoral. Actuaciones como las del ministro de Fomento en la problemática de los controladores aéreos nos llenan de orgullo a todos los españoles.




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