Mariano Rajoy ha
puesto de manifiesto una vez más su visión política conservadora en la
confección del nuevo Gobierno. Salvo “milagro mariano” sobrevenido, habrá
continuidad de política y políticas. La
buena voluntad de diálogo y consenso verbalizada por el presidente del Gobierno
y exigida al resto de sus miembros no es suficiente si no se concretan en
hechos. Y todo indica que pueden pintar bastos.
España atraviesa
por un momento muy delicado desde el punto de vista social, económico y
político. Una amplia parte de la
población se encuentra en exclusión social, casi la mitad de los jóvenes están
fuera del mercado laboral y la falta de tono económico debilita el crecimiento
y la cohesión social, y amenaza seriamente el Estado del Bienestar. Rajoy es
plenamente consciente de ello. ¿Por qué entonces un Gobierno continuista?
Por miedo. El
presidente tiene animadversión a lo desconocido y al cambio. No arriesga. Y se
deja llevar por el viejo dicho de más
vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer. Su falta de ambición
política para mejorar el bienestar de los españoles le lleva a anteponer su
tranquilidad y bienestar personal a todo.
En un momento en el
que ninguna formación ni tendencia política tiene mayoría para poder gobernar
se requiere obligadamente un cambio en la forma de concebir la acción política.
El desprecio, la mentira y la falta de generosidad hacia el resto de las
formaciones políticas que integran el arco parlamentario no sirven en el nuevo
marco. El partido del Gobierno no puede seguir anteponiendo sus intereses a los
del País, como ha hecho hasta el momento.
Mariano tendrá que
hacer ímprobos esfuerzos para cambiar la cultura de un Gobierno cuyos pilares
fundamentales siguen siendo los mismos. Va a ser difícil que la vicepresidenta
deje de ser la más lista de la clase y desprecie a sus adversarios políticos; y
me cuesta creer que Montoro no nos siga dando grandes clases de displicencia
política. Necesitamos un milagro mariano y para ello cuenta con fervientes
creyentes dentro del equipo.
El inicio del
cambio de modelo económico y la búsqueda de un nuevo marco territorial, junto
con la creación de empleo y la sostenibilidad del sistema de pensiones son
otras de las incógnitas que quedan en el aire con la continuidad de un equipo
que saca pecho de los resultados alcanzados. La precariedad laboral, la tensión
territorial, la alta tasa de desempleo juvenil y la caída del poder adquisitivo
de las pensiones requieren un cambio de políticas radical.
Sólo será posible desde
una oposición seria y rigurosa, orientada prioritariamente a dar respuesta a
las necesidades de los colectivos más desfavorecidos en nuestro país. Esta es
la línea de acción que va a presidir la
socialdemocracia española. La gobernabilidad de España es posible. Depende sólo
de la voluntad de Mariano Rajoy, y para ello no se necesitan milagros
marianos.
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