La respuesta no plantea ninguna duda: “Intentando tapar
sus múltiples casos de corrupción y anteponiendo sus intereses de partido al de
los españoles”. Para alcanzar ese objetivo para el PP todo vale: la mentira, la
manipulación, la demagogia, la utilización maniquea de las instituciones para
fines espurios…Todo vale con tal de detentar y mantenerse en el poder. La
política para ellos no es una cuestión de servicio público, sino un medio
instrumental para la defensa de sus intereses. Prueba de ello es la laxa
implicación de sus diputados y senadores en los problemas que afectan a sus
vecinos más próximos en las diferentes circunscripciones por las que han sido
elegidos. Los ejemplos los tenemos a la vuelta de la esquina; y la desfachatez
y la prepotencia nunca podrán sustituir ese déficit.
Esta última semana se han aprobado los Presupuestos
Generales del Estado (PGE) para 2017 en el Congreso de los Diputados. Son unos
presupuestos que apuestan por la autocomplacencia y el continuismo. Renuncian a
corregir la enorme brecha de desigualdad como consecuencia de la crisis y no
apuestan por sentar las bases de una economía de futuro que nos permita crear
empleo de calidad y mejorar la productividad del sistema productivo. Son unos
presupuestos de transición confeccionados sobre una base no realista. Para ello
han tomado como referencia el gasto de 2015, desvirtuado por la no disponibilidad
de un gran número de partidas presupuestarias a partir de junio y el cierre dos
meses antes de concluir el ejercicio. Y, no conformes con ello, al gasto de ese
ejercicio le han quitado 5.000 millones de euros. Después han cuadrado los
ingresos a capón, subiendo tres veces más los ingresos tributarios del último
año, pero eso sí, sin subir impuestos. Esa es la forma de presupuestar del Gobierno
del PP.
Los PGE para Segovia son testimoniales. El PP no ha
querido apoyar las iniciativas socialistas para impulsar el desarrollo
industrial, la promoción del turismo y el grave problema de despoblación que
sufre nuestra provincia. Tampoco han apostado por desbloquear la rehabilitación
del Teatro Cervantes, completar la rehabilitación de las murallas de Cuéllar,
dar una alternativa a la travesía de San Rafael o buscar una solución realista
al problema de abastecimiento de agua con el recrecido de El Tejo. Sin embargo,
estos presupuestos sí apuestan por que los pensionistas, con una subida del
0,25 por ciento de sus pensiones cuando la inflación puede llegar al tres,
sigan perdiendo poder adquisitivo, o que los 12.000 empleados públicos
segovianos, con una subida del 1 por ciento de su salario, pierdan al menos dos
puntos; lo que no impide a algún parlamentario popular sacar pecho.
Así las cosas, el principal problema que tiene España en
la agenda política es el desafío secesionista de Cataluña. Un esperpento
político que cabalga ajeno a los intereses de catalanes y españoles. Una acción
populista que está generando un fuerte desgarro económico y social en Cataluña
y el resto del país. El desafío soberanista requiere unidad de acción de todas
las fuerzas políticas constitucionalistas. Lo hecho, hecho está. Bien es cierto
que a lo largo del tiempo Rajoy ha hecho el don Tancredo fiando todo a su
devenir. Pedro Sánchez esta última semana, tomando la iniciativa y llamándole
al presidente del Gobierno a ir todos juntos en el marco del respeto a la
legalidad, ha dado un gran ejemplo al que seguir. Vayamos todos juntos en la
búsqueda de una tercera vía que permita parar la secesión suicida. Y pidamos a
los políticos provincianos de poco alcance que no contribuyan con sus opiniones
mundanas a enturbiar más el patio.
El 13 de este mes se celebrará la moción de censura que ha promovido Podemos. Una iniciativa
promovida a destiempo, no negociada con otros grupos y que sólo tiene como
objetivo frivolizar la acción política. Busca un golpe de efecto mediático más a los que nos tiene acostumbrado el
líder de esa formación. A igual que la del líder popular Hernández Mancha en el
87, sólo servirá para catapultarle al infierno y frustrar las expectativas de
los suyos. La corrupción y los desmanes de los gobiernos populares justificarán
la abstención de algunos grupos, pero nunca su apoyo cuando se carece a todas
luces de mayoría aritmética para que prospere y de proyecto alternativo y liderazgo
por quien la propone.
El PP y sus parlamentarios, al menos los más radicales,
deben ser conscientes de que en momentos como los que atraviesa nuestro país la
templanza es una buena guía de viaje; y el respeto a otras formaciones, la
autocrítica y la humildad, también. Todo se puede aprender, aunque no se
demuestren muchas actitudes para ello. La patria se lleva en el corazón, no en
las tripas.
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