Esta última semana hemos vivido en el Congreso uno de los espectáculos
más dantescos de la historia parlamentaria. Un diputado de Amaiur rompió en
tribuna dos páginas de la Constitución ante la pasividad del presidente de la
Cámara, que en ese momento no reaccionó. En concreto, según él las dos primeras
páginas de la Carta Magna, en las que se recoge el precepto de la “soberanía
nacional”.
Con su actitud, este personaje, escenificó un desprecio hacia todos lo
españoles y pueblos del Estado, a la vez que puso de manifiesto la visión
autocrática y totalitaria de la acción política de su grupo. Ultrajar la
Constitución significa pisotearnos a todos, seamos catalanes, vascos o
castellanos. Una acción que le deslegitima para poderlos representar al no
respetar los principios democráticos de la mayoría.
Este tipo de actuaciones merecen una acción más firme por parte de la
Cámara. Han sido varios los diputados y asistentes que han efectuado
manifestaciones impropias en el Parlamento con el único motivo de llamar la
atención o de manifestar su odio. El actual reglamento tiene un vacío que es
urgente cubrir para impedir que este tipo de actuaciones se repitan y
conviertan la tribuna en una plataforma para el bufoneo.
A pesar de hacerlo con retraso, el presidente del Congreso reaccionó, y
lo hizo bien, como él suele hacer las cosas, con naturalidad. Ahora espero que
a los diputados que día a día trabajamos por hacer del parlamento el centro del
debate político y de las propuestas se nos reconozca frente a quienes hacen
todo lo posible por devaluar la acción parlamentaria.
El exabrupto referido coincidió con el desarrollo de un gran debate
parlamentario sobre la reforma de la naturaleza del Tribunal Constitucional.
Una pena, porque este hecho contribuyó a diluir un poco el protagonismo de la
excelente intervención del portavoz del PSOE, tanto desde el punto de vista
doctrinal como político. Un debate que puso de manifiesto la baja talla técnica
y política del actual portavoz del PP y las miserias de sus políticas.
En este debate también quedó claro el desprecio institucional del
Gobierno del PP hacía los catalanes y el resto de los españoles. El PP está
instrumentalizando las elecciones catalanas en beneficio propio. Como le
importa muy poco su resultado, dada su baja expectativa de voto, están
utilizándolas para reforzar sus apoyos para las generales en el resto de
España. Para ello se presentan como el único partido capaz de defender la
unidad de España y de evitar la independencia de Cataluña.
El PP actúa de forma mezquina. Ahora, ya se sabe: quien siembra viento,
recoge tempestades. Y su filibusterismo político puede tener efectos contrarios
a los deseados. Utilizan la misma táctica que el Mas y los suyos, y que la del
bufón de esta semana, el desprecio a las instituciones y a los ciudadanos.
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