El populismo
democrático ha hecho mella en la política española. Así se puso de manifiesto
en la sesión de constitución del Congreso de los Diputados de la XI
legislatura. Podemos ha llegado a asumir que sobreactuó en su estreno en el
Congreso. Algunos lo podríamos catalogar de “escenificación populista” para
llamar la atención como fuera y buscar la foto de portada y el titular de los
medios.
A los que desde muy
jóvenes vivimos la política como la mejor herramienta para combatir la
desigualdad por parte de los más desfavorecidos y la legítima defensa de sus
intereses, esta visión populista, oportunista y mediática de la política no nos
gusta. La política no es notoriedad y conquista del poder, como algunos ponen
de manifiesto. La política es la transformación social para la búsqueda de unos
objetivos que se han de plasmarse mediante programas concretos acorde con cada
ideario político.
La política no es
como enfatiza Errejón, en su escrito dirigido a su militancia y titulado ‘Abriendo
brecha: apuntes estratégicos tras las elecciones’, “una comunicación que, en las metáforas y las interpelaciones pero
también en la estética y en los actos, enfatiza en una épica cotidiana e
individualizada junto a la ya más habitual en Podemos épica de masas: un estilo
más cercano, pedagógico y feminizado”.
La política no es lo
que vimos en el Congreso el pasado 13 de diciembre. No es arengar a los
diputados como si estuviesen en una asamblea en la facultad a medidos de los
70; ni mirar a tribuna buscando al director del espectáculo u orquesta, el Sr.
Monedero, para recibir su felicitación por su actuación; ni reivindicar la
conciliación familiar para sacar la foto en portada, cuando en la Cámara está
más que resuelta. Esa forma de entender la política es casposa. Propia de una
élite extractiva que no es representativa de cinco millones de españoles,
aunque les hayan votado.
La política es buscar
puntos de encuentro y diálogo como abogó el nuevo presidente del Congreso, PatxiLópez, en su discurso de investidura. La política es trabajar para recuperar la
convivencia y facilitar el debate y el diálogo en el Parlamento con la
presencia de grupos parlamentarios y partidos que, de lo contrario,
reivindicarán sus planteamientos soberanistas fuera del templo de la
democracia. Eso es la alta política frente al populismo.
La política no es
como afirma Errejón, en su artículo para un futuro escenario tras el 20D, “saber gestionar el impasse y navegar los
equilibrios inestables de días resbaladizos, en los que es crucial como se distribuye
la presión y la iniciativa”. La política no es un juego de personas que
desconocen lo que es pasarlo mal y tener necesidades de primer orden. Sólo
tienen avidez de poder. Tocan de oídas y les falta madurez. Incluido al
director de orquesta, al que por cierto le referenciaban con su mirada de
autorización y consideración no sólo los diputados de a pie, sino también
Iglesias y Errejón. Verlo para creerlo. Yo lo vi, y no daba crédito.
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