domingo, 6 de enero de 2013

2013

¡Uff! ¡Vaya vértigo el de 2013! ¡Miedo nos da a muchos! Los augurios no son nada buenos: Se incrementará el paro, los recortes seguirán y la subida de impuestos ya está dando sus primeros pasos. Todo ello hace presumir menos bienestar y más dolor y sufrimiento para muchas personas.

La primera semana ha sido fructífera para los mercados. El Ibex 35 ha cerrado su mejor semana desde noviembre, al subir un 3,75 por ciento y cerrar en 8.435,80. La prima de riesgo se ha desplomado 44 puntos básicos hasta los 351. Todo indica, según los analistas, que el Ibex crecerá este año un 15 por ciento y la prima de riesgo irá a la baja a lo largo de año. Pero esto no apunta nada más que una tendencia para el futuro. En la medida que se solvente el acceso y reducción del coste de la financiación, nos será más fácil cambiar la tendencia y dinamizar la economía. Una condición necesaria pero no suficiente.

La lucha contra el paro es nuestro gran reto. En 2012 se destruyeron 800.000 empleos, lo que sitúa en tres millones el número de puestos de trabajo perdidos durante la crisis. El paro registrado en los Servicios Públicos de Empleo aumentó en 426.364 personas en 2012. Y todo a pesar de la cifra de diciembre, que reflejó una caída de 60.000 parados, la mejor de la serie histórica. Hay quien pronostica que el paro alcanzará en España este año la cifra del 27 por ciento de la población activa. Un drama que se proyecta sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones, lo que requerirá que el Ejecutivo adopte decisiones de inmediato, con difícil consenso, dado los antecedentes del Grupo Popular en esta materia.

El paro en nuestro país tiene un fundamento estructural, que va más allá de la reforma laboral, como han intentado hacernos creer y cuyos efectos son todo lo contrario a los deseados. El paro en España está en estrecha relación con nuestra estructura económica. España es un país con un tejido industrial pobre, sin grandes empresarios, poca iniciativa y con una economía que se caracteriza por baja productividad y competitividad y su bajo progreso técnico. Una economía que presenta grandes desequilibrios territoriales –la mayoría de la riqueza se concentra en un tercio del territorio con amplias zonas condenadas al ostracismo-, funcionales y personales en la distribución de la renta. Un problema que se traduce desde el finales del siglo XIX, como se puede observar en la evolución del la riqueza nacional y renta per cápita, si se compara con otros países.

Un problema estructural de primer orden, cuya respuesta requiere una acción planificada y desarrollada durante años que permita que se generaren puestos de trabajo estables y sólidos, y dé respuesta a los desequilibrios señalados. Un trabajo que requiere el consenso de todas las formaciones políticas, y que debiera impulsarse durante 2013, sabiendo que sus resultados son a largo plazo. En definitiva, dar un nuevo enfoque a nuestro sistema productivo y a nuestra economía para crear empleo y dar solución a un reto histórico, y de esa forma mantener las infraestructuras que hemos creado durante años y el Estado del Bienestar. Esta es la auténtica reforma que requiere España. El resto será marear la perdiz y perder tiempo.

Mientras tanto no queda otra solución que negociar con Europa para ajustar progresivamente y no abruptamente los objetivos macroeconómicos, a la vez que se promueven reformas estructurales en las instituciones económicas, financieras y administrativas del Estado para fomentar su competitividad.

El Estado del Bienestar se ha de ajustar a la disponibilidad financiera y económica del Estado, garantizando la solidaridad entre todos los españoles, única fórmula para su mantenimiento, pero estableciendo unos claros niveles de prioridad en especial para quienes más lo necesitan. Solo así se podrá garantizar su viabilidad y papel social en el futuro. Una reforma que también requiere el consenso de todas las fuerzas políticas. Lo que no deja de representar una clara utopía, dada la composición del arco parlamentario y la falta de visión estratégica de muchas de ellas.

Por último, quiero desear un Feliz Año 2013 a todos los españoles y segovianos. Es el momento de la confianza, aunque este año pinte mal. Solo así podremos ganar el futuro y crear buenas expectativas para los más jóvenes. Es el momento de la política de altas miras y no del corto plazo partidista. Ello requiere generosidad por parte de todos, y en especial del partido del Gobierno. Esperemos que el año 2013 sea el año de las luces.











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