Europa se haya negociando en estos momentos el Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos de América (TTIP). El objetivo es estimular el
comercio y la inversión entre ambas zonas, eliminado barreras arancelarias y no
arancelarias, y lograr un marco de referencia en el mercado mundial a partir de
los valores compartidos en el mundo occidental.
Pero, ante todo, se trata de protegerse de la gran amenaza china. Si a
China se le reconociese como economía de mercado en la UE se podrían destruir
3,5 millones de empleos. Hoy China tiene una enorme sobrecapacidad productiva
en muchas industrias, a pesar del fuerte descenso en el uso de su capacidad que
obligará al Gobierno chino a tomar medidas que pueden desestabilizar las
economías occidentales.
El comercio está arraigado en la cultura humana desde el principio de
las civilizaciones. En Atapuerca ya se negociaba. Gracias al comercio el mundo
ha progresado y hoy contamos con un nivel de desarrollo jamás soñado. Los
socialistas sabemos muy bien que todo lo que signifique establecer barreras y
restricciones a las relaciones humanas y comerciales es poner un freno al
progreso.
El TTIP aspira a crear un espacio común sin restricciones en la vida de
820 millones de personas. Una economía equivalente al 60 por ciento mundial.
Significa levantar aranceles y barreras proteccionistas. Sorprende que aquellos
que se presentan como “lo nuevo frente a lo viejo” opten por situarse en la
misma posición que han mantenido grandes proteccionistas como Primo de Rivera o
Trump.
Renunciar al TTIP, como quiere “la nueva casta”, supondría renunciar en
España a 340.000 empleos y a un incremento de las exportaciones de un 32 por
ciento en los próximos años. En definitiva a la riqueza. Los que sentimos y
defendemos la bandera de la socialdemocracia sabemos que sólo se puede corregir
la desigualdad cuando se ha creado riqueza. No queremos en ningún caso dar un
paso atrás en el avance de la igualdad y los derechos sociales.
Europa podría beneficiarse de 119.000 millones de euros al año. La
liberalización del gas licuado en EEUU o el levantamiento de las medidas de
protección del cabotaje de barcos suponen miles de puestos de trabajo en
Europa. En ningún caso podemos someternos a las veleidades y superficialidad de
quienes anteponen sus intereses a los de los europeos.
El TTIP respeta el derecho a regular de cada una de las partes,
garantiza el Estado social y la transparencia del proceso. En general, se
constata un alto nivel de desconocimiento que sus detractores utilizan para
hacer proselitismo de su posición política. Una posición proteccionista y
rancia que los españoles van comprobando día a día. Al final, el tiempo acaba
situando a cada uno en su sitio.
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