domingo, 14 de mayo de 2017

Política y Poder



La Política es una actividad noble por su propia naturaleza, siempre y cuando quienes la ejercitan no la desvirtúen con prácticas mundanas e impropias de los fines a los que debe orientarse. La defensa del bien común, el trabajo por la colectividad y las causas de los más desfavorecidos; o la conquista de derechos y libertades, la gestión de lo que es de todos y su representación es algo sublime para quien tiene la oportunidad de ejercerlo, y debiera ser respetado por todos aquellos que reciben sus frutos, a la vez que controlarlo. La realidad es muy diferente. Hoy la Política y gran parte de los políticos están devaluados y bajo sospecha. Bien es cierto, que en muchas ocasiones ocurre por méritos propios de quien asume la responsabilidad política inadecuadamente.

Para la mayor parte de los ciudadanos Política y Poder son sinónimos. No siempre es así. Un destacado político español en ejercicio nos ha afirmado en diversas entrevistas que "entró en política cuando obtuvo el acta de diputado", a la vez que ha reiterado y asociado su situación política a su mantenimiento en puestos de poder orgánico o administrativo. O sea, si él tiene lo que entiende por "poder" está en política, sino no. La noble actividad de la política se practica cuando se participa en la vida pública y se lucha por sacar adelante lo que uno cree y desea. Se está en política cuando se participa en una asociación de vecinos, en un consejo escolar, en un partido político, se es concejal o cualquier otra actividad que tenga como referencia la defensa de lo que es de todos. No se está en política sólo cuando se tiene un cargo de gestión o representación pública. La política entendida sólo como ejercicio del poder es mezquina y oportunista. Carece de principios y valores. Son muchos los ciudadanos que tienen esta visión de la política y los políticos que practican la acción política de esa forma.

El poder es ante todo persuasión. La capacidad de influir en los demás. El cargo, cuando se tiene, puede contribuir a alcanzar esa influencia por la posición de mando, pero esa forma de ejercer el poder antes o después se agota. El respeto a los demás, y a las mayorías, la evaluación continua y la asunción de críticas acaban empoderando a quien tiene esa visión del ejercicio del poder.  Las prácticas mezquinas que crean situaciones de cautividad en torno a intereses ajenos a lo que se dice representar y defender, antes o después están abocadas al fracaso y al rechazo social. Mucho más si quienes las practica cuestiona por razones de oportunidad la posición mantenida por la organización a la que representa.

En la acción política el “diálogo” es la materia prima y el “odio” el cáncer. Para avanzar en las propuestas y en la mejora del bienestar social es imprescindible buscar acuerdos con otros interlocutores, incluso cuando no son necesarios por contar con una mayoría suficiente. El acuerdo siempre legitima a quien lo promueve y es capaz de buscar el punto de equilibrio renunciando a aquello que puede renunciar. La imposición y el rechazo "per se" son la antítesis de la acción política. Tiene corto recorrido y antes o después están condenados al fracaso. La negociación siempre es una buena inversión para el futuro, mucho más cuando se carece de la fuerza o el poder suficiente para lograr a lo que se aspira. El “enrocamiento” en posiciones intransigentes que obedecen más a posiciones emocionales que a la búsqueda de soluciones siempre conducen al desastre de quienes las practican y defienden.

El poder en la acción política siempre está ligado a la defensa de los intereses aceptados por la mayoría. Asumir la responsabilidad que otorga el ciudadano es el primer paso para obtener su reconocimiento. Se puede deformar la realidad para adaptarla a la ideología, pero nunca dejar de asumir la responsabilidad del ejercicio del poder que delegan los ciudadanos. La política si algo requiere es coherencia al menos en el su desarrollo temporal. Lo contrario es una aventura incierta de imprevisibles consecuencias.




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