Si algo puede
definir a la situación política actual, no sólo en España sino también en el
ámbito geopolítico, es el calificativo de entrópica. La entropía es un concepto
termodinámico que da una idea del desorden molecular de un sistema y su nivel
de rendimiento. Su traducción al ámbito político no es lineal, pero define de
una forma precisa el nivel de deterioro, desorientación e intereses
contrapuestos en los que se desarrolla la acción política en una gran parte de
los temas que afectan de una forma directa al bienestar de los ciudadanos.
Esta última semana,
tras tres votaciones en las que se produjo un empate, el Congreso de los
Diputados, siguiendo las pautas de su reglamento, desestimó las siete enmiendas
a la totalidad que pedían la devolución de los Presupuestos Generales del
Estado (PGE) para el 2017 al Gobierno. De no haber decaído las enmiendas en
estos momentos se estaría ante la hipótesis cierta de una disolución de las
cámaras y la convocatoria de nuevas elecciones generales. Una situación que aún
no está descartada, pues falta la votación del articulado, aunque todo indica
que el diputado de Nueva Canarias salvará la situación. En el hipotético caso
de disolución de las cámaras, las encuestas indican que volvería a ganar el PP
con más escaños y votos, pero sin que ningún bloque pueda alcanzar la mayoría
suficiente para formar Gobierno y hacerse cargo de las riendas del país con la
necesaria estabilidad. Es decir, aumentarán la entropía aún más.
La aprobación de
los PGE para este año en el actual marco de negociación va a conllevar un
tratamiento preferencial para el País Vasco que se traduce en 600/700 millones
euros en cómputo anual, y 4.000 millones en cómputo plurianual; y para Canarias
del orden de los 450 millones. Un acuerdo que rompe la equidad entre
territorios y desvirtúa la acción política. El coste de oportunidad de no
contar con presupuestos, en la coyuntura actual, es apostar por la
inestabilidad política, no aprobar las cuentas y con ello ahuyentar la inversión
y la creación de empleo. La entropía política nos lleva a una cultura perversa
que es incapaz de reconocer los costes asociados a cada situación y
minimizarlos para los ciudadanos buscando puntos de acuerdos equilibrados, a la
vez que invertir en credibilidad para todos los partidos del arco
parlamentario. Algunos intentamos poner nuestro granito de arena y cambiar esa
ya arcaica forma de entender la política. He de confesarles que con poco éxito,
aunque creo que hay un importante núcleo de ciudadanos que apuestan por esta
situación.
La recogida de
avales para las primarias del PSOE no ha estado libre de controversias. Un
tema, que aparentemente es menor, no ha pasado por alto para la opinión pública
y los medios de comunicación. La razón no es otra que los resultados de este
proceso pueden condicionar la estabilidad política del país. Uno de los
candidatos -dos según el momento- apostarán en caso de ganar el proceso por
disolver las Cortes e ir a nuevas elecciones, si es que llevan a término lo que
están planteando y prometiendo. Una decisión que contribuirá a generar más
entropía política y cuyo efecto, llegado el caso, no sería neutro en el futuro.
Algunos socialistas aprendíamos con ZP que cuando una parte de tu propio
partido convalida las críticas y planteamientos que hacen otros partidos de la
competencia, la deslegitimación política está servida y los ciudadanos no
olvidan. Las primarias, tal y como están planteadas, pueden dañar la armonía interna.
Venezuela y Francia constituyen dos puntos álgidos de la efervescencia política a en el momento actual. La AsambleaConstituyente que propugna el presidente venezolano para amordazar a la
oposición e imponer su poder autocrático
al resto ha sido uno de los mayores dislates políticos de los últimos meses. Un
modelo que algunos quieren exportar a nuestro país y que no solo genera hambre
y miserias humanas, sino violencia. Un problema ante el que no se pueden
colocar de perfil las democracias occidentales. En Francia todo indica que la
amenaza de la extrema derecha se aleja, a pesar de que los podemitas de turno
de ese país han demostrado una vez más su oportunismo político y su falta de
compromiso con quienes más lo necesitan, así como su inconsistencia ideológica.
La entropía política en Venezuela crece por momentos, en Francia al menos la
situación no empeora. Una gran suerte para Europa.
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