Pedro Sánchez ha afirmado que el “mayor patrimonio que tenemos los
socialistas es la trasparencia”. En efecto, así es. El PSOE es un partido
transparente. Su dirección ha hecho públicas las cuentas y el patrimonio del
partido, al igual que los ingresos de su secretario general y demás miembros de
la Comisión Ejecutiva Federal. Y el resto de los dirigentes del partido lo irán
haciendo público paulatinamente a través de los diferentes portales de
transparencia que ya se están poniendo en marcha en cada ámbito territorial.
El Grupo Parlamentario Socialista también ha hecho público estos días
que a partir de la próxima semana publicará todos los viajes y agendas de su
parlamentarios, tras el escándalo surgido a raíz de los viajes del presidente
de la Junta de Extremadura a Tenerife pagados con fondos públicos del Senado.
Todo aquello que se financia con fondos públicos tiene que ser
transparente. Forma parte de la responsabilidad social colectiva de las
instituciones y sus cargos públicos con los contribuyentes, que a través del
pago de sus impuestos posibilitan el funcionamiento de la Administración. No
puede haber pretextos para no explicar a los ciudadanos hasta dónde va el
último euro. Pero además la transparencia permite mejorar la eficiencia del
sistema y evitar el fraude. Se trata de una cuestión de higiene democrática.
Así lo ha entendido el PSOE desde hace tiempo. La crisis económica ha
acelerado la cultura de la trasparencia y su extensión a los diferentes ámbitos
del Estado financiado con recursos públicos. Por eso, hemos propuesto en los
últimos años propuestas para mejorar la transparencia de la Administración. El
PP las ha rechazado sistemáticamente tanto en el Parlamento nacional, como en
los autonómicos; hasta que se ha visto acorralado por la propia percepción
pública de su actitud ante la corrupción, y el alto número de corruptelas en su
partido y en las instituciones que gobierna. Lo hemos podido comprobar estos
días en la Cortes de Castilla y León. Allí donde se negaron, ahora hacen todo
lo posible para parecer como adalides del proceso de transparencia.
Esta última semana en el Congreso, en la comisión de Hacienda, se
sometió a votación la propuesta del Gobierno para nombrar a la nueva presidenta
del Consejo de Transparencia. Para ello, sin ningún rubor, el ministro de
Hacienda ha propuesto a una subordinada suya para que vele por la
transparencia. Verlo para creerlo. Ahora resulta que el “controlado está
eligiendo al controlador”, como afirmó el diputado Álvaro Anchuelo de UPyD. Un
cargo que debiera haberse elegido por unanimidad, pero que, una vez más, el PP
nos ha impuesto para mayor vanagloria de la susodicha, que ego no le falta. Y
falta de visión tampoco.
El PP contempla la transparencia como algo instrumental para sus
propios fines, pero creer, creer, lo que se dice creer, poco. Así es el PP:
sinónimo de la oscuridad y de lo opaco como baluarte de su acción de gobierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario