domingo, 21 de febrero de 2016

Brexit a lo británico



En el último Consejo de Europa el Reino Unido ha conseguido multitud de concesiones con la finalidad de evitar la salida de la Unión Europea. Los británicos se han salido con la suya. Hoy Europa es menos social y solidaria que antes de la cumbre. A cambio hemos salvado la hecatombe e incertidumbre que hubiese supuesto el desmembramiento progresivo de la UE, no sólo en lo económico sino también en lo social, salvo que le referéndum del 23 de junio depare sorpresas no esperadas.    

La amenaza del Brexit se ha vuelto a imponer una vez más. El creciente sector euroescéptico de su población, que de un modo transversal está representado tanto en las filas de los gobernantes conservadores, como entre cierto sector laborista, además del partido xenófobo UKIP, recibe así importantes concesiones. Cameron lo justifica como la necesidad de “un estatus especial” de la Unión Europea para remediar aquello que no funciona para su país. 

El Reino Unido, desde su incorporación a la UE en los 80, apostó por un espacio de libre comercio, y nunca en una Europa social. Siempre han manifestado un rechazo del control político de las orientaciones económicas. No se pueden decir que hayan sido incoherentes en sus planteamientos. El problema es para el resto de los países frente a la singularidad británica. 

El efecto contagio al resto de los países no tardará en llegar. Países como Alemania y Austria intentarán seguir la misma senda, la modificación del contrato social.  Europa es evidente que no cuenta con un proyecto político unitario. 

De los 13 países que ingresaron en la UE después de 2014, Polonia, Hungría, República Checa, Rumanía, Bulgaria y Croacia aún no han adoptado el euro. Reino Unido Y Dinamarca tienen una cláusula de excepción para la moneda. El euro como moneda única en todos los países de la UE está cada vez más lejos.

La libre circulación para los ciudadanos fue incorporada en el Tratado de Maastricht en 1992. Pero no es irreversible ni inmune. En estos momentos se encuentra en su punto más crítico. La crisis de los refugiados y el terrorismo puede restringir e incluso suprimir el espacio Schengen. La amenaza británica da un paso en esa dirección. 

En  todo este proceso hay unos claros perdedores: los más desfavorecidos de los pueblos de Europa, que no son precisamente los británicos. 


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