Cuando China se enfría, el mundo se constipa. Esta es la sensación que
estamos viviendo estos días ante el enfriamiento de la economía de este gran
país asiático. Sólo una previsión de caída de unas décimas en su PIB están
presagiando lo peor para el resto del mundo. Algunos inversores y analistas
como Soros o Krugman no descartan una crisis de efectos similares a la del
2008.
La segunda economía del mundo supuso en 2014 el 17 por ciento del PIB
mundial. Para 2016 el mercado espera que la economía china crezca un 6,5 por
ciento. Los más pesimistas cifran en un escenario poco probable un crecimiento
del 4 por ciento del PIB, pero cuyas consecuencias se harían sentir en todo el
planeta. La caída del yuan frente al dólar del 1,6 por ciento y el discreto
dato del PMI ha puesto en jaque a la renta variable en los mercados financieros
de todo el mundo.
Lo cierto es que China presenta importantes desequilibrios económicos.
La expansión del crédito y el gasto en infraestructuras ha sido enorme en los
últimos años. Sin embargo, el aumento de la Deuda no ha sido consistente y el
poder adquisitivo de las familias es muy bajo. El cambio y adaptación de la
estructura económica del país no se puede producir de la noche a la mañana, lo
que representa una amenaza latente, no sólo para los chinos sino también para
el resto del mundo. Si bien, la baja exposición al resto de la economía mundial
del capital chino, como afirma Krugman, puede limitar sus externalidades y
efectos negativos al resto.
La exportación y la producción industrial están cayendo en ese país. No
hay que olvidar que China vende al mundo una cuarta parte de la fabricación
mundial y compra por valor de 2 billones de dólares, en un mercado mundial de
60 millones. Para corregir el desequilibrio el Gobierno chino tendrá que
efectuar ajustes y pinchar su burbuja industrial, bien subiendo los tipos de
interés o limitando el crédito. Claro
que podrían invitar al equipo económico de Podemos a solventar el problema. No
tengan duda que harían una salida hacía adelante con más inversiones públicas y
más crédito. La hiperinflación estará servida y el crecimiento del paro y de la
pobreza también. O bien a Rajoy, cuya receta típica sería no hacer nada tomando
como aliado al tiempo. En ese caso la deflación y el estancamiento del PIB
estarían garantizados.
El grave riesgo son las expectativas y el contagio psicológico, y sobre
todo el antídoto a aplicar en este caso. La UE tiraría de más Deuda y el
déficit público de los países de la zona euro se resentiría. La amenaza está
ahí. La renta variable, los beneficios empresariales y el empleo pueden estar
amenazados en los próximos años si el resfriado chino no mejora. En España
también, pues se resentirían nuestras exportaciones no sólo a China sino a los
países emergentes, entre ellos los más perjudicados. Abrigémosnos.
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