Si algo ha dejado
claro la moción de censura presentada por Podemos es que Pablo Iglesias está
hoy más cerca del infierno que del asalto a los cielos. Y lo que es peor: se ha
roto un mito. Su discurso hueco de casi tres horas de duración -lo que dijo con
20 minutos hubiese sobrado- ha dejado al descubierto sus vergüenzas
parlamentarias. Lejos de ser un intelectual, lo que vimos fue a un
parlamentario que cuando se sale de su discurso victimista y repleto de
descalificaciones se queda sin papel. Sin ideas y bloqueado en las réplicas, le
noqueó Rajoy, que estuvo a punto de dejarlo KO, pero también Ribera y Ábalos.
Su compañera de escaño y "valida" le superó en frescura y habilidad,
a pesar de su innato estado de agresividad y desconfianza permanente hacia todo
lo que no venga de Podemos. E incluso con cara circunspecta aguantó una de las
más duras críticas que una persona puede recibir cuando la diputada de
Coalición Canaria de forma indirecta la calificó de "sumisa".
La moción estaba
planteada a destiempo y tenía como finalidad proyectar la imagen política de
Podemos y de la pareja que lo lidera, aprovechando los momentos de dificultad
por los que atraviesa el PSOE. Los objetivos de Podemos estaban claros. Primero
convertir a su partido en el referente de la oposición de la izquierda; segundo diferenciarse del PSOE y
vapulearlo; y tercero demonizar al PP y presentarlo como el partido que
realmente es: "el partido de la corrupción". No les ha salido bien la
jugada. La moción fue concebida y anunciada pensando que Susana Díaz ganaría
las primarias de su partido. No fue así, lo que ha debilitado sus planes y les
ha complicado mucho su intención de acaparar la izquierda, cuando Pedro Sánchez
ha desarrollado su acción durante este tiempo en el campo de juego que ellos
consideran que tienen el monopolio. Y, en ese sentido, el portavoz del PSOE
hizo un discurso prudente y respetuoso con Iglesias y Podemos, a pesar de
recordarle su abyecta táctica hacia el PSOE en este tiempo.
Algunos, entre
los que me encuentro, echamos en falta en el discurso del PSOE una mayor
diferenciación de su proyecto reformista y socialdemócrata frente al de
Podemos, ya que el primero tiene vocación de gobierno y el segundo de
oposición. Es el único "pero" que se puede poner, agravado por el
hecho de que el señor opositor en su última réplica fue a buscar al portavoz
del PSOE para darle la mano y así
conseguir la imagen gráfica de los medios -lo que consiguió-, y el mensaje de
que PSOE y Podemos son la misma cosa.
Rajoy replicó de
forma no esperada a la portavoz de Podemos. Y a pesar de que la vapuleó desde
el primer momento, la ha hecho grande. Su agresividad y la mansedumbre del
candidato en esta ocasión chocaron con la ironía, los reflejos parlamentarios y
el cainismo del presidente del Gobierno. No tuvo piedad con ellos. En algún
momento parecía que estaba haciendo el
trabajo al PSOE. Pero no; estaba jugando a su favor, y además les ha dado alas
mediáticas y notoriedad, como perseguían. En los próximos días se publicará la
percepción de los ciudadanos y sin ninguna duda ya les anticipo que darán como
ganado a Rajoy. En las réplicas, Iglesias dio muestras manifiestas de que
asumía el rapapolvo y manifestó su impotencia y agradecimiento hacia un Rajoy
que salió a recuperarse de la mala situación que atraviesa el PP después de los
últimos casos de corrupción conocidos y del varapalo del Tribunal
Constitucional con su amnistía fiscal. Se da la paradoja que los populares una
vez más despliegan una batalla virtual contra un monstruo que ellos mismo han
creado, y gracias a ello han conseguido confundir y dividir a la izquierda y es
posible que mantenerse en el poder durante mucho tiempo.
El resultado fue
el esperado. Los 82 votos favorables alían a Podemos con Bildu y ERC que sólo
tienen como objetivo romper el Estado, y un Compromís pizpireta que una vez más
demuestra no tener claro dónde está. Pero ante todo ha quedado claro que
Podemos carece de un proyecto político para gobernar España. Está en la
política de "golpes de efecto" mediático y de ensimismamiento de sus
líderes. Un cáncer para la izquierda de este país y una bicoca para la derecha.
Los aplausos continuados y orquestados de su puesta en escena, y las camisas
blancas y ropa clara de sus diputados con la que acudieron al hemiciclo para
transmitir que son puros y limpios es un gesto simbólico pero no suficiente
para dar la talla política.
Podemos ya está
reclamando una nueva moción de censura para el nuevo periodo parlamentario. Saben que no tienen mayoría ni ellos, ni el
PSOE, si no cuentan con los votos de Ciudadanos. Les da igual. Saben que la
gloria del camino al infierno también les sirve para alcanzar notoriedad aunque
degraden la figura de la moción de censura y eleven al PP a los altares y ellos
se aúpen al ostracismo político. Los ciudadanos no cuentan.
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