jueves, 24 de agosto de 2017

Aullidos estivales



El verano siempre es una época propicia para difundir mensajes y buscar notoriedad en las propuestas políticas. Si bien es cierto, que  son muchos los españoles que en esa época están de vacaciones, y aparentemente desconectan de la realidad cotidiana, entre ellas el seguimiento de noticias, y la actividad informativa de los medios de comunicación es menos intensa que en otras épocas del año, sin embargo la realidad es muy distinta. El descanso genera una mayor avidez por la información y esta se digiere de una forma más sosegada y crítica. Las fuentes de información primarias se reducen considerablemente y se multiplica la actividad en las redes. Todo ello crea un clima propicio para que los políticos y formaciones más inquietas se lancen a la conquista de lectores, oyentes y televidentes. El problema radica en que en muchos casos lo único que estos perciben son aullidos estivales, sin más, que lejos de persuadir a sus receptores les alejan aún más de quienes los emiten.

Este último verano está siendo paradigmático en aullidos, o si lo prefieren en la trasmisión de sandeces y tonterías poco meditadas que en términos netos no aportan nada más que ruido. Creo que no hay ni una sola formación política de ámbito nacional que pueda salirse de este espectro. Todos compiten por aparecer en los medios día tras día para ganar notoriedad, aprovechando que la competencia en principio no tiene una mayor barbaridad que aportar que la propia. Si se carece de una propuesta o contenido consistente, da igual; se da a la máquina de pensar excentricidades. Hay que tener en cuenta que para que la propuesta informativa tenga éxito ha de ser singular, debe diferenciarse claramente del contario y propagarse en los medios como si se tratarse de una epidemia, y a su vez complementarla en las redes sociales. 

El alcalde de Sabadell ha sido uno de los que nos ha deleitado con las mayores ocurrencias de verano. Ha llegado a contratar una consultora para ilustrarnos a todos los españoles con sus finezas. Ahora resulta que todos los grandes autores de la literatura española, entre ellos Machado, son sospechosos de formar parte de una cultura españolista anticatalana. Claro que otras han abogado por pedir el auxilio a la ONU ante una potencial aplicación de un precepto constitucional en Cataluña. Está claro que el denominado procés parece estar inoculando un virus maligno que altera el equilibrio neuronal. Lo hemos visto estos días con el desgraciado atentado de las Ramblas. El presidente de la Generalitat, con el consejero de Interior y el mayor de los Mossos de Escuadra, se han lanzado instrumentalizando la seguridad ciudadana a una campaña para demostrar la consistencia de un hipotético futuro estado catalán. Se han prodigado en todos los medios de comunicación, en lugares emblemáticos, como el Nou Camp con traje de campaña, y han intentado monopolizar toda la información y acaparar el protagonismo de su actuación. Por cierto, no exenta de polémica a nada que se analice con espíritu crítico su actuación. Sólo el shock provocado por el trágico suceso de Las Ramblas y la necesaria unidad en la lucha antiterrorista puede explicar el pacto de silencio político y mediático. Tomemos nota para el futuro.

Venezuela nos ha dejado alguno de las momentos más notables de este esperpento de verano. Hemos podido oír y ver como el dictador Maduro era presentado por la vanguardia pseudoprogresista de este país, integrada por Podemos e IU, con voces de Echenique y Garzón, como el adalid de la izquierda ortodoxa. Claro, que poco afortunado ha estado otra vez el alcalde de Valladolid sacando la cara por el régimen venezolano y culpando de la situación a todos los venezolanos. No le ha faltado tiempo al ideólogo en la sombra del nuevo PSOE para recordar que uno puede ser alcalde de su ciudad, pero no alcalde del mundo; al menos así lo ven desde Cataluña, a la vez que intenta sacarle del sopor que le produce el tema catalán al ocurrente alcalde vallisoletano. El verano también nos ha recordado que Madrid puede convertirse en una nación –oportunidad única, sin duda-, y que la Guardia Civil cuando actúa bajo órdenes puede convertirse en esquiroles del poder. Interesantes reflexiones para no echar en olvido.

Hay quienes han utilizado el verano para esconderse y evitar que se hablen de ellos. Y si no que se lo pregunten al ministro de Justicia. Entre tanta majadería, él y otras como la ministra de Empleo, han tenido un verano como jamás nunca hubiesen soñado. ¿Quién se acuerda ya de sus tropelías? O el propio Rajoy, quien siempre aprovecha la falta de marcaje para potenciar su presencia de hombre de Estado. Van a tener la oportunidad de presenciarlo si a al final cuadra para la última semana de agosto la comparecencia en pleno del presidente. Se escabullirá, una vez más, y acabará recordando e instrumentalizando la actuación del Gobierno en la crisis catalana y el atentado, y recordará uno a uno los aullidos de verano. Tiempo al tiempo.

El verano es una magnífica oportunidad para hacer llegar propuestas y mensajes consistentes. Algunos lo sabemos bien por experiencia. Pero para ello ha de existir una base sustantiva y nunca improvisada. La información sin fundamento no sólo se convierte en ruido sino que al final se vuelve como un boomerang. El populismo es pan para hoy hambre para mañana. Aprender de los errores siempre es una gran inversión de futuro. Esperemos que el próximo verano ofrezca más consistencia informativa y menos ruido. Por el bien de todos.  



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