lunes, 29 de mayo de 2017

¿Y ahora qué?



Pedro Sánchez ha ganado las primarias del PSOE con más de un 50 por ciento de apoyo de los afiliados. Es un gran triunfo que pone de manifiesto la excelente campaña que ha realizado de cercanía e identidad de su mensaje con los militantes. El "relato épico" utilizado en el tiempo transcurrido desde el infausto Comité del pasado 1 de octubre hasta la celebración de las primarias ha sido una de las claves, como refería hace unos días uno de los diputados que le ha ofrecido un apoyo incondicional en este tiempo. Una vez superadas las primarias, el reto es conectar con la mayoría social de los españoles, al igual que lo ha hecho con los militantes, y de esa forma alcanzar el Gobierno de España.

Un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pone de manifiesto que el 50,5 por ciento de los españoles se sitúan ideológicamente entre el centro y la izquierda (21,1 por ciento, centro; 13,5, centro-izquierda; 15,9, izquierda). Todos ellos son los votantes potenciales del PSOE. A su vez, el 55,4 por ciento de la ciudadanía española identifica al PSOE como un partido situado en la franja ideológica del centro a la izquierda. El vivero de votos, según estos datos, está entre el centro y la izquierda. Dos de cada tres votantes del PSOE están en el centro-izquierda y uno en la izquierda.

¿Hacia dónde quiere llevar Sánchez al partido? Si nos atenemos a sus últimas manifestaciones, lo conduce claramente hacia la vieja posición ortodoxa de los socialistas, la izquierda en el sentido estricto. Un espacio que en estos momentos comparte con Podemos, y por el que se le han fugado en las dos últimas elecciones una importante número de votos. Sin embargo, la gran pérdida de electorado socialista se produjo en las elecciones de 2011, en las que cedió el Gobierno. El PP y UPyD fueron los grandes beneficiarios. Un voto que procedía del centro y centro–izquierda.

Para que los socialistas puedan gobernar de nuevo tienen que recuperar la mayoría social. Eso ante todo conlleva la credibilidad y consistencia de sus políticas para dar respuesta a los problemas de los españoles en estos momentos con pleno respeto a los principios y valores que definen la visión política del PSOE. Y también con consistencia. No podemos estar moviendo la posición de forma continua. Venimos del centro-izquierda. Prueba de ello es nuestro pacto en marzo de 2016 con C’s para intentar formar Gobierno; y ahora, toda indica que nos vamos a posicionar institucionalmente en la izquierda. No se entendería que el próximo Congreso Federal busque esta posición y en la acción de oposición para alcanzar el Gobierno; cambiemos de nuevo de posición y giremos de nuevo al centro. La consistencia es credibilidad, y la credibilidad son votos, salvo que la dirección elegida no sea la posible y correcta para dar respuesta a los problemas de nuestro país desde una óptica de democracia social.

El otro factor que en la acción política se considera determinante para el éxito de un partido es la unidad. Sin cohesión interna y con ruido de sables es muy difícil adquirir la confianza de los ciudadanos. No va a ser fácil. Lo hemos visto con los famosos "congresillos" en diferentes provincias de España, y también en Segovia. Venimos de una situación difícil y tensa, y en general se palpa en la militancia el hartazgo de la pelea insustancial y la necesidad de ir todos juntos para que el PSOE recupere la fortaleza que tuvo. Pero hay muchos militantes, como pasa en otros partidos de derechas e izquierdas, que sólo entienden de sus posicionamientos e intereses personales. Las últimas elecciones primarias debieran haber dado lugar al inicio de una nueva etapa. No obstante, algunos, los menos, en los próximos congresos regionales y provinciales intentarán saldar sus cuentas con los dirigentes y resolver sus cuitas internas, pero eso no es política. La auténtica acción política se ha de centrar en el trabajo orientado hacia las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales. Y para ello hay afortunadamente tiempo. Ese debiera constituir el núcleo mollar del debate y el trabajo de los socialistas, junto con la búsqueda de la armonía interna. Necesitamos en este tiempo consolidar un proyecto coherente y realista que genere credibilidad y entusiasmo. Para ello se requiere líderes sólidos y experimentados. El cambio y la regeneración son necesarios, pero con sustancia y siempre que permita mejorar la situación actual. El cambio siempre conlleva riesgos. Cambiar por cambiar puede constituir un grave error, salvo que no haya más remedio o quien ejerza el liderazgo decida pasar a mejor vida. Los arrepentimientos no tienen marcha atrás.   

La unidad requiere ante todo lealtad. Pero la lealtad no es sumisión ni oportunismo para optimizar las posiciones de poder personal. Conlleva trasladar lo que se piensa a la dirección, pelear por ello y aceptar el designio de las mayorías. Es el líder quien ha de garantizar la cohesión, diversidad y equilibrio, a la vez que facilitar la participación de todos. Si alguien en este proceso hace un planteamiento de vencedores y vencidos, se estará equivocando. Y mucho más si se opta por un ajuste de cuentas y no se rectifican los errores del pasado.

Otro problema que hará muy difícil la gestión del día a día es la demonización que inconscientemente se ha hecho de la dirección. En algún momento el conflicto épico parecía articularse como "bases frente aparato". El empoderamiento de la militancia es bueno y necesario, pero una dirección fuerte, persuasiva y respetada también. Ambas cuestiones son compatibles. De lo contrario, reinará la anarquía y el descrédito al exterior. Los efectos de este dislate también se han visto estos días. Es necesario corregirlo rápidamente. Sus efectos pueden ser devastadores. La hoja de ruta no va a ser fácil, pero tampoco imposible. Pedro tiene que hilar más fino que nunca si quiere llegar a La Moncloa. Ahora ya no tiene resistencias, aunque los contrapesos son imprescindibles para corregir los posibles excesos. Las urnas siempre dan el poder, lo cual no significa que se lleve la razón. Sólo el tiempo y la forma de proceder resuelven esa incógnita.  




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