sábado, 7 de abril de 2018

Mozambique, el país que sonríe


En la semana marcada por la convulsión de los casos Cifuentes y Puigdemont, la Comisión de Cooperación del Congreso, con la presidenta del Congreso al frente, sus portavoces y algunos miembros de la Mesa hemos realizado una visita a Mozambique para conocer y hacer seguimiento de los programas de cooperación españoles con ese país, la actividad de las empresas españolas y las expectativas de futuro. El país sigue siendo uno de los más pobres del mundo, al situarse en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD 2016 en el puesto 181, sobre un total de 188 países. El 44 por ciento de su población está en riesgo de pobreza extrema. La pobreza se visualiza por doquier, incluso en la capital, Maputo; pero la alegría de sus gentes también. Un pueblo que lleva la sonrisa en la cara y, a través de sus canciones y bailes, glosa día a día su supervivencia. Los niños, la amabilidad de sus gentes y el colorido y belleza de sus mujeres hacen el resto. Mozambique es un país significativo de lo que es África y puede ser a futuro. Un país joven -el 44,3 por ciento de la población tiene menos de 15 años- que poco a poco alcanzará su bienestar en el siglo XXI, como gran parte del hemisferio sur, e influirá en el nuestro.

A pesar de su riqueza en recursos naturales, la falta de infraestructuras y su ineficiente organización política repercuten negativamente en el bienestar de su población. El caso más paradigmático es el tema del agua. Sólo una de cada diez personas tiene acceso al agua potable, y siete de cada diez carecen de saneamiento.  El incremento del 80 por ciento de la esperanza de vida se debe al agua y a los alimentos. Ahora viven 58 años de media, y enfermedades como el SIDA tienen una tasa de prevalencia del 38 por ciento; el paludismo o la tuberculosis marcan su día a día; no piensan en el futuro. El sistema sanitario es testimonial y centra toda su atención en combatir la malaria o evitar la propagación del SIDA. A la falta de especialistas sanitarios se une la ausencia de carreteras y redes de distribución. Aun cuando disponen de medicamentos, a veces es imposible que estos lleguen a tiempo a sus destinos.



España restableció relaciones diplomáticas hace 40 años con Mozambique. Las mismas se han centrado en el ámbito de la cooperación internacional. Sin embargo, los intercambios comerciales han presentado siempre valores bastante modestos. En materia de cooperación, España viene trabajando en tres intervenciones relevantes: Salud, Gobernanza y Desarrollo rural. En salud cabe destacar el apoyo del Gobierno de España al Centro de Investigación de Manhiça, creado en 1996 para el estudio de la malaria y enfermedades transmisibles. Destaca la lucha contra la desnutrición y la formación de especialistas médicos. En Gobernanza, la cooperación se limita a estudios y programas de formación. En Desarrollo Rural, en la provincia de Cabo Delgado - la más pobre del país- se promueve el aumento de productividad y la diversificación de la producción agraria, a través de la gestión sostenible de los recursos hídricos. La ordenación jurídica de la tierra, toda ella de propiedad estatal, limita cualquier alternativa al desarrollo.



Mozambique es un país con una enorme potencialidad económica. Recientemente se han descubierto yacimientos de gas natural que lo pueden situar como el segundo país abastecedor del mundo. Pero dispone de grandes yacimientos de bauxita. Prueba de ello es que el 56 por ciento del aluminio en bruto importado por España proviene de allí. Todos los expertos coinciden en que el país experimentará un cambio muy grande en los próximos años. Su crecimiento con la explotación de gas alcanzará los dos dígitos. El déficit de la balanza comercial española puede resarcirse con nuestra contribución al desarrollo de las infraestructuras y al incremento de las exportaciones de maquinaria y equipamiento. Hay que tener en cuenta que nuestras exportaciones actuales no superan los 28 millones de euros anuales, ocupando Mozambique el puesto 113 en nuestro ranking de exportación. Para ello hace falta apostar y buscar seguridad jurídica a la inversión.


La seguridad jurídica ha sido la asignatura pendiente de Mozambique. Logró independizarse de Portugal en el 75. Dos años después se inició una guerra civil entre el gobierno de tendencia marxista leninista, apoyado por la URSS, y la resistencia guerrillera anticomunista, alentada por Sudáfrica. En 1992 se celebró el Acuerdo de Paz. En 1994 las primeras elecciones democráticas dieron como ganador a los prosoviéticos, que han venido gobernando ininterrumpidamente y con amplias mayorías, si bien en 2013 se reabrió el conflicto. El acuerdo de alto el fuego de 2014 y las nuevas elecciones abrieron una puerta a la esperanza para afrontar su asignatura pendiente: recobrar la paz, descentralizar el país y modernizarlo. Y para ello es clave la seguridad jurídica, la inversión extranjera y la confianza externa. Hay que destacar que en estos momentos su deuda externa no está validada, y se encuentran en default, después de la desaparición de 2.200 millones de dólares. La transición de los regímenes autoritarios a los democráticos nunca es fácil, y menos para la clase dirigente.

La visita a Mozambique pone de manifiesto, al menos para mí, que la felicidad y la alegría de un pueblo no siempre van ligadas a su nivel de riqueza, y todo depende como se oriente ésta. Su forma de entender la vida en torno a la danza, la alegría y su sentido del humor es una buena prueba de ello. El centro de educación e integración de niños y jóvenes ‘Gaito’ es un reflejo de esa filosofía de vida. Destaca también, y muy positivamente, el papel de la mujer. A pesar de partir de una imperante cultura machista, su peso en la vida pública es muy alto y su papel será determinante, por suerte, en los próximos años. Se palpa, y las capoeiras tienen que triunfar. Y nosotros volvemos otra vez a la rutina de los problemas de un mundo donde la jerarquía de los mismos no se corresponde con la que debiera ser. Esta vez sueño con que Puigdemont termine de una vez con su delirio de poder y Cifuentes presente la dimisión. España también se merece una sonrisa.


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