Si algo ha dejado claro Pedro Sánchez en su discurso
de investidura es que no hay motivos para retrasar el cambio. Sánchez ha
apostado por la transversalidad, el diálogo y el acuerdo fundamentado sobre un
mestizaje ideológico. La única forma de sumar poder garantizar un gobierno
progresista y reformista.
Ha sido un discurso dirigido al corazón de la gente,
en el que ha tendido la mano a la izquierda y les ha recordado que el pacto con
C’s es un paso esencial para cristalizar un acuerdo que permita garantizar la
gobernabilidad de España.
De todos los discurso de investidura que recuerdo –ya
son unos cuantos, aunque sólo he vivido en el Parlamento dos- ha sido sin duda el
más vibrante. Muy intensivo en propuestas a la vez que respetuoso y
reivindicativo. Ha marcado la diferencia con el PP de forma clara. 18 millones
de españoles apostaron por el cambio frente a siete que votaron al PP; y ha recordado
a Podemos las muchas reivindicaciones que han venido haciendo, y que si no se
ponen en marcha será porque ellos no quieren, o buscan excusas.
Un discurso que ha tenido en algunos momentos un tono
institucional. La referencia a Cataluña para tender puentes y buscar una salida
dialogada y constitucional ha sido muy acertada. En Cataluña tenemos todos los
españoles un problema que no se soluciona con el desprecio como ha hecho Rajoy.
Ya era hora en esta cuestión una visión de Estado.
También ha sido muy acertado el reconocimiento a los
hombres y mujeres que pilotaron la Constitución del 78, la que más bienestar y
progreso nos ha ofrecido. Era de justicia este reconocimiento, frente al
agravio creado por la valoración de Pablo Manuel Iglesias y su gente.
Difícil lo va a tener Podemos para explicar a los
españoles por qué no se suman al programa de reformista y progresista del
cambio. El pacto con C’s, lejos de ser un obstáculo, es la única oportunidad de
garantizar la gobernabilidad de España desde la izquierda. Me temo que no lo
harán.
Hasta el día 2 de mayo, fecha límite para la
disolución automática de las Cámaras, quedan muchos días para llamar la
atención con numeritos singulares, o aspavientos como los que hemos podido ver
hoy de su jefe de filas para captar la atención de las cámaras. Y para ello
cuentan con la fortaleza de su tele de propaganda y su coral mediática. Pero
acabaran claudicando al sentido común. De lo contario, sentirán el repudio de
muchos españoles.
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