domingo, 2 de noviembre de 2014

Hastío político



La gente está harta y hastiada de la política y los políticos. La falta de repuesta ante la crisis y la corrupción son las causantes de esta situación. Este último mes de octubre ha sido el periodo que más casos de corrupción ha sacado a la luz en los últimos años. En este momento hay más de 127 personas que están siendo investigadas en cuatro sumarios por corrupción: la Operación Púnica; el Caso Gürtel; Caso tarjetas “Black” de Caja Madrid y el Caso Pujol.

Como consecuencia, hoy ser político está mal visto y la política está devaluada. Desde la transición democrática hasta hoy su valoración nunca había estado tan baja. En estos momentos, por suerte, el Estado es más trasparente que nunca, y la política, y su forma de manifestarse, han cambiado drásticamente. Hoy no se tapa nada y los políticos están más expuestos que nunca y con una responsabilidad obligada de rendición de cuentas ante sus electores.  La corrupción es algo que forma parte del pasado, pero que no puede estar presente en el futuro; no solo de la vida pública, sino de la sociedad española.

La corrupción es un auténtico drama para todos los españoles, pero en especial para los que estamos en primera línea de la acción política y nuestras personas allegadas. Se juzga en todo momento a justos por pecadores. A lo largo de mi dilatada experiencia pública como funcionario y político me he encontrado mayoritariamente con gente honesta y honrada. Es injusto. No se puede meter a todos los políticos en el mismo saco, ni a todos los funcionarios. Yo me atrevo a reivindicar su dignidad.

Una minoría, aunque haga mucho ruido, no puede poner bajo sospecha al resto de las personas que tienen una clara vocación de servicio público, y actúan con dedicación y generosidad anteponiendo en la mayoría de los casos el interés general a su interés particular. Yo puedo dar fe que una inmensa mayoría de las personas que militan en el PSOE, al menos en mi agrupación provincial de la que soy secretario general, su participación como alcalde, concejal o militante del partido les cuesta tiempo y dinero. Suelen ser personas de convicciones firmes y con un alto nivel de conciencia social.

La condición humana no siempre se adhiere a conductas firmes y de compromiso social. En ningún caso seré yo quien lo justifique. Pero es una realidad constatable. Como también se constata un mayor compromiso de los políticos de izquierda que de los de derechas. Nosotros en el PSOE aprendimos mucho del daño que nos hizo aquel “golfo” que tuvimos como director general de la Guardia Civil. Desde ese momento, el PSOE tomó medidas cautelares. Hoy disponemos de un Código Ético y en su día promovimos la mayor trasparencia posible en la acción política. Hoy, si se conoce el patrimonio de los parlamentarios, es gracias a la iniciativa de un Gobierno socialista. Eso no evita que pueda aflorar algún corrupto, pero va en su condición, no en la del partido.

Lo que nos sorprende en estos momentos es la laxitud del partido del Gobierno ante la corrupción en el momento que estamos viviendo. La corrupción se ha manifestado como sistémica en el PP. Basta hacer un recorrido por los sumarios abiertos y el número de personas imputadas del PP para darse cuenta de que el problema tiene un origen causal definido: la financiación del propio partido. Y, aún así, no han tomado medidas. Quieren un “pacto anticorrupción” para lavarse la cara y colocarnos a todos a su nivel, con el ánimo de confundir a la opinión pública, pero no han movido ficha. Eso sí, en un tiempo récord han propiciado el paso de sus ministros corruptos, el Sr. Matas, al régimen abierto, gracias a la buena disposición de la Junta de Tratamiento del centro penitenciario segoviano.  

El Gobierno del PP tiene que tomarse en serio el problema de la corrupción. Es el cáncer del sistema democrático y el mayor factor de corrosión de la sociedad. Solo así se evitará el hastío político y se sentarán las bases para generar confianza, salir mejor de la crisis y crear bienestar.   

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