Ayer, paseando con las calles de Segovia, un viejo amigo me decía que la
puesta en escena de estas elecciones municipales y autonómicas le recordaba a
las primeras de la transición democrática del 78. Y lo cierto es que el reflejo
en la calle es el mismo, al menos en cuanto a la diversidad de la cartelería.
Otra cuestión es la ilusión. En aquella época la había, ahora no se percibe.
Puede ser que la madurez enmascare la percepción de la juventud. Pero me temo
que no.
Sólo en la ciudad de Segovia se han presentado 11 candidaturas
diferentes. Y en las autonómicas otras tantas. Esto debiera ser un indicador de
salud democrática; pero, cuando uno se pregunta y analiza cuál es la motivación
de las mismas, las conclusiones resultan preocupantes.
A los partidos tradicionales de izquierdas y derecha, se han unido una
serie de partidos emergentes, unos de ámbito nacional y otros local. Es lógico
que cualquier proyecto político que se precie tenga su proyección en el campo
local; lo contrario es difícil de entender por la inconsistencia del proyecto. Esto
está ocurriendo. Se trata de preservar la marca y evitar riesgos ante
candidatos descontrolados. Se antepone así el interés del partido al de los
ciudadanos, lo que no impide que exista un sucedáneo con una toponimia similar.
Eso sí, sin proyecto ni señas de identidad. Se trata de aprovechar las
elecciones para ganar notoriedad.
Otros partidos, en especial en el ámbito local, han surgido al albur de las necesidades de
sus propios candidatos. Bien sea por un efecto de notoriedad, de ocupación
personal ante otra falta de alternativa e incluso de posibles futuras rentas, o
incluso de odio y desprecio hacia una opción alternativa que no les ha hecho un
hueco en su lista. De todo hay. Y así es la condición humana. Desde el punto de
vista político poco tienen que decir. Carecen de proyecto para la ciudad y, si
me permiten, hasta de la debida sensatez. La misma que demuestran militando un
día en un partido político y presentándose como valedores de sus esencias, y al
día siguiente militando en otro instrumental creado para la ocasión del
momento.
En este concurso electoral también hay quienes se presentan como
partidos nuevos a pesar de llevar tiempo en el ruedo
electoral. Las viejas caras de distinta procedencia e incluso múltiple, les
delatan. Otros y sus candidatos siguen profundizando en el odio que promovió su
fundación y han intentado inocular durante todo este tiempo. Claro, que así les
va.
Toda esta pléyade de oferta electoral irreal en la mayoría de los casos
puede contribuir a distorsionar la gobernanza de los pueblos y ciudades de
España. En esta ocasión es más necesario que nunca votar sobre seguro, no a la
falsa imitación con tintes personalistas y sectarios. De lo contrario, querrán
convertir a los ciudadanos en cómplices de los pillos y vividores, que no
acabarán sacando nada, pero sí perjudicarán a la voluntad mayoritaria del voto
y entorpecerán el futuro de los ciudadanos.
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