lunes, 18 de julio de 2011

Decoro político

El historiador griego Plutarco, en su narración sobre la ‘Vida de Julio César’, afirmó que “a la mujer del César no le basta con ser honrada, sino que, además, tiene que parecerlo”. Hoy esa afirmación, salvando los tiempos y las costumbres, es perfectamente trasladable a la vida política. Los políticos, como servidores públicos, hemos de ser un referente social en el ejercicio de nuestra actividad, y trasladar a nuestra vida personal la dignidad y respeto como los representantes populares que a priori nos otorga nuestro papel institucional.

Durante esa última semana, sin embargo, las aguas han andado revueltas. El procesamiento del presidente de la Generalitat Valenciana; el caso Murdoch con la puesta en escena, una vez más, de las andanzas del ex presidente del Gobierno del PP; y las presuntas andanzas nocturnas de un senador socialista, circunstancia que se repite una y otra vez en el ámbito parlamentario. Basta recordar la detención del presidente de Nuevas Generaciones del PP, y también diputado nacional, hace unos meses en La Castellana, por conducir con una tasa de alcohol muy por encima de la permitida legalmente. La hemeroteca está salpicada de actitudes impropias de los parlamentarios en la noche madrileña.

Todas estas situaciones contribuyen al desprestigio de los políticos españoles. Se acuña así, día tras día, una imagen de vividores. Sin embargo, la realidad es muy diferente. Quienes actúan sin ningún tipo de decoro son una minoría que no representan a la inmensa mayoría que día a día desarrollamos nuestra labor de servicio público.

La responsabilidad y el decoro están asociados a la actitud de las personas que ejercen la acción política. El presidente Camps, una vez, procesado debiera presentar su dimisión, como en su momento hizo el presidente de la Junta, Demetrio Madrid, a pesar de que después fue absuelto. Pero se trata de una decisión personal que denota, por parte del presidente Camps, una falta de respeto por sus electores y una convicción democrática débil. En esa misma línea se mueve la diputada Ana Mato. Ella que ha sido beneficiaria directa de prebendas del caso Gürtel, tal y como se recoge en el sumario, se ha atrevido a decir que “Camps es una persona honrada”. Por dignidad y respeto a los ciudadanos debiera permanecer callada.

Y qué decir del Sr. Aznar. Estos días hemos conocido que cobra 156.000 euros por pertenecer al Consejo de Murdoch. Un ex presidente sin escrúpulos, que está rentabilizando personalmente su paso por el gobierno mediante su participación en lobbys económicos en los que su yerno tiene un papel esencial. Sin comentarios.

En un plano distinto, pero no por ello menos grave, se encuentran los vividores de la noche que ponen en escena sus bajas pasiones, en muchos casos quebrando derechos fundamentales de los que debieran ser garantes. Predicar con el ejemplo es importante, sobre todo si se quiere tener respeto y dignidad.

Por suerte, los que viven al margen del debido decoro que requiere y merece la vida política son muy pocos. Pero hay que ver el daño que hacen estos pocos.





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