La reciente conferencia política del PP ha puesto de manifiesto una vez
su nerviosismo ante las próximas elecciones generales. El general Rajoy sigue
dando tumbos en la táctica de la “batalla política” desde las últimas
municipales y autonómicas. Yo diría que está más bien perdido. Primero anunció
una amplia renovación de su Gobierno y de la cúpula del PP, después la
tramitación de más de 40 proyectos legislativos antes de que termine la
legislatura y, por último, la aprobación de los presupuestos de 2016 antes de
disolver las Cortes.
Rajoy se mueve más en el ámbito del maquillaje político que en el
diseño de propuestas reales para impulsar la economía y el bienestar del país. A
estas alturas del curso cuatrienal es muy difícil que apruebe el examen. No se
puede hacer en cinco meses lo que no se ha hecho en cuatro años. Él lo sabe,
pero trata de ir a por el voto de los españoles como sea. Y para ello vale
todo. Incluida la mentira, que ha sido su factor común denominador de esta legislatura.
El proyecto del PP es un proyecto de poder, no de Estado.
Los numerosos proyectos de ley que en estos días estamos tramitando en
el Parlamento carecen de sentido. Tiene como finalidad la búsqueda de titulares
y trasladar a los españoles la imagen de un gobierno reformista y centrado en
dar respuesta a los problemas estructurales diversos ámbitos funcionales. La
realidad es muy distinta.
En estas últimas semanas he sido ponente de los proyectos de ley de
Ferrocarriles y Carreteras y la tramitación ha sido penosa. Las ponencias se han
constituido testimonialmente y ambos proyectos se han tramitado en una comisión
con capacidad legislativa plena en menos de dos horas y media. Pero, además, su
contenido era inconsistente, más propio de desarrollo reglamentario y no daba
respuesta a los grandes problemas de sector. El Consejo de Estado lo puso de
manifiesto, pero el Gobierno del PP va a piñón fijo e impone su mayoría
absoluta en las Cortes. Con otros proyectos de ley está ocurriendo lo mismo.
Todo indica que la misma línea va a seguir en la elaboración
precipitada este verano de los Presupuestos Generales del Estado de 2016. Van a
convertir el presupuesto en una herramienta de acción electoral y populista. De
hecho ya han comenzado con el anuncio de la rebaja del IRPF o del precio de la
luz. A partir de septiembre los anuncios se multiplicarán, favorecidos por el
control que ejercen sobre los medios públicos y privados.
En el ámbito orgánico, Rajoy dice que en el futuro habrá primarias,
aunque no las denomine así, y se ha limitado a designar cuatro vicesecretarios
generales. Maquillaje una vez más y pavoneo, que para eso cuenta con un nuevo
líder emergente, un tal Casado, que tiene como referentes a Ronald Reagan y a
Sarkozy, y está encantado de haberse conocido. En definitiva, mucha
superficialidad y poco proyecto.
En esta nueva etapa final del Gobierno del PP no falta la referencia al
miedo. Los mismos que prometieron sacar a España de la crisis con el mero hecho
de solo llegar al poder, los mismos a los que no les importaba que cayese
España con tal de acceder al poder, los mismos que no tuvieron ningún problema
en prometer lo que sabían que no era posible, ahora van a por el voto como sea.
Y para eso vale todo. Incluso otra vez más el filibusterismo político, la
mentira y el miedo.
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