El
FC Barcelona es sin duda el mejor equipo de la última década. Sus triunfos así
lo avalan. Desde 2006 ha ganado cuatro Champions y dos finales de mundialitos
de clubs. Una carrera que se inició en el año 92 con Cruyff y continuó con Guardiola
y ahora con Luis Enrique de entrenador. Además, tiene en su palmarés dos tripletes.
Uno de ellos este año.
Más
allá de los triunfos, lo mejor del Barça es su juego. Espectacular. Un fútbol
integral que adoptó el estilo del Ajax y de la selección holandesa de los 70 de
forma progresiva con el espíritu de Johann Cruyff para después trasladarlo a las décadas
posteriores con diferentes entrenadores. El mismo estilo que ha permitido a la Selección
Española de Fútbol ser una vez campeona del mundo y dos de Europa. Más allá de
las fobias territoriales, odios y desencuentros que genera el fútbol, la
contribución del Barcelona al fútbol español es más que notable.
Sus
jugadores han dejado huella. Las genialidades de Messi serán difíciles de
olvidar, pero los Ramallés, Koeman, Schuster, Stoichov, kubala, Pujol, Xavi o
el mismo Guardiola, entre otros, son jugadores míticos de nuestra historia más
allá de la pasión de los colores que tiende a nublar la inteligencia y la
sensatez. Y todo ello bajo el prisma de equipos directivos que en muchos casos
han venido confundiendo el deporte con los negocios turbios colaterales
asociados al fútbol. Deben ser los efectos del poder del dinero. La cara y la
cruz del capitalismo extremo.
El
presidente Narcís de Carreras, en 1964, en su toma de posesión, afirmó, “el Barça
es más que un club”. Y estaba en lo cierto. Esa calificación contraponía la
reacción y sentimientos del pueblo catalán frente a lo que significa la
dictadura manifestada en su icono futbolístico, el Madrid. Una situación que se
ha venido prolongando en el tiempo y manifestándose en democracia mediante las
tensiones nacionalistas. Quizá en este momento nos encontramos en el punto más
álgido. Pero las cosas han cambiado. Ahora el nacionalismo catalán utiliza al
Barcelona como icono reivindicativo frente al Estado español. A veces los
extremos se manifiestan de forma análoga.
La
consecución de la quinta para el Barça es una gran noticia para los catalanes y
los españoles. Son muchos los españoles de otras partes fuera de Cataluña que
viven con pasión los triunfos de su equipo. Los vivieron en la dictadura y los
viven ahora. En la final sólo eché en falta un pequeño reconocimiento hacia
ellos. No hubiese estado mal que las esteladas se hubiesen visto acompañadas de
alguna que otra bandera española, incluso en el campo como símbolo de
tolerancia. Y que el gesto del asturiano Luis Enrique fijando la bandera
conjunta del club y de Cataluña en el centro del campo se hubiese complementado
con el símbolo del Estado. A la vez que hubiese sido deseable la presencia del
Jefe del Estado español. Gestos todos ellos que pondrían de manifiesto una
nueva visión social de nuestro país a la que algunos no renunciamos. Fuera la
caspa.
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