domingo, 10 de mayo de 2015

Distorsión de la gobernanza



Ayer, paseando con las calles de Segovia, un viejo amigo me decía que la puesta en escena de estas elecciones municipales y autonómicas le recordaba a las primeras de la transición democrática del 78. Y lo cierto es que el reflejo en la calle es el mismo, al menos en cuanto a la diversidad de la cartelería. Otra cuestión es la ilusión. En aquella época la había, ahora no se percibe. Puede ser que la madurez enmascare la percepción de la juventud. Pero me temo que no.

Sólo en la ciudad de Segovia se han presentado 11 candidaturas diferentes. Y en las autonómicas otras tantas. Esto debiera ser un indicador de salud democrática; pero, cuando uno se pregunta y analiza cuál es la motivación de las mismas, las conclusiones resultan preocupantes.

A los partidos tradicionales de izquierdas y derecha, se han unido una serie de partidos emergentes, unos de ámbito nacional y otros local. Es lógico que cualquier proyecto político que se precie tenga su proyección en el campo local; lo contrario es difícil de entender por la inconsistencia del proyecto. Esto está ocurriendo. Se trata de preservar la marca y evitar riesgos ante candidatos descontrolados. Se antepone así el interés del partido al de los ciudadanos, lo que no impide que exista un sucedáneo con una toponimia similar. Eso sí, sin proyecto ni señas de identidad. Se trata de aprovechar las elecciones para ganar notoriedad.   

Otros partidos, en especial en el ámbito local,  han surgido al albur de las necesidades de sus propios candidatos. Bien sea por un efecto de notoriedad, de ocupación personal ante otra falta de alternativa e incluso de posibles futuras rentas, o incluso de odio y desprecio hacia una opción alternativa que no les ha hecho un hueco en su lista. De todo hay. Y así es la condición humana. Desde el punto de vista político poco tienen que decir. Carecen de proyecto para la ciudad y, si me permiten, hasta de la debida sensatez. La misma que demuestran militando un día en un partido político y presentándose como valedores de sus esencias, y al día siguiente militando en otro instrumental creado para la ocasión del momento.

En este concurso electoral también hay quienes se presentan como partidos  nuevos  a pesar de llevar tiempo en el ruedo electoral. Las viejas caras de distinta procedencia e incluso múltiple, les delatan. Otros y sus candidatos siguen profundizando en el odio que promovió su fundación y han intentado inocular durante todo este tiempo. Claro, que así les va.

Toda esta pléyade de oferta electoral irreal en la mayoría de los casos puede contribuir a distorsionar la gobernanza de los pueblos y ciudades de España. En esta ocasión es más necesario que nunca votar sobre seguro, no a la falsa imitación con tintes personalistas y sectarios. De lo contrario, querrán convertir a los ciudadanos en cómplices de los pillos y vividores, que no acabarán sacando nada, pero sí perjudicarán a la voluntad mayoritaria del voto y entorpecerán el futuro de los ciudadanos.     



     


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