miércoles, 7 de diciembre de 2016

Reforma constitucional



La Constitución del 78 acaba de cumplir 38 años. A pesar de su madurez y de algunos achaques asociados a determinadas disfunciones sociales como consecuencia del paso del tiempo, sus preceptos han contribuido a generar la mayor etapa de bienestar que nunca conociesen los españoles en su historia. Determinados sectores sociales abogan por su reforma y otros incluso reivindican un nuevo proceso constituyente. ¿Es necesario proceder a una reforma constitucional? ¿Con qué alcance en su caso? ¿Qué aportaría?  Y, ¿qué condiciones se han dar para proceder a su reforma? Estas son algunas de las cuestiones a las que debiéramos dar respuesta para iniciar una reforma constitucional. 

La Constitución del 78 es fruto de un momento histórico para dar salida a una dictadura que atenazaba al pueblo español. Contó con un amplio consenso y muy poca oposición. Una Carta Magna que nos dotaba de un marco de libertades y derechos como ninguno de los anteriores textos constitucionales lo había hecho. Perfilaba un modelo territorial inconcluso y continuista del iniciado con la Constitución del 31. Y otorgaba legitimidad a la institución de la Corona, como símbolo de la unidad y permanencia del Estado español, entre sus grandes rasgos.

El tiempo ha puesto de manifiesto algunas disfunciones. El Título VIII está pidiendo a gritos una concreción clara y precisa de las competencias territoriales que eviten las tensiones continuas que se producen entre diferentes comunidades, en especial las históricas, y el Estado. Muchas de ellas asociadas al modelo de financiación, que no necesariamente requiere un cambio constitucional. Es urgente dar un nuevo encaje constitucional al Senado como auténtica cámara territorial en el marco de un modelo Federal. Y modernizar el Poder Judicial garantizando su independencia y neutralidad política y evitando las interacciones entre poderes. Asimismo, es necesario reforzar y garantizar determinados derechos y perfeccionar el sistema de representación.

La Constitución ha de ser un proyecto de todos; no excluyente. Se requiere el máximo consenso posible. Superior a dos tercios, tal y como señala el actual texto, para llevar a cabo grandes reformas. De lo contrario, su reforma puede constituir un gran fiasco. Sólo con compromiso se puede abordar una reforma. En el momento actual no se dan estas circunstancias. Las nuevas fuerzas emergentes presentan opciones radicalmente diferentes: unos abogan por el derecho a decidir junto con los independentistas; y otros apuestan por un mayor centralismo. Los dos partidos tradicionales, la derecha y la izquierda, aun apostando por modelos distintos pudieran encontrar puntos de encuentro consensuados, pero su peso es insuficiente para abordar por sí mismo la reforma constitucional.

La reforma constitucional, con independencia de que se abra la ponencia de estudio en esta legislatura, tendrá que esperar el tiempo necesario hasta que se estabilice la situación política y económica,  y los españoles converjan mayoritariamente en las grandes líneas de su futuro. La CE del 78 seguirá envejeciendo y aportando bienestar a la sociedad española. Su reforma es necesaria pero puede esperar. No por mucho madrugar amanece más temprano.     


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