lunes, 22 de noviembre de 2010

El Yelmo

La Pedriza Anterior, elevándose escalonadamente desde el río Manzanares, en Manzanares El Real, hasta su culminación por esa gran mole granítica de color sonrosado, que es El Yelmo (1.717 m), ha sido el escenario de nuestra excursión en la mañana del domingo. Una excursión pasada por agua y por agua nieve en casi todo el recorrido, que no olvidaremos nunca. Llegamos y nos introducimos en las ‘chimeneas’ –cumbre del Yelmo-, pero el hielo y la humedad nos han dejado con la miel en los labios, a escasos 30 metros de la cumbre, por miedo a tener un accidente, después de superar los 700 metros de desnivel. Lo que nos obliga para saciar nuestros ánimos de revancha a subir de nuevo en primavera y, esta vez sí, coronar la cumbre.

Un grupo de amigos de Sangarcía hemos vuelto a salir a la montaña, tal y como quedamos en la última subida a la ‘Silla del Rey’. En esta ocasión hemos sido seis: Cristina, Javi, José Andrés, ‘Gabolillo’, Julián y su hijo Álvaro, un gran jabato con sus 11 años, y yo mismo, el abuelito del grupo. La excursión la han preparado Cristina y Javi. Muchas gracias. Y también han sido muchos los que nos han fallado por unas causas u otras. ¡Os esperamos en primavera! Ya sólo quedamos dos que hayamos estado en todas: el gran Javi, ‘Primitivo’, y yo -Si no lo digo, reviento-.

La ruta la empezamos a las 9:30 horas con una lluvia intensa. En menos de una hora, entre jaras siguiendo las marcas de pintura amarilla y blanca, y los hitos, del PR-1, alcanzamos la primera terraza, una inmensa pradera que nos deja una vista magnífica, a pesar de las nubes, de Manzanares el Real y el pantano de Santillana, no sin antes recibir el saludo de unas cabras montesas que pacían admirando el paisaje como si de montañeros se tratase. Fue por estos parajes por donde el marqués de Santillana, poeta y señor feudal de estas tierras, mantuvo un encuentro apasionado con una bella serrana:

Descendiendo Yelmo Ayuso
Contra Bóvalo tirando
En ese valle de suso
Ví serrana cantando”

A partir de aquí hemos podido disfrutar de una subida salpicada de jara, brezo y algún aislado roble, y más tarde de una escalera entre paredes, cuevas y cumbres rocosas. También con algún hongo, que no ha pasado inadvertido en el camino y que ha permitido a Julián recordar su gran afición y conocimientos sobre micología. El ritmo ha sido aterrador. Javi y José Andrés nos han situado en la base del Yelmo en menos de una hora.

La subida al Yelmo por la parte posterior no ha estado exenta de dificultades. Nos ha costado encontrar la vía de acceso a las brechas del Noroeste que dan acceso que dan acceso a la plataforma que corona ese gran casco guerrero granítico que da nombre al Yelmo. Hemos pasado miedo, sobre todo por el hielo y la pendiente de las masas graníticas por las que nos deslizábamos repletas de hielo y nieve. Y nos hemos rendido posiblemente en lo más fácil, pero el frío de las manos y la humedad de la piedra podían generarnos algún golpe que complicase todo.

La bajada ha sido meteórica. Javier, en dos ocasiones, y yo, en una, hemos dado con nuestro cuerpo en el suelo. A veces el agua inundaba nuestro sendero y esto ha hecho que la ruta se complicase algo más. Así como la humedad de la piedra.

Nos hemos comido el bocata a la una y media en un refugio-bar junto al aparcamiento al borde del Manzanares. Tarde pero magnífico. Ha sido un rato muy agradable hablando de cosas de nuestro pueblo. Además hemos podido comprobar cómo Cristina poco a poco se convierte en una “papamoscas más”. Y eso está muy bien, pero nos encanta su carácter burgalés. No lo pierdas. Mil gracias. Y a los que no habéis venido os esperamos sin falta en primavera, pero también en verano.






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