“To be o not to be,
that is the question”. Esta frase de
apertura de un soliloquio de la obra de Shakespeare Hamlet perfila a la
perfección lo que debe de ser el espíritu de la política. Se puede hacer Política en mayúsculas, o jugar a la
política; se puede hacer política basura,
a veces sinónimo de política
espectáculo, o política con vocación
de servicio público, orientada a dar respuesta a los problemas de la
ciudadanía, y no como manifestación de
notoriedad y búsqueda del poder personal. El PSOE estos días ha vuelto a
demostrar que cree más en las oportunidades que ofrece la política de pactos
para dar respuesta a los problemas de los ciudadanos que en la antipolítica.
La política en
mayúsculas se puede hacer desde el Gobierno y desde la oposición. No es fácil y
no todos están cualificados para hacerla. Para ello se ha de contar con un sustrato
ideológico firme y un proyecto de país. El oportunismo político no es buen
compañero de viaje para estos fines, y la superficialidad y frivolidad tampoco.
Las giras promocionales, menos. El
pueblo soberano es intuitivo y sabio. Antes o después elige lo que considera
mejor para la defensa de su bienestar futuro, huyendo del sobresalto y el
esperpento.
Quien haya seguido
la actividad parlamentaria estas últimas semanas habrá podido comprobar que se
han fraguado importantes acuerdos para dar repuesta a grandes retos políticos
de nuestro país. Se ha producido la mayor subida del salario mínimo en los
últimos 30 años; se ha posibilitado la inyección de 4.000 M€ más para sostener
la gestión del Estado del Bienestar por las Comunidades Autónomas; se ha
avanzado en un pacto de financiación territorial; se han marcado las líneas de
un nuevo pacto educativo, imposible en todos los años de democracia; se ha
concertado un nuevo acuerdo para salvar el sistema de pensiones y la última
Comisión Constitucional del Congreso ha comenzado a encauzar la reforma
constitucional, amén de la supresión de la Ley Mordaza. En todas estas líneas de
acción política ha estado presente el PSOE, y serán posibles gracias a él.
“La búsqueda del
conflicto social” y el “no es no” están lejos de los ideales de la izquierda.
La sociedad reclama de la Política soluciones a sus problemas y no deformar la
realidad para adaptarla a lo que cada uno considera su ortodoxia ideológica.
Flaco favor se hace a los más desfavorecidos de nuestro país cuando en su
nombre se defienden propuestas imposibles que llevarían a crear un ejército de
parados. O cuando se dice que se reclama la defensa de la Constitución pero no
se defiende en la comisión en la que se debate, ante la prioridad de sacarse
una foto de protesta con los trabajadores de una gran empresa ante la sede del
partido de gobierno.
España necesita hoy
más que nunca estabilidad y diálogo ante la fragmentación política. La cultura
de pactos puede hacer de una legislatura que se presumía corta e infructuosa,
la gran legislatura de la democracia para hacer una transformación real en
grandes temas estancados desde hace tiempo. Algunos pueden seguir pensando que
“cuanto peor mejor” para alcanzar su nicho de poder. Los que creemos en la
política pensamos que el reparto de la riqueza y el bienestar sólo se puede
lograr haciendo política en mayúsculas.
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