El verano siempre
es una época propicia para difundir mensajes y buscar notoriedad en las
propuestas políticas. Si bien es cierto, que
son muchos los españoles que en esa época están de vacaciones, y
aparentemente desconectan de la realidad cotidiana, entre ellas el seguimiento
de noticias, y la actividad informativa de los medios de comunicación es menos
intensa que en otras épocas del año, sin embargo la realidad es muy distinta. El
descanso genera una mayor avidez por la información y esta se digiere de una
forma más sosegada y crítica. Las fuentes de información primarias se reducen
considerablemente y se multiplica la actividad en las redes. Todo ello crea un
clima propicio para que los políticos y formaciones más inquietas se lancen a
la conquista de lectores, oyentes y televidentes. El problema radica en que en
muchos casos lo único que estos perciben son aullidos estivales, sin más, que
lejos de persuadir a sus receptores les alejan aún más de quienes los emiten.
Este último verano
está siendo paradigmático en aullidos, o si lo prefieren en la trasmisión de
sandeces y tonterías poco meditadas que en términos netos no aportan nada más
que ruido. Creo que no hay ni una sola formación política de ámbito nacional
que pueda salirse de este espectro. Todos compiten por aparecer en los medios
día tras día para ganar notoriedad, aprovechando que la competencia en
principio no tiene una mayor barbaridad que aportar que la propia. Si se carece
de una propuesta o contenido consistente, da igual; se da a la máquina de
pensar excentricidades. Hay que tener en cuenta que para que la propuesta
informativa tenga éxito ha de ser singular, debe diferenciarse claramente del
contario y propagarse en los medios como si se tratarse de una epidemia, y a su
vez complementarla en las redes sociales.
El alcalde de
Sabadell ha sido uno de los que nos ha deleitado con las mayores ocurrencias de
verano. Ha llegado a contratar una consultora para ilustrarnos a todos los
españoles con sus finezas. Ahora resulta que todos los grandes autores de la
literatura española, entre ellos Machado, son sospechosos de formar parte de
una cultura españolista anticatalana. Claro que otras han abogado por pedir el
auxilio a la ONU ante una potencial aplicación de un precepto constitucional en
Cataluña. Está claro que el denominado procés
parece estar inoculando un virus maligno que altera el equilibrio neuronal. Lo
hemos visto estos días con el desgraciado atentado de las Ramblas. El
presidente de la Generalitat, con el consejero de Interior y el mayor de los Mossos
de Escuadra, se han lanzado instrumentalizando la seguridad ciudadana a una
campaña para demostrar la consistencia de un hipotético futuro estado catalán.
Se han prodigado en todos los medios de comunicación, en lugares emblemáticos,
como el Nou Camp con traje de campaña, y han intentado monopolizar toda la
información y acaparar el protagonismo de su actuación. Por cierto, no exenta
de polémica a nada que se analice con espíritu crítico su actuación. Sólo el
shock provocado por el trágico suceso de Las Ramblas y la necesaria unidad en la
lucha antiterrorista puede explicar el pacto de silencio político y mediático.
Tomemos nota para el futuro.
Venezuela nos ha
dejado alguno de las momentos más notables de este esperpento de verano. Hemos
podido oír y ver como el dictador Maduro era presentado por la vanguardia
pseudoprogresista de este país, integrada por Podemos e IU, con voces de
Echenique y Garzón, como el adalid de la izquierda ortodoxa. Claro, que poco
afortunado ha estado otra vez el alcalde de Valladolid sacando la cara por el
régimen venezolano y culpando de la situación a todos los venezolanos. No le ha
faltado tiempo al ideólogo en la sombra del nuevo PSOE para recordar que uno
puede ser alcalde de su ciudad, pero no alcalde del mundo; al menos así lo ven
desde Cataluña, a la vez que intenta sacarle del sopor que le produce el tema
catalán al ocurrente alcalde vallisoletano. El verano también nos ha recordado
que Madrid puede convertirse en una nación –oportunidad única, sin duda-, y que
la Guardia Civil cuando actúa bajo órdenes puede convertirse en esquiroles del
poder. Interesantes reflexiones para no echar en olvido.
Hay quienes han
utilizado el verano para esconderse y evitar que se hablen de ellos. Y si no
que se lo pregunten al ministro de Justicia. Entre tanta majadería, él y otras
como la ministra de Empleo, han tenido un verano como jamás nunca hubiesen
soñado. ¿Quién se acuerda ya de sus tropelías? O el propio Rajoy, quien siempre
aprovecha la falta de marcaje para potenciar su presencia de hombre de Estado.
Van a tener la oportunidad de presenciarlo si a al final cuadra para la última
semana de agosto la comparecencia en pleno del presidente. Se escabullirá, una
vez más, y acabará recordando e instrumentalizando la actuación del Gobierno en
la crisis catalana y el atentado, y recordará uno a uno los aullidos de verano.
Tiempo al tiempo.
El verano es una
magnífica oportunidad para hacer llegar propuestas y mensajes consistentes.
Algunos lo sabemos bien por experiencia. Pero para ello ha de existir una base
sustantiva y nunca improvisada. La información sin fundamento no sólo se
convierte en ruido sino que al final se vuelve como un boomerang. El populismo
es pan para hoy hambre para mañana. Aprender de los errores siempre es una gran
inversión de futuro. Esperemos que el próximo verano ofrezca más consistencia
informativa y menos ruido. Por el bien de todos.