Durante estos días el PSOE está elaborando sus listas electorales al
Congreso de los Diputados y al Senado. Una tarea mucho más compleja de lo que
muchos se pueden imaginar. Como todo proceso selectivo son muchas las personas a
las que les gustaría optar a representar a los ciudadanos de su provincia, y
pocas las plazas disponibles, y aún menos el número de escaños a alcanzar en el
proceso electoral.
La tensión es consustancial al proceso; y, si no está bien dirigido y
gestionado, el conflicto garantizado. Siempre se quiebran expectativas y no
siempre se acierta en la selección de candidatos. Más cuando los partidos no
suelen imponer requisitos restrictivos para poder optar, al menos aquellos que
practican la democracia interna. Esta circunstancia anima a muchas personas a
presentar su candidatura, sin a veces atender a las cualidades que requiere el
desempeña de la función en caso de ser elegido, o bien el desarrollo de la
campaña electoral para persuadir al electorado y conseguir su voto.
En el PSOE la decisión última la tiene el Comité Federal –máximo órgano
de control de la dirección integrado por
representantes de todas las provincias-. Este órgano somete a su aprobación las
listas de las diferentes circunscripciones. Con carácter previo, cada agrupación
provincial elabora una lista tras la consulta a las diferentes agrupaciones
locales, las que a su vez efectúan la propuesta al órgano de dirección
provincial tras una votación para determinar sus preferencias.
La dirección provincial, analizadas las propuestas, elabora una
propuesta definitiva de la circunscripción tanto al Congreso como al Senado que
somete a la votación de su órgano de control para elevar al Comité Federal, el
que a su vez, si lo considera, puede introducir cambios en las propuestas provinciales.
Por lo general en el PSOE se respetan en un porcentaje altísimo las propuestas
provinciales. Lo que constituye un aliciente para las agrupaciones que integran
la circunscripción.
En el PSOE existe un debate latente sobre si la selección y determinación
del puesto a ocupar en las listas se ha de efectuar por votación directa, de
tal manera que el orden venga determinado por el número de votos obtenidos,
estableciendo mecanismos para salvar la paridad. Desde un punto de vista
estrictamente democrático el procedimiento mejoraría el nivel de transparencia,
pero no está exento de dificultades.
La composición de los grupos parlamentarios ha de ser equilibrada.
Se debe contar para garantizar su
eficacia política y técnica con expertos en las diferentes ramas de acción
política, buenos oradores, a la vez que con personas capaces de hacer trabajo
de campo continúo con la ciudadanía para recoger sus inquietudes y trasladar
sus políticas. Un proceso nada fácil y que elimina el papel de la dirección del
partido. Y deja al albur del destino el futuro de la consistencia política del
Grupo Parlamentario de cara a rendir cuentas a la ciudadanía.
El actual sistema para la confección de listas del PSOE compatibiliza
la democracia interna con la posibilidad de la dirección de establecer sus
prioridades. Prueba de ello es que en el actual proceso se renovarán dos
tercios de los cabezas de listas y una gran parte de los diputados y senadores
electos hasta el momento.
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