Basta leer la prensa o escuchar cualquier medio de comunicación para
constatar la tremenda depresión colectiva por la que atraviesa la sociedad
española. Se vuelve a repetir aquella historia que narró la Generación del 98
de nuestro país: Una España en negro y sin perspectivas.
En el pozo hay poca luz, o eso parece, pero lejos de generar
pensamiento positivo, ideas y trabajar para recuperar lo mucho perdido, nos
hemos resignado a fustigarnos día a día con nuestros problemas y echar la culpa
de todo a los políticos. El problema es más profundo que toso eso. Falta
confianza en nosotros mismos, y estamos desnortados. No sabemos dónde queremos
ir. Nos da miedo el futuro. Y, además, nos fustigamos.
Los medios de comunicación están jugando un papel determinante en esta
situación. Ya desde primera hora de la mañana, los matinales de una gran parte
de la radiofonía española nos recuerdan desde hace años la desgracia que nos
acompaña, y nos bombardean con mensajes negativos. Lo mimo ocurre con la
televisión. En especial en las noches de los sábados y los magacines de la
mañana. Día a día se retroalimenta la depresión a miles y miles de españoles.
¿Y cuál es la alternativa? Ninguna. Los medios del Gobierno –que son
una amplia mayoría- le defienden con entusiasmo absoluto al margen de sus
errores o aciertos. En especial los públicos. Y el resto hacen de la crisis su
núcleo de acción para ganar audiencia. Para ello cuentan con un periodismo
emergente de nuevo cuño, populista y demagogo que amplifica el “caos nacional”.
No sin jugar de parte.
Cualquier problema tiene su respuesta. El populismo arrasa. Y los que
hasta hace unos días eran antisistema, ahora son potenciales gobernantes que
levantan el fervor popular. Los principios son lo de menos. Lo importante es el
cambio. El profundizar en un abismo que nos puede llevar a una lisis social. Las
soluciones y las propuestas debatidas para salir de la situación en la que nos
encontramos es lo menos importante. Lo importante es la crítica, y cuanto más
ácida mejor. Carcome más y sobre ella algunos encuentran su mejor plataforma de
acción.
La sociedad española necesita encontrar el “norte”. Y eso se hace con
trabajo, esfuerzo e ilusión. Dejando fuera a los agoreros. Empujando a los
gobiernos de ámbito nacional, autonómicos y locales con críticas constructivas
que les permitan competir y mejorar su acción política. Y rehuyendo del
populismo oportunista de quienes rezuman odio y rencor, y toda aportación se
limita al populismo barato y oportunista, que ha hecho de la crisis su gran
baluarte de acción política, junto con su ejército mediático. Ese que ve la
paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el suyo.
Los españoles necesitamos ilusión y entusiasmo. Y, sobre todo, dar
esquinazo a los que nos ofrecen esperanza malsana para hoy, y desastre para el
mañana.
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