Pedro Sánchez ha ganado las primarias del PSOE con más de
un 50 por ciento de apoyo de los afiliados. Es un gran triunfo que pone de
manifiesto la excelente campaña que ha realizado de cercanía e identidad de su
mensaje con los militantes. El "relato épico" utilizado en el tiempo
transcurrido desde el infausto Comité del pasado 1 de octubre hasta la
celebración de las primarias ha sido una de las claves, como refería hace unos
días uno de los diputados que le ha ofrecido un apoyo incondicional en este
tiempo. Una vez superadas las primarias, el reto es conectar con la mayoría social
de los españoles, al igual que lo ha hecho con los militantes, y de esa forma
alcanzar el Gobierno de España.
Un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS) pone de manifiesto que el 50,5 por ciento de los españoles se sitúan
ideológicamente entre el centro y la izquierda (21,1 por ciento, centro; 13,5,
centro-izquierda; 15,9, izquierda). Todos ellos son los votantes potenciales
del PSOE. A su vez, el 55,4 por ciento de la ciudadanía española identifica al
PSOE como un partido situado en la franja ideológica del centro a la izquierda.
El vivero de votos, según estos datos, está entre el centro y la izquierda. Dos
de cada tres votantes del PSOE están en el centro-izquierda y uno en la
izquierda.
¿Hacia dónde quiere llevar Sánchez al partido? Si nos
atenemos a sus últimas manifestaciones, lo conduce claramente hacia la vieja
posición ortodoxa de los socialistas, la izquierda en el sentido estricto. Un
espacio que en estos momentos comparte con Podemos, y por el que se le han
fugado en las dos últimas elecciones una importante número de votos. Sin
embargo, la gran pérdida de electorado socialista se produjo en las elecciones
de 2011, en las que cedió el Gobierno. El PP y UPyD fueron los grandes
beneficiarios. Un voto que procedía del centro y centro–izquierda.
Para que los socialistas puedan gobernar de nuevo tienen
que recuperar la mayoría social. Eso ante todo conlleva la credibilidad y
consistencia de sus políticas para dar respuesta a los problemas de los
españoles en estos momentos con pleno respeto a los principios y valores que
definen la visión política del PSOE. Y también con consistencia. No podemos
estar moviendo la posición de forma continua. Venimos del centro-izquierda.
Prueba de ello es nuestro pacto en marzo de 2016 con C’s para intentar formar
Gobierno; y ahora, toda indica que nos vamos a posicionar institucionalmente en
la izquierda. No se entendería que el próximo Congreso Federal busque esta
posición y en la acción de oposición para alcanzar el Gobierno; cambiemos de
nuevo de posición y giremos de nuevo al centro. La consistencia es
credibilidad, y la credibilidad son votos, salvo que la dirección elegida no
sea la posible y correcta para dar respuesta a los problemas de nuestro país
desde una óptica de democracia social.
El otro factor que en la acción política se considera
determinante para el éxito de un partido es la unidad. Sin cohesión interna y
con ruido de sables es muy difícil adquirir la confianza de los ciudadanos. No
va a ser fácil. Lo hemos visto con los famosos "congresillos" en
diferentes provincias de España, y también en Segovia. Venimos de una situación
difícil y tensa, y en general se palpa en la militancia el hartazgo de la pelea
insustancial y la necesidad de ir todos juntos para que el PSOE recupere la
fortaleza que tuvo. Pero hay muchos militantes, como pasa en otros partidos de
derechas e izquierdas, que sólo entienden de sus posicionamientos e intereses
personales. Las últimas elecciones primarias debieran haber dado lugar al
inicio de una nueva etapa. No obstante, algunos, los menos, en los próximos
congresos regionales y provinciales intentarán saldar sus cuentas con los
dirigentes y resolver sus cuitas internas, pero eso no es política. La
auténtica acción política se ha de centrar en el trabajo orientado hacia las próximas
elecciones municipales, autonómicas y generales. Y para ello hay afortunadamente
tiempo. Ese debiera constituir el núcleo mollar del debate y el trabajo de los
socialistas, junto con la búsqueda de la armonía interna. Necesitamos en este
tiempo consolidar un proyecto coherente y realista que genere credibilidad y
entusiasmo. Para ello se requiere líderes sólidos y experimentados. El cambio y
la regeneración son necesarios, pero con sustancia y siempre que permita
mejorar la situación actual. El cambio siempre conlleva riesgos. Cambiar por
cambiar puede constituir un grave error, salvo que no haya más remedio o quien
ejerza el liderazgo decida pasar a mejor vida. Los arrepentimientos no tienen
marcha atrás.
La unidad requiere ante todo lealtad. Pero la lealtad no
es sumisión ni oportunismo para optimizar las posiciones de poder personal.
Conlleva trasladar lo que se piensa a la dirección, pelear por ello y aceptar
el designio de las mayorías. Es el líder quien ha de garantizar la cohesión, diversidad
y equilibrio, a la vez que facilitar la participación de todos. Si alguien en
este proceso hace un planteamiento de vencedores y vencidos, se estará
equivocando. Y mucho más si se opta por un ajuste de cuentas y no se rectifican
los errores del pasado.
Otro problema que hará muy difícil la gestión del día a
día es la demonización que inconscientemente se ha hecho de la dirección. En
algún momento el conflicto épico parecía articularse como "bases frente
aparato". El empoderamiento de la militancia es bueno y necesario, pero
una dirección fuerte, persuasiva y respetada también. Ambas cuestiones son
compatibles. De lo contrario, reinará la anarquía y el descrédito al exterior.
Los efectos de este dislate también se han visto estos días. Es necesario
corregirlo rápidamente. Sus efectos pueden ser devastadores. La hoja de ruta no
va a ser fácil, pero tampoco imposible. Pedro tiene que hilar más fino que
nunca si quiere llegar a La Moncloa. Ahora ya no tiene resistencias, aunque los
contrapesos son imprescindibles para corregir los posibles excesos. Las urnas
siempre dan el poder, lo cual no significa que se lleve la razón. Sólo el
tiempo y la forma de proceder resuelven esa incógnita.