La Constitución del
78 acaba de cumplir 38 años. A pesar de su madurez y de algunos achaques
asociados a determinadas disfunciones sociales como consecuencia del paso del
tiempo, sus preceptos han contribuido a generar la mayor etapa de bienestar que
nunca conociesen los españoles en su historia. Determinados sectores sociales
abogan por su reforma y otros incluso reivindican un nuevo proceso constituyente.
¿Es necesario proceder a una reforma constitucional? ¿Con qué alcance en su
caso? ¿Qué aportaría? Y, ¿qué
condiciones se han dar para proceder a su reforma? Estas son algunas de las
cuestiones a las que debiéramos dar respuesta para iniciar una reforma
constitucional.
La Constitución del
78 es fruto de un momento histórico para dar salida a una dictadura que
atenazaba al pueblo español. Contó con un amplio consenso y muy poca oposición.
Una Carta Magna que nos dotaba de un marco de libertades y derechos como
ninguno de los anteriores textos constitucionales lo había hecho. Perfilaba un
modelo territorial inconcluso y continuista del iniciado con la Constitución
del 31. Y otorgaba legitimidad a la institución de la Corona, como símbolo de
la unidad y permanencia del Estado español, entre sus grandes rasgos.
El tiempo ha puesto
de manifiesto algunas disfunciones. El Título VIII está pidiendo a gritos una
concreción clara y precisa de las competencias territoriales que eviten las
tensiones continuas que se producen entre diferentes comunidades, en especial
las históricas, y el Estado. Muchas de ellas asociadas al modelo de
financiación, que no necesariamente requiere un cambio constitucional. Es
urgente dar un nuevo encaje constitucional al Senado como auténtica cámara
territorial en el marco de un modelo Federal. Y modernizar el Poder Judicial
garantizando su independencia y neutralidad política y evitando las
interacciones entre poderes. Asimismo, es necesario reforzar y garantizar
determinados derechos y perfeccionar el sistema de representación.
La Constitución ha
de ser un proyecto de todos; no excluyente. Se requiere el máximo consenso
posible. Superior a dos tercios, tal y como señala el actual texto, para llevar
a cabo grandes reformas. De lo contrario, su reforma puede constituir un gran
fiasco. Sólo con compromiso se puede abordar una reforma. En el momento actual
no se dan estas circunstancias. Las nuevas fuerzas emergentes presentan
opciones radicalmente diferentes: unos abogan por el derecho a decidir junto con los independentistas; y otros apuestan
por un mayor centralismo. Los dos partidos tradicionales, la derecha y la
izquierda, aun apostando por modelos distintos pudieran encontrar puntos de
encuentro consensuados, pero su peso es insuficiente para abordar por sí mismo
la reforma constitucional.
La reforma
constitucional, con independencia de que se abra la ponencia de estudio en esta
legislatura, tendrá que esperar el tiempo necesario hasta que se estabilice la
situación política y económica, y los
españoles converjan mayoritariamente en las grandes líneas de su futuro. La CE
del 78 seguirá envejeciendo y aportando bienestar a la sociedad española. Su
reforma es necesaria pero puede esperar. No
por mucho madrugar amanece más temprano.
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