Las elecciones gallegas han devuelto la euforia al PP. Vuelven a ser ellos en estado puro: altivos, soberbios y prepotentes. Se sienten ya ganadores de las próximas elecciones generales, que son las que ellos entienden que les legitiman y con las que sueñan. Feijó ha dado un respiro a Rajoy cuando más lo necesitaba. No obstante, el camino es largo y aún queda mucho recorrido antes de la próxima cita electoral nacional: las elecciones europeas y las municipales, entre otras.
El triunfo popular en Galicia entraba dentro de las posibilidades. La diferencia de votos era muy reducida y, como ha reflexionado Pepe Blanco, la coalición ha trasladado en muchas ocasiones más ánimo de competir entre ellos que de servir a los gallegos. Y así es difícil alcanzar la meta; amén de otras cuestiones no menores. Las elecciones vascas sirven también de acicate a los populares para sacar pecho. No han mejorado resultados, pero son árbitros, y esta tarjeta de presentación les sirve para alimentar la esperanza. Mucho más cuando son conscientes de que el Gobierno del PSOE en el País Vasco resta apoyos al Gobierno socialista para sustentar la mayoría parlamentaria.
Sin embargo, el PP está claramente tocado. La “santa desvergüenza” con la que han venido ejerciendo la acción política, como está poniendo de manifiesto el caso Gürtel o de “espionaje madrileño”, les coloca en una posición muy difícil en cuanto a credibilidad pública. A pesar de ello, se echa en falta una oposición más firme por parte del PSOE ante esta situación. Parecemos hermanitas de la caridad. Somos distintos, en efecto, pero “al pan, pan; y al vino, vino”. No puede ser que quien ha estado organizando grandes eventos electorales, gastándose en publicidad todo lo habido y por haber; quienes han adjudicado contratos a amiguetes para después recibir prebendas personales y políticas, se vayan impunes políticamente; porque la carga penal por los delitos y faltas cometidas hace suponer que no escaparan de la justicia.
La euforia popular no puede llevarnos a una situación de nerviosismo en ningún caso. Nos encontramos ante la mayor crisis económico financiera del último siglo, pero la estamos afrontando con seriedad y rigor, arrimando el hombro como dice el presidente, y con toda la oposición intentando desgastarnos, con el PP a la cabeza. El trabajo y el esfuerzo darán sus frutos y los ciudadanos españoles nos reconocerán el esfuerzo realizado. Es fundamental no cometer errores. Por eso, es difícil entender la envidia expresada por Solbes hacia la situación del ex-ministro Bermejo; el mensaje velado de un cambio inminente de gobierno o la riña a los subsecretarios. Son gestos que nos debilitan ante la opinión pública y que no reflejan la realidad del entusiasmo y el proyecto socialista. Hoy más que nunca España nos necesita, y lo que no necesita son vividores. Galicia pronto contará con uno al frente, y si no que se lo pregunten a los que aún están sufriendo las consecuencias de las decisiones en Correos, o los grandes desaguisados que dejaron en el antiguo Insalud.
El triunfo popular en Galicia entraba dentro de las posibilidades. La diferencia de votos era muy reducida y, como ha reflexionado Pepe Blanco, la coalición ha trasladado en muchas ocasiones más ánimo de competir entre ellos que de servir a los gallegos. Y así es difícil alcanzar la meta; amén de otras cuestiones no menores. Las elecciones vascas sirven también de acicate a los populares para sacar pecho. No han mejorado resultados, pero son árbitros, y esta tarjeta de presentación les sirve para alimentar la esperanza. Mucho más cuando son conscientes de que el Gobierno del PSOE en el País Vasco resta apoyos al Gobierno socialista para sustentar la mayoría parlamentaria.
Sin embargo, el PP está claramente tocado. La “santa desvergüenza” con la que han venido ejerciendo la acción política, como está poniendo de manifiesto el caso Gürtel o de “espionaje madrileño”, les coloca en una posición muy difícil en cuanto a credibilidad pública. A pesar de ello, se echa en falta una oposición más firme por parte del PSOE ante esta situación. Parecemos hermanitas de la caridad. Somos distintos, en efecto, pero “al pan, pan; y al vino, vino”. No puede ser que quien ha estado organizando grandes eventos electorales, gastándose en publicidad todo lo habido y por haber; quienes han adjudicado contratos a amiguetes para después recibir prebendas personales y políticas, se vayan impunes políticamente; porque la carga penal por los delitos y faltas cometidas hace suponer que no escaparan de la justicia.
La euforia popular no puede llevarnos a una situación de nerviosismo en ningún caso. Nos encontramos ante la mayor crisis económico financiera del último siglo, pero la estamos afrontando con seriedad y rigor, arrimando el hombro como dice el presidente, y con toda la oposición intentando desgastarnos, con el PP a la cabeza. El trabajo y el esfuerzo darán sus frutos y los ciudadanos españoles nos reconocerán el esfuerzo realizado. Es fundamental no cometer errores. Por eso, es difícil entender la envidia expresada por Solbes hacia la situación del ex-ministro Bermejo; el mensaje velado de un cambio inminente de gobierno o la riña a los subsecretarios. Son gestos que nos debilitan ante la opinión pública y que no reflejan la realidad del entusiasmo y el proyecto socialista. Hoy más que nunca España nos necesita, y lo que no necesita son vividores. Galicia pronto contará con uno al frente, y si no que se lo pregunten a los que aún están sufriendo las consecuencias de las decisiones en Correos, o los grandes desaguisados que dejaron en el antiguo Insalud.
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