Desde que en 2008 comenzó la crisis económica, 284
medios de comunicación han cerrado en España. Y se han destruido 11.158
empleos. Solo en 2013 han desaparecido 73 medios de comunicación y su caída ha
privado del puesto de trabajo a 2.754 profesionales. Unos datos que ponen de
manifiesto la difícil situación por la que atraviesa en nuestro país el
periodismo y los medios de comunicación. Su hundimiento afecta directamente a
los cimientos de nuestra democracia a cuya construcción han contribuido con
ejemplaridad los medios de comunicación y sus trabajadores.
La prensa local, la más cercana al ciudadano, con un
fuerte arraigo en pueblos y ciudades, se ve amenazada día a día ante la
drástica caída de sus ventas y de los ingresos publicitarios. Son muchos los
diarios locales de gran solera que han desaparecido en estos años, o están
pasando por serias dificultades. Incluso hay alguna provincia que se ha quedado
sin periódicos. Con ellos no solo se va una parte de la historia local, sino de
nuestra esencia democrática. La prensa no solo informa, sino que contribuye a
configurar y fortalecer la opinión pública y hacer ciudadanos más libres. Dejar
morir el periodismo es dejar morir nuestra democracia.
En la nueva Sociedad
de la Comunicación es más necesario que nunca el pluralismo ideológico,
temático y tecnológico, tanto en su carácter privado como público. El Estado
debe garantizar el derecho del ciudadano a comunicarse y a expresar sus
opiniones, y a los profesionales de la información a poder realizar su trabajo
sin presiones ni cortapisas con intereses ajenos a su propia función. Los
medios de comunicación, en general, y la prensa escrita, en particular,
contribuyen de una manera decisiva a la cohesión social y territorial de
España.
Hoy es imprescindible que los medios no estén al
servicio de intereses económicos, financieros o partidistas, ya sea por su
estructura accionarial, por la concentración de propiedad privada o por la
necesidad de obtener publicidad privada o institucional. Como es imprescindible
que el sector recupere el alto porcentaje de empleo que ha perdido y garantice
unas retribuciones y condiciones de trabajo dignas para los profesionales que
desempeñan su labor en los medios de comunicación.
Sin embargo, el periodismo ha perdido autonomía en
el ejercicio de sus funciones. Por una parte, las grandes corporaciones
económicas y su capacidad para condicionar mensajes en su doble condición de
suministradores de noticias y potentes inversores de publicidad; por otra, el clientelismo político que ejercen torticeramente determinadas instituciones sobre los medios de comunicación públicos en
beneficio propio, minando su credibilidad y contribuyendo a su deterioro
progresivo, cuando no a su desaparición, como ha ocurrido en algún caso. Y, por
último, el gran ruido informativo asociado, en muchos casos, a un uso impropio,
inadecuado e interesado por parte de los ciudadanos de las nuevas tecnologías,
que generan y transmiten información y opinión sin ningún rigor, suplantando
así la función periodística. Por diferentes canales se condiciona lo que no se
publica, lo que se publica y cómo se publica.
La situación descrita está afectando a la calidad de
la información y sus contenidos. El sector atraviesa por una crisis sin
precedentes. La crisis económica y el desplome de la fuente de ingresos han
acelerado el proceso de reconversión tecnológica sometiendo a los actores
informativos a fuertes tensiones a los que se ha unido los efectos de la
reforma laboral. El resultado está siendo un ajuste drástico de empleo en el
sector. En este escenario, el Estado no puede estar ajeno al problema y mirar
para otro lado. Tiene que tutelar el marco de ayudas al sector de la prensa,
dado su carácter constitucional, como vehículo de uno de los derechos
fundamentales de la democracia.
Se requiere un gran pacto entre los actores
afectados con la implicación, colaboración y apoyo de las diferentes
Administraciones estatales, y órganos institucionales afectados. El Gobierno de España ha de liderar este proceso. Para ello, en primer lugar, ha de conocer la
situación del sector mediante la elaboración de un informe de situación con los
editores, asociaciones profesionales y sindicales del sector. Se han de
articular mecanismos de ayuda que den respuesta al precepto del artículo 20 de
nuestro texto constitucional, así como dinamizar el mercado laboral y promover
acuerdos sociales con las empresas del sector. Y evitar la concentración y
dependencia financiera del sector de unos pocos grupos mediáticos poderosos,
que pudieran llegar a ser lesivos para el sistema democrático.
Es también urgente la creación de un Consejo de la
Sociedad de la Comunicación independiente y convergente, que analice y
supervise todas las cuestiones audiovisuales para dar respuesta especialmente a
la demanda de los ciudadanos.
Contribuir a la defensa del periodismo y de los
medios de comunicación en España en estos momentos es contribuir a fortalecer
nuestro Estado democrático. Esta labor requiere el compromiso de todos, pero en
especial de las Administraciones Públicas con el Gobierno de España al frente.
La situación es de emergencia, y la acción no permite demoras.